Moscú: los combatientes de la libertad desafían a Putin
de Vladimir Rozanskij

Boris Fedjukin, líder del Partido Libertario, no salió del país como otros políticos de la oposición. Esta guerra “no se puede atribuir a la voluntad de todos los ciudadanos de Rusia”. Disidentes sometidos a continuos controles y allanamientos. "Los rusos valoran la libertad más de lo que parece".

 


Moscú (AsiaNews) - Si no se encuentran internados en campos de concentración, la mayoría de los líderes políticos de la oposición rusa han salido del país. En cambio el joven presidente del Partido Libertario, Boris Fedjukin (ver foto), quiere prmanecer en su tierra a toda costa.  Fedjukin encabeza una agrupación que no está registrada oficialmente pero se encuentra presente en varias localidades, con la sede principal en Samara, una gran ciudad situada a orillas del Volga. En una entrevista con Radio Svoboda, habló sobre sus esperanzas para el futuro de Rusia.

Según Fedjukin, "nuestro país está dividido en dos: por un lado hay una élite de obsesionados que apoyan los planes disparatados de Putin, los propagandistas y 'siloviki', hombres de fuerza que sólo quieren mantener el orden actual de las cosas. Ellos rechazan cualquier invitación a la paz y son los responsables de las muertes y masacres". Todos los demás, explica el político, "están excluidos de las decisiones, no tienen voz y se encuentran marginados, obnubilados por la propaganda; sólo son testigos pasivos de la locura que detenta el poder".

La mayoría de los rusos no se dan cuenta de la tragedia de la guerra. Fedjukin dice que todas las mañanas tiene que explicarle a su hijo que no "le crea a los maestros cuando elogian la guerra y a Putin", y por la noche lo interroga para saber qué han tratado de inculcarle. La policías ya ha estado varias veces en su casa para realizar registros y el joven activista ha sido incluido en la lista de "Rusófobos 2022", que emite avisos en todos los sitios de internet advirtiendo que no publiquen sus declaraciones en contra de la guerra.

Los miembros de su partido intentaron ponerse en contacto con "libertarios de todo el mundo" para explicar que esta guerra "no se puede atribuir a la voluntad de todos los ciudadanos de Rusia". Fedjukin no huyó del país para seguir dando testimonio de los valores en los que cree, “el individualismo y el derecho de toda persona a buscar la felicidad donde y como crea”, sin condenar a los que prefieren irse a otro lugar. “Yo tomé la decisión de quedarme, sobre todo por mi deber para con mis seres queridos". Habla de su hijo que va a la escuela, de su esposa y de su padre anciano, pero también de su casa y su trabajo. Insiste en que "mis raíces están en Rusia".

Las autoridades someten a las familias de los activistas fugitivos a presiones y registros sistemáticos. Boris dice que se siente mal ante la idea de que "mi familia y mis amigos paguen las consecuencias de mis actos". Los continuos allanamientos “al mejor estilo estalinista” ponen a prueba la paciencia de la gente, son una tortura psicológica incluso antes que una medida de opresión real, dado que casi siempre terminan sin resultado; el verdadero castigo es precisamente tener continuamente dentro de la casa a hombres vulgares y amenazantes, que revuelven todo lo que encuentran sin lógica ni verdaderos propósitos.

Fedjukin añade que permanece en Rusia por lealtad a sus compañeros de partido, empezando por su esposa Alisa, que tratan de imitar a los disidentes de la época soviética para hacer oír al menos una débil voz a favor de la paz -"como los que salieron a las calles en 1968 para condenar la invasión de Checoslovaquia- y para hacer saber al mundo que no todos los rusos son fanáticos imperialistas”. Hoy los libertarios, más que las casi imposibles manifestaciones públicas, se enfocan en defender derechos con asistencia legal, y tratan de presentar candidatos en las elecciones municipales, como en Moscú y Saratov.

Lo peor, explica Boris, es que “no nos quitaron todas las libertades de un momento para otro, porque todos nos hubiéramos llevado un susto tremendo, sino que las están quitando poco a poco, de manera sistemática, y parece que este proceso no ha terminado". El problema no son tanto las "listas ridículas de rusófobos o 'inoagentes', enemigos de la patria" que son casi "un signo de distinción y honor", sino la entrega sistemática de datos e informaciones sobre la vida de los disidentes en manos de las fuerzas del orden, "que nos van dejando sin aire".

Sin embargo, el joven político no es del todo pesimista: "Los rusos valoran la libertad más de lo que parece, y después de tantos experimentos con el autoritarismo, ahora sabemos lo peligroso que puede ser el Estado". El Estado trae sufrimiento y desesperación, "el pueblo ruso sabe que solo puede confiar en sus propias fuerzas, tenemos un espíritu libertario y seremos capaces de renacer de todo esto".