Siria: los drusos lideran las protestas y Assad teme una nueva revuelta
de Dario Salvi

Cientos de miembros de la minoría protestan en Sweida contra la crisis económica, la corrupción, el tráfico de drogas y el bloqueo de los subsidios. Las mujeres también salen a las calles. Son las manifestaciones más impresionantes desde la "Primavera Árabe" de 2011, pero no hay líderes que aporten perspectiva. El presidente suprime los tribunales militares de guerra, escenario de abusos y violaciones.

 


Milán (AsiaNews)- Cientos de ciudadanos que salieron a las calles en Sweida, en la manifestación más impresionante de las últimas semanas, hicieron saltar más de una alarma entre los leales a Bashar al-Assad. El descontento provocado por la crisis económica, la corrupción, el bloqueo de los subsidios y una situación general de tensión han empujado a salir a las calles a los habitantes del bastión druso del sur, mientras en Damasco se plantea recurrir a la fuerza para contener la revuelta. "Es la primera vez - comenta a la AFP un manifestante en la plaza Al Karama - que se reúne una multitud tan numerosa para protestar contra el presidente", mientras vídeos difundidos en las redes sociales muestran escenas que recuerdan los comienzos de la "Primavera Árabe" de 2011 en Da'ra, que luego se extendió al resto del país. Hoy la protesta está encabezada por la comunidad drusa -menos del 3% de la población total- que en los últimos años siempre se ha mantenido al margen de la guerra y ha gozado de mayores concesiones, comenzando por el rechazo del reclutamiento obligatorio.

Al mismo tiempo, en otras zonas continúan los enfrentamientos, sobre todo en la provincia kurda de Deir ez-Zor después de que las Fuerzas Democráticas Sirias arrestaron a Ahmad al-Khabil, jefe del Consejo Militar local, acusado de malversación de fondos, tráfico de drogas y connivencia con el gobierno. También estallaron enfrentamientos en la vecina provincia de Hassaké entre el ejército sirio, combatientes de las FDS y rebeldes proturcos. En un contexto de confusión y tensión, cabe recordar la decisión del presidente Assad de abolir los tribunales militares de guerra, institución extrajudicial creada en 1968 para reprimir la disidencia política.

La bomba de la pobreza

En las protestas los manifestantes piden "dignidad, libertad de los presos políticos y soluciones para la crisis económica" que ha causado más víctimas que el propio conflicto: la "bomba de la pobreza", como la definió el nuncio apostólico en Damasco, Card. Mario Zenari. Según el último informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en Siria se está viviendo una de las mayores crisis del mundo, con más de 12 millones de desplazados. A estos se suman más de 5,4 millones de personas que viven como refugiadas en países vecinos. Además, cerca de 14,6 millones de personas necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir como consecuencia de una economía destruida debido a la devaluación de la lira siria, la pandemia de Covid-19, el aumento de la inflación y la irrefrenable escalada del precio de los combustibles.

Las sanciones internacionales impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea, así como el control de las fuerzas kurdas apoyadas por Estados Unidos en la zona del noreste, donde se concentran los yacimientos petrolíferos, provocan frecuentes y prolongados cortes de energía. También hay problemas críticos en el suministro de las fuentes de energía que afectan la calefacción, la iluminación de las casas, la conservación y cocción de los alimentos, la falta de combustible y la producción industrial, todo lo cual alimenta un sentimiento generalizado de frustración. Muchos se han quedado sin alimentos y artículos de primera necesidad, medicamentos, servicios básicos y, en los últimos tiempos, sin subsidios. Es una emergencia de dimensiones dramáticas: según Human Rights Watch (HRW), alrededor del 90% de la población siria vive por debajo del umbral de pobreza y 12,4 millones de personas padecen condiciones de inseguridad alimentaria.

Los drusos, corazón de la revuelta

En este momento el epicentro del descontento es Sweida, un bastión druso donde miles de habitantes salen todos los días a las calles para manifestarse contra el régimen y la comunidad internacional, que parece haber olvidado la "cuestión siria". La protesta se ha extendido hasta abarcar ciudades controladas por el gobierno, como Alepo, Da'ra, Deir Ezzor y Jableh. En respuesta, las fuerzas de seguridad también reaccionaron utilizando proyectiles con fines intimidatorios. Abu Ali, de 66 años, de Da'ra, dice que quiere vivir "con dignidad y libertad". "Lo primero que pedimos - explica - es que liberen a los presos políticos y conocer el destino de los desaparecidos", que son más de 100.000, según las estimaciones de la ONU. Los desórdenes han planteado nuevos interrogantes sobre la capacidad de resistencia del gobierno, precisamente cuando los países árabes están restableciendo relaciones con Damasco y han acogido de nuevo a Assad en la Liga Árabe. Las demandas incluyen la reducción de los precios de las materias primas y tomar medidas enérgicas contra los robos y el comercio multimillonario del captagon, que es la fuente de financiación del propio régimen.

La preocupación por la decadencia moral alimentada por el tráfico de drogas también ha empujado a las calles a muchas mujeres de la comunidad drusa, dispuestas a manifestarse junto con los grupos armados. “Para los drusos - explica el investigador Rami Abou Diab a Al Monitor - mantener y preservar la estructura social es de primordial importancia, es una línea roja. Por eso hay muchas mujeres y personalidades religiosas en las calles”. Shadi al-Dubaisi, de 25 años, de Sweida, reclama justicia en Middle East Eye (MME): "Pedimos que Assad y los autores de la violencia rindan cuentas por los crímenes cometidos".

Perspectivas inciertas

Sin embargo, la idea de que se repita el escenario de 2011, con protestas masivas y una escalada sangrienta del conflicto, parece lejana -por el momento-, teniendo en cuenta además la reciente participación de Assad en la cumbre de la Liga Árabe en Yeda. Aunque el frente radical y los opositores no descartan una "nueva revolución", todavía es demasiado pronto para comprender cuál podría ser la evolución de esta primera ola de descontento. "El levantamiento de Sweida y la actual protesta son el acontecimiento más importante en Siria desde la revolución de 2011", afirma el disidente sirio Yassin al-Haj Saleh, para quien el éxito depende "de que surja un líder interno".

“Dado el altísimo riesgo, estas movilizaciones reflejan un profundo sentimiento de frustración. Además del descontento, la gente sale a la calle porque no cree que haya una solución”, explica Jihad Yazigi, director de The Syria Report. Luego está el problema de la seguridad, con un alto índice de criminalidad y guerras entre bandas, además de la campaña por la liberación de los presos y la información sobre el destino de los desaparecidos. En este contexto resulta emblemático el silencio de los medios afines al poder y el nuevo despliegue de fuerzas en varias zonas para reforzar la seguridad, sobre todo en Damasco, como informa el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).

Pese a todo, sigue predominando un sentimiento de miedo: “Hemos pagado un precio demasiado alto en términos de sangre. En este momento parece imposible que mi ciudad pueda recuperarse”, confiesa un habitante de Homs. Además, señala, Yazigi, Sweida y Da'ra "siguen siendo relativamente periféricas y no se encuentran en el corazón del régimen", representado por "Damasco y la costa mediterránea". La prioridad, advierte, es "garantizar que las protestas no se extiendan a estas ciudades". Un último punto está relacionado con el apoyo del que goza Assad en Moscú y Teherán, que han invertido dinero y recursos para mantenerlo en el poder, mientras que Occidente no ofrece una alternativa creíble. "La fragilidad militar e ideológica de Damasco es real, pero está protegida" por los rusos e iraníes y el estancamiento internacional, explica Yassin al-Haj Saleh, escritor y disidente sirio, a L'Orient-Le Jour (LOJ ). Sólo el tiempo, concluye, puede decir "si el actual movimiento de protesta se convertirá en algo más grande".

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