Benedicto XVI, su Carta a los católicos chinos y a Beijing
de Gianni Criveller *

El obispo emérito de Hong Kong Joseph Zen -creado cardenal por el mismo Papa Ratzinger- estará en Roma para el funeral gracias a una restitución temporal de su pasaporte. Padre Gianni Criveller, misionero del PIME y sinólogo: "La carta de 2007 fue una obra maestra de lucidez, equilibrio y delicadeza sobre la Iglesia en China. Pero las autoridades de Beijing se opusieron con abiertas persecuciones y desafíos. De modo que 15 años después la unidad sigue siendo un compromiso pendiente".


Milán (AsiaNews) - El Card. Joseph Zen Ze-kiun, obispo emérito de Hong Kong, asistirá mañana al funeral de Benedicto XVI en el Vaticano. Al cardenal de noventa años -condenado hace pocas semanas a pagar una multa en un juicio en el que se invocó la draconiana ley de seguridad nacional- el juez le devolvió el pasaporte por 4 días para poder viajar a Roma. Fue precisamente Benedicto XVI quien creó cardenal a Zen en 2006. Y el anciano cardenal chino recordó su figura en un post que publicó en su blog hace pocas horas en italiano, expresando un gran agradecimiento a Benedicto XVI por "la defensa de la verdad contra la dictadura de relativismo", pero también por la Carta a los católicos chinos de 2007 y sus esfuerzos para mejorar la situación de la Iglesia en China. “Él no podía aceptar cualquier compromiso - escribe Zen -. Todavía estoy convencido de que cualquier esfuerzo para mejorar la situación de la Iglesia en China deberá hacerse en la línea de la Carta de 2007”.

Sobre la importancia de este documento del magisterio de Benedicto XVI y sobre lo que han significado para China los ocho años de su pontificado, publicamos a continuación el análisis del p. Gianni Criveller, misionero del PIME y sinólogo.

Benedicto XVI, siguiendo a Juan Pablo II, ha considerado la mejora de las relaciones con China y el apoyo a los católicos chinos como uno de los objetivos más importantes de su pontificado.

Los cardenales chinos del Papa Ratzinger

Ya como cardenal Joseph Ratzinger había realizado un importante viaje a Hong Kong en marzo de 1993, para reunirse con 25 obispos de las comisiones doctrinales de las Conferencias Episcopales de Asia. En esa oportunidad pronunció un discurso fundamental sobre la inculturación, proponiendo el término interculturalidad para describir la compleja relación entre el evangelio y las culturas. En ese viaje el Card. Ratzinger también visitó Macao. El entonces sacerdote John Tong, ahora cardenal, lo acompañó también al pico de Hong Kong, la elevación montañosa que ofrece una vista espectacular de la ciudad.

Cuando se convirtió en Papa, Benedicto XVI creó cardenales a otros dos obispos de Hong Kong. En 2006 elevó al cardenalato al salesiano Joseph Zen "la conciencia de Hong Kong", con quien el Papa Benedicto XVI mantuvo una fuerte y significativa relación personal. El Papa también le encomendó las meditaciones del vía crucis del Viernes Santo de 2008. El Card. Zen escribió: “En esta invitación he reconocido la disposición del Santo Padre a mostrar su preocupación personal por el gran continente asiático. Y, en particular, incluir en este acto solemne de piedad cristiana a los fieles de China, que sienten una profunda devoción por el vía crucis. El Papa ha querido que lleve al Coliseo la voz de estos hermanos y hermanas nuestros”.

En 2012, le tocó al obispo John Tong ser creado cardenal. Y en virtud de esta elección del Papa Ratzinger en 2013 Tong -que ahora tiene 83 años- fue el primer cardenal chino que participó en un cónclave.

Benedicto XVI era también un profundo conocedor de Matteo Ricci. Apoyó su causa de beatificación destacando con competencia las cualidades misioneras de Ricci: "Precisamente mientras lleva el Evangelio - dijo el 29 de mayo de 2010 en una audiencia a los fieles de las Marcas en ocasión del cuarto centenario de su muerte - el P. Ricci encuentra en sus interlocutores la exigencia de una confrontación más amplia, para que el encuentro motivado por la fe se convierta también en diálogo entre culturas; un diálogo desinteresado, libre de los objetivos del poder económico o político, vivido en la amistad".

La histórica carta a los católicos chinos

Benedicto XVI fue el autor de la histórica carta dirigida a los católicos en China que se publicó el 30 de junio de 2007. Una carta eclesial, dirigida directamente a los católicos y no a las autoridades del gobierno, que sin embargo tienen la pretensión de colocarse como intermediarios entre los católicos y cualquier autoridad externa. No es una carta política aunque tiene implicaciones políticas.

En el texto, el Papa expresa la esperanza de construir un diálogo entre las autoridades de la República Popular China y la Santa Sede: la Iglesia, en efecto, enseña a los fieles a ser buenos ciudadanos de su país y pide a las autoridades que no obstaculicen los aspectos que se refieren a la fe y a la disciplina de la Iglesia.

Benedicto XVI pide a las autoridades que reconozcan a los obispos clandestinos. Sin embargo, admite que "casi siempre" los obispos oficiales están obligados a "adoptar actitudes, hacer gestos y asumir compromisos que son contrarios a los dictados de su conciencia". ¿Deberían o no los obispos haber aceptado el reconocimiento por parte de las autoridades civiles? El Papa deja que cada obispo decida el camino a seguir en su situación específica.

La carta a los católicos chinos ha sido escrita por un hombre de Iglesia que describe cómo es la Iglesia. Tiene un fundamento y una estructura que son válidos siempre y en todas partes, sin los cuales la Iglesia deja de ser ella misma. Los fieles de China tienen derecho a formar plenamente parte de ella. El Papa llama a la unidad entre las comunidades abiertas y clandestinas para una Iglesia fiel, libre, capaz de dar testimonio de la verdad, de acogida y de perdón.

Verdad y amor, el binomio que fue el programa de su pontificado, son los dos pilares sobre los que el Papa escribe también su larga y articulada carta. Benedicto declara amor y respeto por el pueblo chino, su historia y su cultura. No pide privilegios a las autoridades, sino libertad. Y el Papa recuerda que la libertad religiosa es uno de los derechos humanos incluidos en los convenios internacionales firmados por China.

Meditando las páginas del Apocalipsis, Benedicto XVI comparte el desconcierto de los cristianos por el silencio de Dios ante las persecuciones. Invita a los católicos a no encerrarse en sí mismos: si bien la Iglesia rechaza la injerencia del poder político, no busca la clandestinidad, sino el testimonio público, el bien común, la unidad de los creyentes, la comunión visible con la Iglesia universal y con el sucesor de Pedro. Y la Iglesia en China, a pesar de sus dificultades, tiene la misma misión que toda comunidad eclesial: la evangelización.

En la carta, el Papa suprime algunas facultades extraordinarias concedidas a la Iglesia clandestina durante las décadas de persecución: la posibilidad, en caso de necesidad, de ordenar obispos incluso sin mandato pontificio. Por último establece que el 24 de mayo, fiesta de María Auxiliadora y del santuario mariano nacional de Sheshan (Shanghai), se convertirá en día de oración para la Iglesia en China, que ha pasado a ser una cita vivida con gran participación por las comunidades chinas, sobre todo de la diáspora.

Benedicto fue muy valiente al adentrarse en un campo complejo y lleno de trampas. Aunque los expertos estaban al tanto de cómo estaban las cosas en China, le habían ofrecido al Papa opiniones contradictorias, así como, en ciertas circunstancias, los católicos de China tampoco estaban de acuerdo entre sí. El Papa dio su opinión, produciendo lo que algunos consideran una pequeña obra maestra de lucidez, equilibrio y delicadeza.

Los católicos, de las comunidades abiertas o clandestinas, agradecieron mucho la carta que les fue dirigida. Los católicos, incluso los de Taiwán, Hong Kong y Macao, valoraron el esfuerzo del Papa por comprender la situación, por solidarizarse, por ofrecer líneas claras y sostenibles, sin pronunciar condenas y sin aceptar que se pisoteara la libertad de la Iglesia.

Han pasado 15 años y cabe preguntarse si la carta ha dado los frutos deseados. Su sucesor, el Papa Francisco, firmó en 2018 un acuerdo pastoral provisional con las autoridades civiles, que fue renovado en 2020 y 2022, precisamente sobre el tema tan delicado del nombramiento de obispos. Según algunas fuentes, el acuerdo ya estaba prácticamente listo en 2009, pero el Papa Benedicto no lo llegó a firmar, y todavía no resulta claro el motivo.

Lo cierto es que la carta de Benedicto XVI sigue siendo una etapa fundamental en la historia de la Iglesia china. Contiene la semilla para llevar a cabo la unidad y la libertad de la Iglesia. Algo más se ha logrado en el camino hacia la unidad, pero todavía no hay libertad religiosa. A pesar del acuerdo de 2018, aún quedan muchos pasos por delante

La reacción del gobierno. Ordenaciones ilegítimas y excomunión de tres obispos

En  los años del Papa Benedicto las relaciones con China estuvieron marcadas por altibajos. Las autoridades de Beijing trataron de impedir que los católicos recibieran la carta del Papa bloqueando sitios web y confiscando copias impresas. Se empeñaron en frustrar sus auspicios y su significado. Y Benedicto XVI se vio obligado a anunciar, por primera vez desde 1958, excomuniones públicas contra tres obispos ilegítimos.

Después de algunos años de ordenaciones episcopales legítimas (es decir, aprobadas también por la Santa Sede), hubo tres ordenaciones ilegítimas en 2006. Pero desde 2007 hasta fines de 2010 las ordenaciones volvieron a realizarse con la aprobación de ambas partes, aunque la aprobación se acordó sin negociaciones directas. Sin embargo, el 20 de noviembre de 2010, con la consagración ilegítima de Guo Jincai como obispo de Chengde, las relaciones entre el Vaticano y China volvieron a complicarse.

Llegaron a un punto crítico en diciembre de 2010, cuando el gobierno celebró con mucha ostentación en Beijing la VIII Asamblea Nacional de Representantes Católicos. La orden del día del encuentro incluía la elección de los nuevos dirigentes de la Asociación Patriótica y de la Conferencia Episcopal. En vano la Santa Sede pidió que se suspendiera la convocatoria de la Asamblea, lo que creó más sufrimiento y divisiones.

Los obispos que la boicotearon, desapareciendo transitoriamente o con una presencia meramente pasiva, fueron objeto de graves represalias. El obispo auxiliar de Shanghai Joseph Xing Wenzhi, irreductible al gobierno, fue obligado a renunciar tras ser acusado por la policía secreta de haber tenido una aventura con una mujer. Otros dos obispos, Lei Shiyin en Leshan (29 de junio de 2011) y Huang Bingzhang en Shantou (14 de julio de 2011), fueron consagrados sin la aprobación del Papa. En respuesta, la Santa Sede declaró públicamente la excomunión de ambos.

El 25 de julio de 2011 Beijing denunció la severa sanción como "extremadamente irrazonable y grosera". Las palabras fueron seguidas por los hechos: a partir de julio de 2011, a numerosos miembros de la Iglesia, en su mayoría residentes en Hong Kong, se les impidió ingresar a China continental, a pesar de tener visas válidas. En las oficinas del Frente Unido en Beijing había una lista de 23 personas sujetas a medidas restrictivas (entre ellos algunos misioneros del PIME).

En abril de 2012 se celebraron dos ordenaciones aprobadas por ambas partes en Nanchong (Sichuan) y Changsha (Hunan), pero con la presencia de obispos ilegítimos como consagrantes. El 6 de julio de 2012, Yue Fusheng fue ordenado obispo de Harbin (Heilongjiang) a pesar de que la Santa Sede le pidió que rechazara la elección. Como consecuencia, la Santa Sede anunció públicamente la excomunión de Yue, conocido por su cercanía al gobierno. Los tres obispos excomulgados fueron luego readmitidos a la comunión eclesial gracias al acuerdo de 2018 entre la Santa Sede y China.

Lo ocurrido con el obispo Thaddeus Ma Daqin de Shanghai marcó otro dramático deterioro. El 7 de julio de 2012, en la catedral de Shanghai, fue ordenado obispo auxiliar con la aprobación de ambas partes. Pero, una vez más, las autoridades impusieron la presencia de un obispo ilegítimo, provocando la consternación de muchos presbíteros, religiosos y laicos que decidieron no participar en el rito. El nuevo obispo declaró su intención de renunciar a su adhesión a la Asociación Patriótica. Un gesto valiente pero que pagó muy caro: los funcionarios del gobierno se lo llevaron esa misma noche. Han pasado más de 10 años y Thaddeus Ma sigue bajo arresto domiciliario en el seminario de Sheshan (Shanghai).

Los ocho años de pontificado de Benedicto XVI, por tanto, marcaron momentos de gran esperanza para la Iglesia en China, sobre todo gracias a la carta del Papa. Pero también fueron años de dolorosas divisiones. El sueño de libertad y unidad para la Iglesia en China que expresó Benedicto XVI sigue siendo un compromiso por cumplir.

*Misionero del PIME y sinólogo