El Papa en Navidad: Jesucristo es el camino de la paz

Las palabras de Francisco durante la bendición Urbi et Orbi: "Venzamos el letargo de las falsas imágenes que nos hacen olvidar quién es el homenajeado y contemplando Belén, fijemos nuestra mirada en los niños víctimas de la tercera guerra mundial".  El pedido de que "cese todo derramamiento de sangre" en Myanmar e Irán. El llamamiento por la reconciliación en Ucrania, Siria, Tierra Santa, Líbano, Yemen; y también por Afganistán y el Cuerno de África, azotados por el hambre y la carestía.


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – ““Si queremos que sea Navidad, la Navidad de Jesús y de la paz, contemplemos Belén y fijemos la mirada en el rostro del Niño que ha nacido por nosotros. Y en ese pequeño rostro inocente, reconozcamos el de los niños que en cada rincón del mundo anhelan la paz”.  Esta es la invitación que el Papa Francisco dirige al mundo en su mensaje Urbi et Orbi para esta Navidad de 2022, dramáticamente marcada por las heridas de lo que él insiste en llamar, lisa y llanamente,  la "tercera guerra mundial".

Como todos los años, desde la logia central de la basílica de San Pedro, el Pontífice se asomó para impartir la bendición navideña, acompañada este año por la oración mariana del Ángelus. Francisco saludó así a los pueblos del mundo: “Que el Señor Jesús, nacido de la Virgen María, traiga a todos ustedes el amor de Dios, fuente de fe y de esperanza; junto con el don de la paz, que los ángeles anunciaron a los pastores de Belén”.

“Dejemos que nos envuelva la luz”, continuó el Papa, “y vayamos a ver el signo que Dios nos ha dado. Venzamos el letargo del sueño espiritual y las falsas imágenes de la fiesta, que hacen olvidar quién es el homenajeado. Salgamos del bullicio que anestesia el corazón y nos conduce a preparar adornos y regalos más que a contemplar el Acontecimiento: el Hijo de Dios que nació por nosotros”

En este momento en que los “vientos de guerra continúan soplando sobre la humanidad”., Francisco pide que nos detengamos y volvamos a escuchar “el primer gemido del Príncipe de la paz”. Porque ‘el Nacimiento del Señor es el Nacimiento de la paz’ dijo, citando a san León Magno. La palabra que más invocamos en el día de hoy, paz, encuentra en Jesucristo su camino, ya que Él, “con su encarnación, pasión, muerte y resurrección, abrió el paso -de un mundo cerrado, oprimido por las tinieblas de la enemistad y de la guerra- a un mundo abierto, libre, para vivir en la fraternidad y en la paz”.

La Navidad consiste en seguir este camino. Pero para ello, es necesario liberarse, también hoy, de esas "cargas" que impidieron al rey Herodes reconocer y acoger el nacimiento de Jesús: "el apego al poder y al dinero, la soberbia, la hipocresía, la mentira". Estas cargas también hoy nos "excluyen de la gracia de la Navidad y cierran el acceso al camino de la paz" en tantas partes del mundo.

“Que nuestra mirada se llene de los rostros de los hermanos y hermanas ucranianos, que viven esta Navidad a oscuras, a la intemperie o lejos de sus hogares, a causa de la destrucción ocasionada por diez meses de guerra”, es la exhortación de Francisco.

“Dejamos que el Señor nos disponga a realizar gestos concretos de solidaridad para ayudar a quienes están sufriendo. Y que ilumine las mentes de quienes tienen el poder de acallar las armas y poner fin inmediatamente a esta guerra insensata”.

Sin embargo, en este día de Navidad, las noticias que llegan del frente indican dramáticamente otro camino. Con amargura, el Papa comentó: “Lamentablemente, se prefiere escuchar otras razones, dictadas por las lógicas del mundo. Pero la voz del Niño, ¿quién la escucha?”

Esto no sólo está ocurriendo en el corazón de Europa: “Nuestro tiempo está viviendo una grave carestía de paz también en otras regiones”. Francisco comenzó a enumerarlas: habló de Siria, “martirizada por un conflicto que pasó a segundo plano pero que no ha acabado”; y de Tierra Santa, donde en los últimos meses aumentaron la violencia y los conflictos, con muertos y heridos. “Imploremos al Señor para que allí, en la tierra que lo vio nacer, se retome el diálogo y la búsqueda de confianza recíproca entre israelíes y palestinos”. Pero la mirada sobre Oriente Medio también se detiene en el Líbano, “para que pueda finalmente recuperarse, con el apoyo de la comunidad internacional y con la fuerza de la fraternidad y la solidaridad”.

Luego habló de la región de Sahel, “donde la convivencia pacífica entre pueblos y tradiciones se ve perturbada por los enfrentamientos y la violencia”, y pidió también por Yemen, que todavía procura “una tregua duradera”. Se refirió a Myanmar, asolada por la guerra civil desde hace ya dos años, y a la durísima represión de las protestas en Irán, tras la muerte de Mahsa Amini. El Papa Francisco los menciona juntos, deseando que "cese todo derramamiento de sangre". Y no se olvida del continente americano, sacudido por tensiones políticas y sociales que afectan a varios países: "Pienso en particular en la población haitiana -añade el pontífice-, que sufre desde hace tanto tiempo”. 

Son todas guerras que, como siempre, se entrelazan con el flagelo del hambre, que afecta especialmente a los niños, “mientras se desperdician grandes cantidades de alimentos y se derrochan recursos para adquirir armas”. Entre las regiones más afectadas por el hambre menciona a  Afganistán y a los países del Cuerno de África. Denuncia el uso de los alimentos como arma: “Comprometámonos todos, en primer lugar los que tienen responsabilidades políticas, para que la comida sea sólo un instrumento de paz". Pero también nos invita a no olvidarnos de esas familias que "en este tiempo de crisis económica, están pasando dificultades a causa del desempleo y carecen de lo necesario para vivir"; y tampoco olvidemos a los numerosos "refugiados y desplazados que llaman a nuestras puertas en busca de consuelo, calor y alimento"; a "los marginados, a las personas que están solas, a los huérfanos y los ancianos, que corren el riesgo de ser descartados, a los encarcelados a los que sólo miramos por sus errores y no como seres humanos".

Francisco concluye sus palabras con motivo de la Navidad citando a otro padre de la Iglesia, San Gregorio Nacianceno: "Aquel que es fuente de todo bien se hace pobre y pide como limosna nuestra pobre humanidad. Dejémonos conmover por el amor de Dios y sigamos a Jesús, que se despojó de su gloria para hacernos partícipes de su plenitud”.