Card. Sako, 20 años de la invasión estadounidense: Irak, un ‘mosaico’ frágil e irresuelto
de Dario Salvi

El 20 de marzo de 2003 las tropas estadounidenses y británicas lanzaron la operación Iraqi Freedom (Libertad Iraquí), que condujo a la caída de Sadam Husein. Y también abrió de par en par la puerta al terrorismo y a la anarquía institucional, sólo parcialmente superada en el último periodo. El cardenal repasó la historia reciente del país y el fracaso de una operación revestida de libertad y democracia.


Milán (AsiaNews) - Saddam Hussein "un dictador", pero como sucede a menudo en Medio Oriente "alabado y explotado" para garantizar el poder y alimentar "intereses personales", comenzando por "la propia familia" que "se aprovechó"  del rol de los raìs en primer lugar. Por eso, en una primera fase, la población iraquí "se alegró" del cambio de régimen vinculado a la intervención militar estadounidense y acompañado de "propaganda prodemocrática, libertad, prosperidad y derechos", para cambiar de opinión pocos meses después. El patriarca de Bagdad de los Caldeos, el card. Louis Raphael Sako, rememoró con AsiaNews la invasión estadounidense de marzo de 2003, de la que ahora se cumplen 20 años, y que puso de cabeza a Irak, dejándolo marcado por la inestabilidad, la violencia confesional, el fundamentalismo (islámico) y la corrupción generalizada. Problemas que aún hoy siguen sin resolverse en su mayoría, aunque la situación haya mejorado algo.

La invasión

En la madrugada del jueves 20 de marzo de 2003, el primer misil estadounidense impactó en el palacio presidencial, sobre la orilla derecha del río Tigris. El ataque marcó el inicio de la operación Iraqi Freedom, la ofensiva que lanzó el republicano George W. Bush contra Bagdad y el régimen gobernante del Baaz. Una operación que costó miles de millones de euros y más de 151.000 muertos en el cuatrienio 2003-2006. Una intervención militar entre las más controvertidas de la historia moderna, destinada a golpear a un Estado canalla culpable de ocultar armas de destrucción masiva, una acusación que en realidad nunca se demostró. Tres semanas de bombardeos (con el apoyo de Londres) y una invasión terrestre terminaron con la caída de la capital el 9 de abril, la declaración de victoria, la inscripción festiva que se destaca sobre el presidente en el discurso: "Misión cumplida". Y la instantánea de la estatua de Sadam derribada, una ilusión de libertad destinada a desvanecerse en un abismo de violencia, terror y sangre.

"Estaba en Bagdad para una conferencia", recordó el Primado caldeo, por entonces sacerdote en Mosul antes de ser nombrado Arzobispo de Kirkuk en septiembre de 2003. "Y una mañana, de repente, oímos un terrible bombardeo. Salimos a la calle, la gente tenía miedo, había un ambiente de miseria, no sabía adónde ir”. Y prosiguió el Card. Sako: “El de los raìs, fue "un régimen dictatorial que consiguió mantener unido al país, con la excepción de los kurdos, garantizando el orden y la seguridad". El mayor error, junto con las masacres y violaciones que se cometieron contra la minoría kurda del norte, fue "la guerra con Irán y el millón y pico de muertos". Este acontecimiento -continuó- marcó la historia reciente del país y fue precisamente en esa etapa cuando comenzó el primer éxodo, incluido el de los cristianos, sobre todo de jóvenes que estaban en contra del conflicto y no querían responder a la llamada al combate". Terminada la guerra con la República Islámica, se abrió la fase de la invasión de Kuwait, en 1991, también en este caso "absurda, destructiva, desastrosa y en flagrante violación del derecho internacional". "Nos recuerda a lo que ocurre hoy con el conflicto ruso en Ucrania” subrayó el cardenal. “Y la población vivía atemorizada por los bombardeos, buscando refugios improvisados bajo tierra, porque aún no había búnkeres antiaéreos".

La ilusión de libertad

El fracaso de la operación militar estadounidense, justificada ante la ONU con la acusación nunca probada de que Sadam (capturado, juzgado y ahorcado más tarde en diciembre de 2006) poseía armas de destrucción masiva, consiste en haber hundido totalmente a la nación. Un país que antes se encontraba entre los más prósperos y desarrollados de Medio Oriente, con distinguidas escuelas y universidades. Hoy, 20 años después, lucha incluso por mantener la integridad territorial, la cohesión social y la unidad institucional tras los dramáticos acontecimientos relacionados con el Estado Islámico (antes Al Qaeda) y las protestas callejeras contra la clase política. "En los primeros días posteriores a la invasión -recordó el Card. Sako- yo estaba en Mosul y veía a los soldados paseando por las calles, visitando a las familias. Sin embargo, en poco tiempo, el clima cambió, las fronteras abiertas permitieron la entrada del fundamentalismo, las instituciones eran incapaces de controlar un país tan grande y no había un equipo capaz de proporcionar un liderazgo competente. El propio Bremer [Paul, jefe de la Autoridad Provisional de la Coalición, n.d.r.] gobernaba sin conocer la lengua, la mentalidad ni la cultura. Esta ilusión de libertad se evaporó pronto, el pueblo se decepcionó, volvieron los grupos de poder que llevaban 30 años en el exilio y la nación se hundió en la anarquía, hasta el punto de que hoy algunos sienten nostalgia por aquel hombre". 

"El vacío de poder que se creó -prosiguió el cardenal- lo llenaron Al Qaeda, el Isis y los propios partidos islámicos, de inspiración fundamentalista, que muchas veces luchan entre sí por el poder y el dinero. Nunca se ha formulado una visión de Estado, hemos sufrido la injerencia de países vecinos que respondían a sus intereses. Irak es una nación rica pero débil en la que todo el mundo ha podido robar más o menos tranquilo". “De esto, continuó, tienen "gran culpa los iraquíes, que nunca han sido capaces de llegar a un acuerdo, dejando el campo abierto a una destrucción que quizá sea peor que antes de la caída de Sadam". En la mente de todos sigue vivo el recuerdo de los secuestros, de la violencia incluso contra los cristianos, como el asesinato de siete sacerdotes y de monseñor Rahho, arzobispo de Mosul, entre 2007 y 2008. Y después la gran fuga que siguió a la llegada del Isis, los cientos de miles de desplazados, el problema de las milicias que en algunos casos son más fuertes que el Estado, la deriva sectaria y las divisiones entre árabes y kurdos, entre chiíes y suníes, la corrupción generalizada y sistemática con el enorme flujo de dinero hacia los bolsillos de los "partidos".

El éxodo de los cristianos

"Bajo Sadam -contó el Card. Sako- los cristianos no gozaban de mayor libertad, pero podían beneficiarse de un cierto clima de seguridad, dejar abiertas las puertas de sus casas, dormir tranquilos. A partir de la invasión, empezó a reinar un clima de miedo que alimentó la gran hemorragia de una población que se redujo a cerca de un tercio de más de un millón y medio”. Sin embargo, la fase posterior a la invasión fue también una oportunidad para "experimentar" el inicio de un largo camino de diálogo y encuentro con el mundo musulmán y sus líderes. Los estadounidenses", relató, "habían formado un consejo municipal en Mosul y yo formaba parte de él como representante cristiano. En aquella época conocí a un imán con ideas radicales, pero poco a poco se fue creando un sentimiento de amistad que se cultivó con el tiempo. Tanto él como el alcalde vinieron a la consagración cuando fui nombrado arzobispo de Kirkuk. Creo que el Papa Francisco comprendió plenamente el valor de la amistad, que puede cambiar la relación con el mundo islámico: no con discursos teológicos, sino con cercanía y amistad". 

Sin embargo, 20 años después de aquel 20 de marzo de 2003, el país sigue sumido en las arenas movedizas de la crisis, incapaz de resolver males que hasta ahora parecen incurables. En este contexto, parece difícil que se aplique el ambicioso programa de reformas del primer ministro Mohammed shia al-Sudani, en el que los actores regionales e internacionales no deberían depositar demasiada confianza. La razón y el diálogo, que invocan frecuentemente los líderes cristianos, parecen ser la postura más realista para empezar realmente a construir los futuros cimientos del país y evitar su implosión. "Así podremos salvaguardar el precioso mosaico iraquí", concluyó el patriarca caldeo. 

 

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