Desde el Congo, el Papa Francisco al mundo: ‘Saquen las manos de África’

Ante las autoridades de Kinshasa -primera parada del viaje que lo llevará también a Sudán del Sur-, el Pontífice lanzó una dura advertencia contra el "colonialismo económico". Desde el país de los "diamantes ensangrentados" por los conflictos, abogó por "una diplomacia del hombre por el hombre, donde en el centro no esté el control de los recursos, sino las oportunidades de crecimiento de la gente". "La violencia y el odio son sentimientos antihumanos y anticristianos: ya no tienen cabida en el corazón ni en los labios de nadie".


Kinshasa (AsiaNews) - "Saquen las manos de la República Democrática del Congo, saquen las manos de África. No es una mina para explotar ni una tierra para saquear. Que África sea la protagonista de su propio destino". Desde Kinshasa, adonde llegó esta tarde para la primera etapa de su viaje apostólico a la República Democrática del Congo y Sudán del Sur, el Papa Francisco lanzó inmediatamente una dura advertencia a las grandes potencias del mundo -incluidas las asiáticas- que siguen mirando a este continente sólo como una reserva de materias primas que explotar para sus propios intereses.

Lo hizo desde el primer discurso, pronunciado en el Palacio de la Nación, ante el Presidente Félix Tshisekedi, las demás autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático. Para ello recordó la imagen de los diamantes, riqueza y maldición de esta tierra ensangrentada por una guerra olvidada, que dejó más de 6 millones de víctimas en los últimos treinta años. "Si la geografía de este pulmón verde es tan rica y variada", recordó Francisco, "la historia no fue tan generosa: atormentada por la guerra, la República Democrática del Congo sigue sufriendo conflictos y migraciones forzosas dentro de sus fronteras, y padeciendo terribles formas de explotación, indignas del hombre y de la creación. Este inmenso país lleno de vida, este diafragma de África, golpeado por la violencia como un puñetazo en el estómago, hace tiempo parece sin aliento".

Explicó que el diamante más preciado de este país son sus más de 100 millones de habitantes. Pidió a todos los congoleños que se levanten, que hagan su parte: "La violencia y el odio no tienen cabida en el corazón ni en los labios de nadie, porque son sentimientos antihumanos y anticristianos que paralizan el desarrollo y nos hacen retroceder a un pasado oscuro". Pero el Pontífice no pudo guardar silencio sobre las responsabilidades de quienes siguen desvalijando este país, alimentando así sus conflictos. "Después del político", denuncia, "se desencadenó un 'colonialismo económico' igualmente esclavizante. El veneno de la codicia ensangrentó sus diamantes. Es un drama ante el cual el mundo económicamente más avanzado suele cerrar los ojos, los oídos y la boca".

Invitó a todos a hacer "memoria de las catástrofes ocurridas a lo largo de los siglos en perjuicio de las poblaciones locales". Pidió que “África, la sonrisa y la esperanza del mundo, cuente más: que se hable más de ella, que tenga más peso y representación entre las naciones". Invocó a nivel mundial "una diplomacia del hombre por el hombre, de los pueblos por los pueblos, donde en el centro no esté el control de las zonas y los recursos, los objetivos de expansión y el aumento de los beneficios, sino las oportunidades de crecimiento de las personas". También le reclamó a la comunidad internacional, casi resignada a la violencia que devora la República Democrática del Congo: "No podemos acostumbrarnos -advirtió- a la sangre que corre en este país desde hace décadas, cosechando millones de muertos sin que muchos lo sepan. Seamos conscientes de lo que está sucediendo aquí".

Francisco destacó que incluso la composición química del diamante, capaz de combinar admirablemente los mismos átomos de carbono, crea el milagro de un cuerpo luminoso en lugar de la negrura del grafito. De ello extrajo una advertencia contra los peligros del tribalismo, otro mal que contribuyó al derramamiento de sangre en esta tierra. "Ponerse obstinadamente del lado del propio grupo étnico o de intereses particulares, alimentando espirales de odio y violencia, es perjudicial para todos", explicó. “El problema no es la naturaleza de las personas o de los grupos étnicos y sociales, sino la forma en que se decide estar juntos: la voluntad o no de ir al encuentro, reconciliarse y empezar de nuevo marca la diferencia entre la oscuridad del conflicto y un futuro brillante de paz y prosperidad".

Desde Kinshasa, el Papa pidió a las religiones que contribuyan a este encuentro con su propio patrimonio de sabiduría, renunciando a "toda agresión, proselitismo y coerción, medios indignos de la libertad humana". Pero la claridad cristalina del diamante fue también una advertencia para los que tienen autoridad. Pidió a los políticos congoleños que huyan del autoritarismo y de las ganancias fáciles, ampliando aún más los procesos de paz "a las mujeres, los jóvenes y los grupos marginados". "No se dejen manipular ni comprar por quienes quieren mantener al país en la violencia, para explotarlo y hacer negocios vergonzosos: esto sólo trae descrédito y vergüenza, junto con muerte y miseria. En cambio, es bueno acercarse a la gente, darse cuenta de cómo vive".

Mencionó el sufrimiento de los niños y las mujeres en esta larga guerra: "Muchos no van a la escuela: en lugar de recibir una educación digna, son explotados. Demasiados mueren sometidos a trabajos esclavizantes en las minas”, denunció. “No hay que escatimar esfuerzos para denunciar la plaga del trabajo infantil y acabar con ella. Cuántas niñas son marginadas y violadas en su dignidad", añadió en un país donde la violación se ha utilizado sistemáticamente como arma de guerra: "Los niños, las niñas, los jóvenes son la esperanza: no dejemos que se elimine, cultivémosla con pasión". Citó el reto de salvaguardar la creación en uno de los mayores pulmones verdes del mundo, que hay que preservar; pero "incluso en este campo", explicó, "es importante una colaboración amplia y fructífera que permita una intervención eficaz, sin imponer modelos externos que sean más útiles a los que ayudan que a los que son ayudados".

Es duro, el diamante; sabe resistir. La misma fuerza que "en nombre de Cristo, que es el Dios de la esperanza, el Dios de todas las posibilidades que siempre da la fuerza para volver a empezar" llama a todos los congoleños "a un reinicio social valiente e inclusivo. La historia luminosa pero herida del país lo está pidiendo", concluyó Francisco, "los jóvenes y los niños en particular lo están suplicando. Estoy con ustedes y acompaño con la oración y la cercanía todos los esfuerzos por un futuro pacífico, armonioso y próspero de este gran país".