Terremoto en Turquía: la tragedia de los refugiados sirios y la ayuda de la Iglesia
de Dario Salvi

Ante la emergencia se ha activado la respuesta de Cáritas. Ayuda abierta a todos, católicos y ortodoxos, cristianos y musulmanes, turcos e inmigrantes. Vicario de Anatolia: “Hace falta de todo, desde comida hasta consuelo espiritual y apoyo humano también a los refugiados”. Obispo de Alepo: la tragedia es una oportunidad para "reflexionar sobre la paz y la colaboración" entre Ankara y Damasco.

 


Milán (AsiaNews)- “En este momento no se hacen distinciones, tratamos de ayudar a todos” porque la emergencia no hace diferencias: cristianos y musulmanes, ciudadanos turcos y refugiados sirios, afganos, iraquíes y, desde hace algún tiempo, también iraníes. John Farhad Sadredin, responsable de Cáritas Anatolia, atrapado durante unas horas por la nieve en el centro de Turquía, está tratando de llegar a Iskenderun "donde me reuniré con el vice prefecto" para coordinar la ayuda "con las autoridades locales". Se requiere, dice a AsiaNews, "colaboración en todos los niveles" y muchos recursos, porque las necesidades son enormes. “La prioridad -continúa- es garantizar una comida caliente, una manta, un refugio. [Como Iglesia y Cáritas] hemos pedido leche en polvo y pañales para niños pequeños y enfermos”. La ayuda "está abierta a todos" y en la parroquia "ya tenemos 70 personas a las que damos cobijo y comida caliente: son católicos, ortodoxos y musulmanes, porque la tragedia ayuda a dejar de lado las divisiones".

Según la Organización Mundial de la Salud, podría haber hasta 23 millones de personas afectadas de diversas formas por el devastador terremoto, y la tierra todavía sigue temblando con intensidad. Por ahora las víctimas confirmadas entre Turquía y Siria superan las 5 mil (de las cuales cerca de 3.900 en territorio turco), pero son cifras provisorias y que todavía están lejos del alcance real de la tragedia. El presidente turco Recep Tayyip Erdogan, que ha asumido las competencias y la dirección del Departamento de Protección Civil (AFAD), envió al ministro de Agricultura a Adana, donde fue objeto de durísimas protestas por parte de la población local debido a los retrasos en las operaciones de socorro y denuncia el derrumbe de edificios de recientemente construidos, lo que implica corrupción y malversación de fondos. Mientras tanto, comienzan a filtrarse las primeras noticias de represiones, según las cuales presuntamente la policía turca arrestó a cuatro personas por haber "criticado" en las redes sociales los retrasos en las tareas de socorro.

La ayuda de la Iglesia

El devastador terremoto con epicentro en Anatolia, y las más de 240 réplicas (una de ellas de magnitud 7,5), se sintieron claramente en varios países de la región, desde el Líbano hasta Israel, pero es en Siria donde se produjeron los mayores daños después de Turquía. En la zona viven cientos de miles de refugiados que huyen de la guerra que azota al país árabe desde la primavera de 2011. En una década se han volcado en los brazos de Erdogan, 3,6 millones de sirios, el mayor número del mundo. En un primer momento, este los acogió en nombre del Islam y ahora, junto con una gran parte de los ciudadanos del país, quiere repatriarlos, porque se los considera corresponsables de la crisis económica.

“Ayer lograron poner a salvo a las familias cristianas en Iskenderun -dice John Farhad Sadredin- pero hubo dos víctimas en Antioquía; una de ellas es la sacristana de Adana, que fue de visita a la ciudad y quedó enterrada bajo los escombros”. Más allá de los números, es necesario brindar asistencia -incluso psicológica- a dos países divididos por años de conflicto pero que ahora enfrentan una tragedia en común".

“Esperamos que este terremoto - interviene monseñor Paolo Bizzeti, vicario de Anatolia que desde Italia está coordinando la ayuda a la espera de regresar a Turquía- sea una oportunidad para renovar la solidaridad, para superar las divisiones y los sufrimientos del pasado". “Esta mañana -sigue diciendo- hubo una fuerte explosión en Iskenderun, que debe haber sido de una fábrica química, y una nube probablemente tóxica ha envuelto la ciudad. Ahora también tememos una serie de efectos secundarios terribles y la situación se ha agravado aún más. En los espacios del obispado hemos alojado a 50/70 personas que quedaron sin techo”.

Como Iglesia, el objetivo es poder trazar un "mapa de la situación", explica el vicario, y hoy tenemos una reunión de Cáritas Turquía "para ver cómo se organiza el trabajo, empezando por la recaudación de fondos que será esencial. Para eso he dado indicaciones precisas en un comunicado. Hace falta de todo, desde alimentos hasta consuelo espiritual y el apoyo humano sobre todo para los refugiados. Hay algunas familias - confirma Mons. Bizzeti - que acompañábamos desde hace años con distintos proyectos y que ahora tienen varios muertos, incluso niños, y otros se encuentran bajo los escombros. Los refugiados son los más pobres de los pobres, la situación sigue evolucionando y estamos lejos de tener claro el verdadero alcance de la tragedia".

"Sirios, afganos, iraquíes, iraníes: siempre hemos ayudado a todos", sigue diciendo el responsable de Cáritas, John Farhad Sadredin. “En Gaziantep teníamos cuatro proyectos para mujeres, sobre todo las viudas, que muchas veces están solas en casa y sin recursos. Ayer supimos que cinco de ellas murieron bajo los escombros. En Capadocia teníamos un comedor para familias afganas, con producción interna de pan, yogur, mermelada y encurtidos hechos por las mujeres”. A Iskenderun, concluye, “deberían llegar 400 mantas, y muchos jóvenes de diferentes ciudades están convergiendo en la zona para ayudar en la emergencia. Pero es fundamental coordinar los trabajos, por eso tendremos una reunión con Cáritas internationalis y mañana se espera la llegada de delegaciones de Italia y Estados Unidos”.

En esta fase de grave emergencia se requiere experiencia en el terreno, coordinación (también con las autoridades locales) y escucha, como subraya Giulia Longo, responsable de programas de Cáritas Turquía. Uno de nuestros objetivos, explica, es “llegar hasta los más olvidados, llevar nuestra presencia entre los refugiados. El terremoto no es solo una catástrofe natural, sino que también afecta al tema migratorio. Muchos de nuestros proyectos previos al terremoto en Gaziantep estaban dedicados a las mujeres refugiadas, emprendimientos con microcrédito, producción de ropa para el invierno… una de ellas murió bajo los escombros. También necesitamos centros de escucha, porque casi todo el mundo tiene algún conocido que murió en el terremoto, y puntos de encuentro", frente a una "tragedia común" de turcos e inmigrantes que en los últimos tiempos "apenas se aceptaban o se integraban". Necesitamos coordinación [con las autoridades] y equilibrio, ir al encuentro del otro según su necesidad”.

El drama de los refugiados sirios

Las provincias de Gaziantep (donde hay una sede del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) y Kahramanmaras están ubicadas cerca de la frontera y han recibido a desplazados y refugiados internos. Los sirios que huyen de la guerra comenzaron a llegar a principios de 2011, pero en 2016 Ankara tomó la decisión de construir tres "centros", utilizando contenedores fuera de uso. Los de Kahramanmaras pueden alojar hasta 25.000 personas, un alojamiento temporal dictado por la emergencia que, sin embargo, nunca ha encontrado una solución definitiva. Tan es así que en este momento viven en la región de Gaziantep cerca de 500 mil refugiados sobre una población de dos millones, y los fabricantes de jabón han trasladado a esa zona desde Alepo el centro de producción del famoso jabón.

Las agencias internacionales, los activistas y los propios operadores de la Iglesia coinciden en que el terremoto afectó una región donde millones de personas ya eran víctimas de una devastadora crisis humanitaria. Y donde, incluso en tiempos normales, los esfuerzos que se realizaban para distribuir la ayuda se veían complicados, si no bloqueados, por disputas territoriales. En primer lugar, la zona de "tapón" impuesta por Erdogan para frenar la (supuesta) amenaza kurda. Para lograr ese objetivo, el presidente anunció en repetidas ocasiones una operación militar terrestre masiva al otro lado de la frontera, en territorio sirio, alimentando las tensiones con su homólogo sirio Bashar al-Assad, sólo mitigadas en las últimas semanas por los rumores de diálogo entre Ankara y Damasco.

“Tras 12 años de guerra, violencia y pobreza -cuenta a AsiaNews el obispo caldeo de Aleppo, Mons. Antoine Audo- ahora tal vez hayamos llegado al punto final de todas estas desgracias. La naturaleza misma se ha rebelado y ha atacado. En estas horas me ha impresionado mucho la gran cantidad de musulmanes que viven este acontecimiento como un misterio, tratando de aceptar la voluntad de Dios y con espíritu de obediencia. En todos estos años he vivido la tragedia de la guerra, la crisis económica y el Covid, y he tratado de trabajar por la paz. Pero con este terremoto yo, como muchos otros, hemos visto realmente la muerte con nuestros propios ojos, una experiencia única en su dramatismo. Ahora es el momento de intervenir y tratar de ayudar, por eso se ha organizado una reunión con todos los obispos católicos de la región, para ofrecer desde mantas hasta comida, para que la gente recupere la fuerza y ​​la confianza y pueda volver a casa y trabajar en la reconstrucción”.

En estas horas Alepo ha vuelto a los titulares internacionales debido a los muertos y la devastación, después de haber sido durante años epicentro del conflicto y caer luego en el olvido. Pero otra de las otras realidades devastadas por la guerra y el terremoto es el noroeste del país, que se encuentra bajo el control de grupos yihadistas y rebeldes, donde no hay una presencia capilar de movimientos internacionales y resulta mucho más difícil comprender cabalmente el alcance de la catástrofe del sismo. El Syrian Civil Defense, una especie de Defensa civil que opera en los territorios controlados por los rebeldes, habla de estado de emergencia y pide ayuda internacional. Según estimaciones proporcionadas ayer por el grupo, murieron más de 700 personas y más de 2 mil resultaron heridas, pero las cifras están en constante actualización ya que los equipos de rescate siguen excavando entre los escombros y sacando cadáveres de los restos de los edificios destruidos. Un ejemplo es el pueblo de Besaya, en la zona noroeste de la provincia de Idlib, cerca de la frontera turco-siria, donde quedó totalmente destruido un complejo residencial de 140 apartamentos.

“Frente a nosotros -continúa el obispo de Alepo- tenemos una mezquita que ha sufrido graves daños. Queremos hacerles una visita oficial, presentarles nuestras condolencias y brindarles alguna ayuda”. “Este terremoto es una prueba para todos”, concluye Mons. Audo, una prueba “que ha caído sobre los hombros de Siria y Turquía para que se convierta en una oportunidad para ir más allá y reflexionar sobre la paz y la colaboración. Pensar en las numerosas víctimas que hay entre los refugiados para tener una mirada que sepa derribar muros y tenga también efecto en la sociedad [y en los gobiernos]”.

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