Loikaw, Hna. Rosanna Favero: 'Los desplazados en los bosques viven situaciones terribles''
de Alessandra De Poli

Sin casa, con escasos recursos alimentarios y sin saber siquiera si sus familiares siguen vivos. La religiosa ganadora del premio Corazón amigo cuenta a Asia News las condiciones de los refugiados que desde hace más de un año sufren la violencia de la junta golpista birmana. A las Hermanas misioneras del Santísimo Sacramento solo se les permite llevar "consuelo espiritual". Los niños, que no asisten a la escuela desde hace tres años, viven uno de los peores dramas.

 


Milán (AsiaNews)- “Que no se piense que la situación en Myanmar ha mejorado”, advierte la hermana Rosanna Favero, quien hace unas semanas recibió el premio Corazón amigo, un reconocimiento instituido por la organización sin fines de lucro del mismo nombre que se otorga cada año a personalidades que se distinguen por su labor misionera.

Tras una primera experiencia misionera en Colombia, la religiosa vive en Filipinas desde 1992. Desde 2003 trabaja para que las misioneras Esclavas del Santísimo Sacramento -congregación fundada en Venecia en 1923 para ayudar a los misioneros- puedan desarrollar su obra en Myanmar. “Este reconocimiento es una caricia para todas las jóvenes religiosas que se esfuerzan sin mostrar el cansancio”, dijo emocionada la hermana Rosanna a AsiaNews. “Y es un estímulo para seguir adelante con valentía, sabiendo que tenemos mucha gente buena que nos apoya”.

En Loikaw, en el estado de Kayah, donde residen sus hermanas, la realidad está muy lejos de lo que pinta la junta militar birmana que en febrero del año pasado tomó el poder y comenzó un brutal conflicto civil. Como ya han informado otras fuentes de AsiaNews, los militares están obligando a la población desplazada a regresar a las aldeas. “Pero los soldados incendiaron las casas y arrasaron pueblos enteros, y volver a trabajar en los campos es demasiado peligroso, porque los soldados suelen sembrar minas antipersona en los lugares por donde pasan”, explica la religiosa.

El objetivo es impedir que la población civil apoye, incluso en el plano material, la resistencia formada por las Fuerzas de Defensa del Pueblo -brazo armado del Gobierno de Unidad Nacional en el exilio- y las milicias étnicas que operan en los distintos estados birmanos desde la independencia del imperio colonial británico.

Por eso desde hace dos años no se ha sembrado nada y el arroz, el alimento básico de la dieta birmana, cuesta tres veces más. Nadie sabe cuánto durarán los recursos de la Diócesis de Loikaw.

A pesar de que hay campamentos organizados en la frontera con Tailandia -ya en el pasado el estado de Kayah ha sido escenario de enfrentamientos étnicos-, "la mayor parte de la población sigue refugiándose en los bosques", explica la misionera. “Aquí es donde se encuentran la mayoría de las familias (mujeres con niños pequeños y ancianos) y las situaciones más penosas”.

"En el mejor de los casos se puede armar una carpa, de lo contrario, se busca refugio bajo las ramas de los árboles". La distribución de ayuda (incluso para las agencias de las Naciones Unidas) es imposible debido a los puestos de control en las carreteras: "A lo sumo, a las hermanas se les permite visitar a la población desplazada para brindarles consuelo espiritual". Pero los niños son los que viven uno de los peores dramas: por tercer año consecutivo no asisten a la escuela con regularidad. “En junio las hermanas habían reabierto su escuela, pero después de dos semanas siete maestras fueron secuestradas y nadie las volvió a ver”. Hay programas extraescolares informales, pero solo porque las tropas locales lo permiten.

Mientras tanto, la guerra ha destrozado familias enteras: "Una de nuestras novicias supo recién un año después que su hermano había muerto en combate", comenta la hermana Rosana. Las comunicaciones son cada vez más difíciles porque sencillamente no se pueden pagar los teléfonos móviles. Hasta hace unos meses se podían hacer desde el exterior, pero después los militares en el poder lo impidieron.

Después del golpe, la junta había pedido a la empresa de telecomunicaciones noruega Telenor que entregara los datos de los usuarios. La empresa se negó y se retiró del país. Vendió sus acciones al grupo libanés M1, que luego las vendió a una empresa vinculada al ejército, Shwe Byain Phyu. Las llamadas, correos electrónicos y mensajes están constantemente controlados.

La hermana Rosanna dedica el premio Corazón Amigo a sus hermanas que se encuentran en Myanmar: “Para mí son una escuela de fuerza, coraje y fe. Están dando más de lo que tienen, con amor”.

Mientras tanto, continúan los enfrentamientos. En las últimas semanas la junta golpista ha bombardeado -con aviones probablemente de fabricación rusa- el municipio de Hpakant, en el estado de Kachin, y mató a más de 100 personas. Al mismo tiempo, la diplomacia sigue fracasando: mientras los militares impedían que la población civil afectada recibiera atención en los hospitales, el jefe de la aviación birmana, el general Tun Aung, fue nombrado presidente de la Conferencia de Jefes de Aviación de la ASEAN, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático.