Papa: la misericordia ilumina la espera de la muerte

El día de la conmemoración de los fieles difuntos el pontífice presidió en San Pedro la misa de sufragio por los cardenales y obispos fallecidos durante el año. "Al final de la vida, el único criterio de mérito o acusación será el amor a los pobres y los descartados. No nos dejemos sorprender desprevenidos por este descubrimiento".

 


Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- “La muerte viene a mostrar la verdad sobre la vida y quita cualquier atenuante a la misericordia”, dijo el Papa hoy -día de la conmemoración de los fieles difuntos-  en la homilía de la Misa que presidió en la basílica de San Pedro en sufragio de los 9 cardenales y 148 entre obispos y arzobispos fallecidos durante el último año. Entre los nombres que figuran en el folleto de la celebración hay dos obispos de China continental, Mons. Peter Wu Junwei, prefecto apostólico de Xinjiang fallecido en mayo y de Mons. John Baptist Ye Ronghua, prefecto apostólico de Ankang, fallecido en agosto.

En su homilía, el Papa Francisco se detuvo en dos palabras que son centrales en el relato evangélico del juicio final, en la hora de la muerte: espera y sorpresa. “Esperar - dijo el Papa - expresa el sentido de la vida, porque vivimos a la espera del encuentro con Dios. Todos vivimos a la expectativa, con la esperanza de escuchar un día que nos dirigen esas palabras de Jesús: «Vengan, benditos de mi Padre».". Por eso, el día de hoy es un momento oportuno -siguió diciendo el pontífice- para “preguntarnos si nuestros deseos tienen que ver con el Cielo. Porque corremos el riesgo de aspirar continuamente a las cosas que son pasajeras, de confundir los deseos con las necesidades, de anteponer las expectativas del mundo a la espera de Dios. Pero perder de vista lo que es importante, para perseguir el viento, sería el error más grande de la vida”.

El pasaje evangélico del juicio final habla también de una sorpresa: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber?". “En el tribunal divino -comentó Francisco- el único criterio de mérito o acusación es la misericordia hacia los pobres y los descartados. Los que viven en el cielo son algunos de los más insignificantes para el mundo”.

“Hermanos, hermanas -continuó-, no nos dejemos sorprender nosotros también por este descubrimiento. Tengamos mucho cuidado de no endulzar el sabor del Evangelio. Porque muchas veces, por comodidad o por conveniencia, tendemos a suavizar el mensaje de Jesús, a diluir sus palabras. Alimentar a los hambrientos sí, pero el tema del hambre es complejo, ¡y sin duda yo no puedo resolverlo! Ayudar a los pobres, sí, pero a las injusticias hay que abordarlas de determinada manera y por lo tanto es mejor esperar, porque si uno se compromete corre el riesgo de que lo molesten constantemente y quizás después uno se da cuenta de que podrías haberlo hecho mejor; por eso es mejor esperar un poco".

"¿Cuando pasó eso?, se preguntan sorprendidos tanto los justos como los injustos - concluyó Francisco -. La respuesta es una sola: el cuándo es ahora, hoy, a la salida de esta Eucaristía. Está en nuestras manos, en nuestras obras de misericordia: no en las aclaraciones y los análisis refinados, no en las justificaciones individuales o sociales. En el día de nuestra despedida, la sorpresa será feliz si ahora nos dejamos sorprender por la presencia de Dios, que nos espera en los pobres y heridos del mundo. No tengamos miedo de esta sorpresa: vayamos hacia adelante en las cosas que nos dice el Evangelio, para ser juzgados justos al final. Dios está esperando que lo acariciemos, no con palabras sino con hechos”.