El Papa en el Congo: el tribalismo y la corrupciĆ³n contaminan las comunidades

Después de reunirse con víctimas de la violencia que supieron perdonar, hoy Francisco pidió a los jóvenes en Kinshasa que construyan "con sus propias manos" un futuro mejor. El agradecimiento a los catequistas: "Hagan crecer las comunidades con la oración y el servicio ".


Kinshasa (AsiaNews) - "¿Para qué sirven estas manos mías? ¿Construir o destruir, dar o acaparar, amar u odiar?". Esta es la pregunta que el Papa Francisco planteó esta mañana en Kinshasa a los jóvenes congoleños con los que se reunió en el Estadio de los Mártires. Un momento todavía marcado por el eco del encuentro de ayer por la tarde con las víctimas de la violencia en el este del país, quienes, poniendo a los pies del pontífice un machete y una estera -símbolo de los familiares asesinados y de las violaciones sufridas- expresaron su decisión de perdonar.  

Gestos de personas que tuvieron el valor de romper la cadena del odio en un país profundamente marcado por la guerra. Gestos con los que el Papa, esta mañana, recordó el desafío de las elecciones personales de cada uno, invitándolos a mirar sus propias manos. "Todas las manos son parecidas", observó el pontífice, "pero ninguna es igual a la otra; nadie tiene manos iguales a las tuyas, por eso eres una riqueza única, irrepetible e incomparable". Nadie en la historia puede sustituirte". Y es precisamente a partir de los dedos de cada mano que desde Kinshasa Francisco entregó a los jóvenes sus cinco "ingredientes para el futuro". 

Al pulgar, el dedo más cercano al corazón -explicó-, le corresponde la oración, que hace latir la vida”. "Levanta tus manos hacia Él cada día para alabarlo y bendecirlo", recomendó el Papa, "grítale las esperanzas de tu corazón, confíale los secretos más íntimos de la vida: la persona que amas, las heridas que llevas dentro, los sueños que tienes en el corazón. Háblale de tu barrio, de tus vecinos, profesores, compañeros, amigos y colegas; de tu país. Dios ama esta oración viva, concreta, hecha desde el corazón. Le permite intervenir, entrar en los pliegues de la vida de una manera especial. Venir con su poder de paz".

En cambio, el dedo índice es el dedo de las relaciones con los demás. Francisco invita a tener cuidado con las "opciones individualistas": con la droga "te escondes de los demás, de la vida real, para sentirte omnipotente; y al final te encuentras privado de todo. Pero piensa también en la adicción al ocultismo y la brujería, que te encierran en las garras del miedo, la venganza y la ira". Sin embargo, también hay que cuidarse "de la tentación de señalar con el dedo a alguien, de excluir al otro porque es de origen diferente al de ustedes, del regionalismo, del tribalismo, que parecen reforzarlos en su grupo y en cambio representan la negación de la comunidad". Les preguntó a los jóvenes: "¿Alguna vez has hablado con gente de otros grupos o siempre has estado encerrado en el tuyo? ¿Has escuchado alguna vez las historias de los demás, te has acercado a su sufrimiento? ¿Ves a alguien solo, sufriendo, abandonado? Acércate a él. No para demostrarles lo bueno que eres, sino para regalarles tu sonrisa y ofrecerles tu amistad'.

A continuación, con el dedo corazón, el Papa asoció la llamada a la honestidad, a "no dejarse enredar por los cordones de la corrupción". "No se dejen manipular por individuos o grupos que pretenden utilizarlos para mantener a su país en la espiral de la violencia y la inestabilidad, a fin de seguir controlándolo sin tener en cuenta a nadie. Cada uno de ustedes tiene un tesoro que nadie puede robarles. Son sus elecciones: no permitan que su vida sea arrastrada por la corriente contaminada". Recordó el ejemplo de Floribert Bwana Chui, un joven que hace quince años, con sólo 26, fue asesinado en Goma por impedir el paso de alimentos en mal estado, que habrían perjudicado la salud de la población. Podía haberlo dejado pasar", comentó, "no se habrían enterado y él habría salido ganando". Pero, como cristiano, rezó, pensó en los demás y eligió ser honesto, diciéndole que no a la inmundicia de la corrupción".

El dedo anular es el más débil, el que más le cuesta levantarse. "Nos recuerda -continuó el Papa- que los grandes objetivos de la vida, el amor por encima de todo, pasan por la fragilidad, las penurias y las dificultades". Y la fuerza que nos mantiene en pie en estas situaciones es precisamente el perdón, el tema recurrente de estos días en la República Democrática del Congo. "Perdonar es cambiar el curso de la historia. Es levantar a los que han caído. Es aceptar la idea de que nadie es perfecto y que no sólo yo, sino todo el mundo, tiene derecho a empezar de nuevo".

Por último, el meñique, el dedo más pequeño, el icono del servicio. Desde esta tierra, Francisco agradeció especialmente a los catequistas, una presencia vital aquí como en tantas otras Iglesias del mundo. Hagan crecer sus comunidades -les dijo- con la transparencia de su oración y de su servicio. Muchos se movilizan atraídos por sus propios intereses; ustedes no tengan miedo de invertir en el bien, en el anuncio del Evangelio, preparándose de forma apasionada y adecuada, dando vida a proyectos organizados y a largo plazo. Y no tengan miedo de hacer oír su voz, porque no sólo el futuro, sino también el presente está en sus manos: estén en el centro del presente".