Elecciones, arremetida de Erdogan y del AKP contra los medios: Deutsche Welle cierra sus oficinas

La emisora alemana interrumpe su programación (y su servicio en lengua local) porque no le renovaron los permisos. Detrás del choque, la batalla previa a las elecciones del 14 de mayo. La presión del gobierno se intensificó tras el terremoto del 6 de febrero. Ankara ocupa el puesto 148 en materia de libertad de prensa, en una clasificación de 180 países. En las elecciones de 2018, Erdogan gozó de 181 horas de cobertura en la TV estatal; su rival, menos de 16.


Estambul (AsiaNews) - En vísperas de las elecciones presidenciales y parlamentarias del 14 de mayo, crece la arremetida contra la libertad de prensa en Turquía. En los últimos días se registra un recrudecimiento de la censura, con el cierre de la sucursal local de la cadena alemana Deutsche Welle (DW). Es una partida en la que el actual líder, Recep Tayyip Erdogan -y el partido oficialista, el AKP- luchan contra un frente más unido que nunca: a la llamada "Mesa de los Seis" (que reúne a los movimientos más importantes) se ha sumado el apoyo tácito del principal partido kurdo. Se trata del HDP, que ha decidido no presentar un candidato en solitario, y cuyo papel podría ser decisivo.

Ante la perspectiva de una derrota, o al menos de una partida por jugar, la primera reacción de Ankara fue reforzar el control sobre la prensa. Y el precio lo está pagando Deutsche Welle, uno de los principales medios extranjeros que operan en el territorio, con sus noticieros en idioma turco. DW cerrará sus oficinas la próxima semana, ya que el gobierno turco se ha negado a renovar los permisos de la emisora.

"Es un duro golpe a la libertad de prensa", así calificó la medida el director de la oficina local de DW, Erkan Arikan, despertando la solidaridad generalizada de colegas y medios de comunicación que condenan la censura. El diario podría recurrir a la Justicia para apelar la medida, pero Arikan aclaró: “Sospechamos que el gobierno está presionando a las autoridades", y ello apunta "a dificultar aún más nuestras actividades periodísticas en Turquía".

Uno de los primeros en intervenir fue el Comité para la Protección de los Periodistas: en un  llamamiento a Ankara, solicitó la renovación inmediata de la licencia de actividad de DW y el cese de cualquier forma de censura o presión sobre la prensa. El responsable local del comité, Ozgur Ogret, dijo que "denegar la licencia a DW solo sirve para perturbar las actividades de la emisora y negar a los ciudadanos turcos el acceso a la información crítica e independiente, cuando se acercan las elecciones". 

Según un informe de Reporteros sin Fronteras (RSF), cerca del 90% de los medios de comunicación nacionales turcos están controlados por el gobierno. Para obtener noticias independientes, hasta ahora el público tenía que recurrir a las cadenas internacionales o periódicos extranjeros, como DW en idioma turco, Voice of America o la BBC. En general, el el AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) refuerza el control sobre los medios de comunicación de manera más visible cuando se aproximan las elecciones. Ilhan Tasci es un representante de la oposición en la Autoridad de Telecomunicaciones turca y observa  que en los 40 días previos a las elecciones presidenciales de 2018, Erdogan recibió 181 horas de cobertura mediática de la cadena estatal TRT. Su rival electoral directo en ese momento tuvo menos de 16 -demasiado, teniendo en cuenta que la llamada  "par condicio" (igualdad de condiciones) no es del agrado de Ankara.

RSF ubica a Turquía en el puesto 149 en su clasificación de 180 naciones del mundo en cuanto a libertad de prensa durante el  2022. Hasta la fecha, al menos 33 periodistas han sido encarcelados por realizar su trabajo o por artículos e informes que no agradaron a los líderes en el poder, incluyendo casos de detención de reporteros que informaron sobre las zonas devastadas por el terremoto del 6 de febrero. La censura ni siquiera perdona a los medios de comunicación extranjeros: el año pasado, el organismo gubernamental de control de los medios de comunicación (RTUK) impuso a tres emisoras internacionales -entre ellas DW- la obligación de obtener una licencia para poder operar, so pena de bloquear las emisiones. La imposición recibió un rechazo rotundo de parte de los responsables alemanes, alegando que una autorización previa equivalía a una censura (preventiva).