El 18 de mayo tuvo lugar la ceremonia de inauguración con tres exposiciones diferentes. El acto despertó el interés de los habitantes de la capital y de las ciudades vecinas. Lo visitaron muchos estudiantes y aficionados. Un intento de restaurar el antiguo esplendor del edificio, después de los sangrientos años de conflicto y del robo de hasta un millón de objetos.
Saná (AsiaNews) - Después de 10 años de clausura a causa de la guerra, que sólo en la última fase parece haberse enfriado mientras en paralelo continúan los intentos de mediación para alcanzar una tregua estable, el museo nacional de Yemen en Saná ha reabierto sus puertas en las últimas semanas. Un nuevo paso hacia la normalidad perdida, que devolvió a su antiguo esplendor piezas y objetos de gran valor histórico y cultural que corrían peligro de perderse, ser saqueadas o destruidas, y que atrajeron la atención de un gran número de ciudadanos y aficionados. La reapertura oficial tuvo lugar el 18 de mayo, coincidiendo con el Día Mundial de los Museos, y fue un (raro) momento de celebración después de un largo periodo de sufrimiento.
El conflicto en Yemen estalló en 2014 como un enfrentamiento interno entre los rebeldes hutíes pro-Teherán y las fuerzas gubernamentales respaldadas por Arabia Saudita; con el paso de los meses, se intensificó hasta convertirse en una guerra abierta con la intervención de Riad en marzo de 2015 al frente de una coalición de naciones árabes y se cobró casi 400.000 vidas durante estos años. Según la ONU, ha provocado la "peor crisis humanitaria del mundo", sobre la que el Covid-19 ha tenido efectos "devastadores"; millones de personas están al borde de la inanición y los niños -11.000 muertos en el conflicto- sufrirán las consecuencias durante décadas. Los desplazados internos han superado los tres millones, la mayoría viviendo en condiciones de extrema miseria, hambre y epidemias de diversa índole, entre ellas el cólera.
El patrimonio cultural también ha sufrido, incluido el Museo Nacional de Yemen en Saná, fundado en 1971 en el llamado "Palacio de la Gratitud", cerca de la mezquita Qubbat al-Mutawakkil, en la plaza de Al-Tahreer, en el centro de la ciudad. Recientemente, el museo se trasladó a un edificio cercano, el "Palacio de la Felicidad", que cuenta con más espacio para albergar un número cada vez mayor de objetos y artefactos -en 2007 ya eran 30.000- que dan testimonio de la historia centenaria del país y de sus habitantes. El edificio tiene cuatro plantas y en él se exponen objetos de hasta mil años de antigüedad que se encontraron en distintos yacimientos arqueológicos y que sobrevivieron a la devastación.
La guerra ha centrado la (poca) atención internacional en la situación humanitaria, descuidando en gran medida y durante demasiado tiempo la conservación de los artefactos históricos que han sufrido robos, saqueos y, en algunos casos, demoliciones. También sufrió el sector turístico, en otros tiempos floreciente y luego hundido como consecuencia de la violencia de la guerra. Con la inauguración, los habitantes de la capital aprovecharon la oportunidad para redescubrir la belleza del museo, y también recibieron a visitantes de las ciudades vecinas. En los días siguientes llegaron estudiantes de secundaria, universitarios y aficionados a la historia y el arte, así como familias que deseaban redescubrir su belleza.
En el pasado, la Unesco manifestó en repetidas ocasiones su preocupación por los sitios y el patrimonio que corrían peligro en Yemen, entre otras cosas porque muchos edificios habían sufrido daños colaterales a causa de los combates. La reapertura marca un hito importante, al punto de que en la ceremonia inaugural se montaron tres exposiciones diferentes: la primera incluía unos 800 artefactos que habían sido robados y luego recuperados; la segunda, artefactos de la provincia de Jawf; la tercera, "sólo" fotografías de artefactos que habían sido contrabandeados o robados. Los objetos incluyen placas de cobre, hachas y una espada. Aunque no hay cifras oficiales sobre los objetos robados o saqueados, extraoficialmente se estima que la cantidad de objetos contrabandeados al extranjero u ocultos dentro del país asciende hasta un millón, y aún queda un largo camino por recorrer para recuperar totalmente el patrimonio.