Kabul: otra explosión en una escuela coránica

Las víctimas son alumnos de entre 9 y 15 años. El atentado no ha sido reivindicado, pero mientras el Estado Islámico se debilita en Oriente Medio, en Afganistán sigue socavando el control de los talibanes. La ONU y la resistencia local proponen soluciones poco realistas, la población local llega incluso a vender a sus hijas para sobrevivir a otro invierno de hambre.

 


Kabul (AsiaNews) - Al menos 35 muertos y más de 20 heridos es el saldo del último atentado que sacudió Afganistán. En la ciudad de Aybak, provincia de Samangan, a unos 200 km al norte de la capital Kabul, ayer explotó una bomba en una escuela coránica. La mayoría de las víctimas son alumnos de entre 9 y 15 años que estaban rezando en el momento de la explosión.

El ataque aún no ha sido reivindicado y las autoridades talibanes -que intentan demostrar que tienen el control del país desde mediados de agosto del año pasado- anunciaron una investigación, pero es probable que los responsables sean milicianos del Estado Islámico de la provincia de Khorasan (Is-K). Estos consideran que la ideología islámica de los talibanes es demasiado tibia, por lo que suelen atacar los centros de poder político y religioso, a pesar de que la mayoría de las víctimas son civiles.

Si la muerte reciente del líder de ISIS demuestra una cadena de mando debilitada y la crisis de la agrupación en las zonas de origen, Siria e Irak, no ocurre lo mismo en Afganistán (y en África Occidental), donde los milicianos llevan a cabo la mayoría de los ataques. El Institute for the Study of War ha mapeado recientemente la presencia en el territorio de los grupos antitalibanes, subdivididos en dos categorías: por un lado están los milicianos del Estado Islámico, por otro los combatientes afiliados a uno de los muchos movimientos de resistencia que remiten más o menos directamente a la figura de Ahmad Massoud, líder del Frente Nacional de Resistencia e hijo de Ahmad Shah Massoud, que en los años 80 se opuso a la presencia soviética en Afganistán y fue asesinado por al-Qaeda antes de los atentados del 11 de septiembre.

Los grupos antitalibanes se concentran principalmente en las provincias del noreste, y a menudo son confinantes, pero el Estado Islámico tiene una presencia más amplia porque se encuentra en ciudades como Kabul, Herat y Jalalabad, y cuenta con fuerzas más numerosas.

La resistencia, por otro lado, está formada por pequeñas unidades con una limitada capacidad de combate contra los talibanes. La misión de Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA) pidió hoy una investigación "creíble" sobre los enfrentamientos que se produjeron en la provincia de Daykundi donde murieron muchos rebeldes, entre ellos algunos niños, un hecho que los talibanes niegan y sobre el que se niegan a comunicar cifras reales. La UNAMA también invitó a los embajadores que residen en Kabul a viajar a Kandahar, el centro del poder talibán, el 5 de diciembre para un debate sobre el futuro del país.

En cambio Ahmad Massoud declaró ayer, en una rara aparición pública en Dushanbe, capital de Tayikistán, que solo las elecciones pueden sacar a Afganistán de la crisis política. "Si los talibanes llegan al poder a través de las elecciones -dijo-, el Frente de Resistencia lo aceptará porque tendrán la legitimación del pueblo”, dijo.

Huelga decir que se trata de dos perspectivas muy poco realistas, tanto la que proponen las Naciones Unidas como la de Massoud. Hoy los talibanes han vuelto a imponer medidas drásticas contra los medios de comunicación, prohibiendo las emisiones de dos conocidas radios internacionales, Voice of America y Radio Free Europe/Radio Liberty. Por su parte la Corte Suprema condenó recientemente a la flagelación pública a 21 personas, incluidas 6 mujeres, por "inmoralidad, fuga del hogar y consumo de alcohol". Tras las diversas prohibiciones impuestas a las mujeres -la más reciente es el ingreso a los parques públicos-, los talibanes han anunciado que los profesores tendrán que aprobar exámenes orales y escritos en "materias religiosas" para seguir trabajando. Algunas personas residentes en el país que fueron entrevistadas  en forma anónima por la agencia Amu creen que se trata de un nuevo subterfugio para impedir que las mujeres trabajen.

Lo único que se mantiene constante es la desesperación de la población: la pobreza y el hambre obligan a las familias a vender a sus hijas o sus órganos para conseguir un poco de dinero y poder pasar otro invierno. Según Médicos Sin Fronteras, las hospitalizaciones por desnutrición en sus instalaciones han aumentado un 47% en el último año. Algunos padres han contado que sedan a sus hijos con tranquilizantes para evitar que lloren de hambre y ayudarlos a conciliar el sueño por la noche.