El Patriarca latino recibe hoy el birrete cardenalicio de manos del Papa Francisco. Avances en el ecumenismo atestiguados por la presencia del Patriarca ortodoxo griego. Una realidad que engloba problemas y desafíos del mundo occidental (la familia) y oriental (el éxodo). La cercanía al Card. Sako y el papel de puente hacia las Iglesias -y credos- de Asia.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Jerusalén es "la Iglesia madre", una realidad en la que "se hablan diferentes lenguas" capaces de entenderse "gracias a la luz del Espíritu que anuncia a Cristo resucitado". Lo dice a AsiaNews el Patriarca de Jerusalén de los Latinos, Pierbattista Pizzaballa, que hoy ha recibido el birrete cardenalicio de manos del Papa Francisco. Entrevistado en la víspera del consistorio, el primer patriarca residente en recibir la púrpura relata los cambios en los 34 años en Tierra Santa, donde se aprende con "esfuerzo" lo importante que es mantener unidas "la justicia, la verdad y el perdón".
Desde 2020 es el 10º Patriarca latino de Jerusalén, el franciscano nació en la provincia de Bérgamo en 1965 y trabaja en Tierra Santa desde 1999. En mayo de 2004 fue elegido Custodio, confirmado en otras dos ocasiones. El 24 de junio de 2016 fue nombrado Administrador Apostólico debido al límite de edad del Patriarca Twal. La jurisdicción abarca a los católicos de rito latino de Israel, Palestina, Jordania y Chipre, y tiene un territorio dividido en 71 parroquias y seis vicariatos.
A continuación reproducimos la entrevista con el Card. Pizzaballa:
Beatitud, usted ha hablado varias veces en el pasado de la "centralidad" de Jerusalén para la Iglesia universal: ¿cuál es su papel hoy?
En primer lugar, es siempre la Iglesia madre, de la que partieron los apóstoles que luego difundieron el Evangelio. Es el punto de partida, y nunca se puede olvidar a la madre no sólo desde el punto de vista histórico, de las raíces, sino que también hay que intentar comprender de qué modelo de Iglesia se parte: el de Pentecostés, una realidad plural en la que se hablan lenguas distintas, que se entienden entre sí, a la luz del Espíritu que anuncia a Cristo resucitado. El otro aspecto a tener en cuenta es que Jerusalén, aún hoy, es un laboratorio en el que las distintas Iglesias, comunidades, religiones conviven entre sí, a veces bien, a veces no tan bien, con fatigas pero también con experiencias muy bellas. Creo que es un laboratorio precioso en el que este experimento que vivimos desde hace tantos siglos se revive hoy, de hecho, en todo el mundo, donde las sociedades son cada vez más plurales.
A menudo se habla de Jerusalén y de Tierra Santa por episodios controvertidos, incluso violentos y conflictivos. ¿Cuál es el elemento que se convierte en símbolo de esperanza?
Llevo 34 años en Jerusalén y recuerdo bien la realidad cristiana cuando llegué, la relación entre las Iglesias, y cómo es ahora. Mañana [hoy para los que leen, ed.] estará presente en el Consistorio el Patriarca [ortodoxo] griego de Jerusalén, que viene como signo de solidaridad: es un ejemplo de que la situación ha cambiado mucho, no es sólo la ciudad del 'statu quo' porque las cosas están cambiando con paciencia y con perseverancia. Este es un elemento fuerte y visible, pero también hay otros aspectos, como las actividades interreligiosas que tienen lugar, en formas públicas y menos públicas, estas últimas quizá incluso las más verdaderas precisamente porque están lejos de los focos y de los medios de comunicación. Es una ciudad que no es generosa con los que tienen prisa y quieren respuestas inmediatas, pero que sabe alimentar de manera muy poderosa a los que buscan algo sólido y necesitan tiempo.
¿Y en vista de su elección como cardenal? Usted será también el primer cardenal residente en la Ciudad Santa.
Hay que trabajar como siempre, siendo conscientes de las responsabilidades que conlleva el cargo. Ser una voz de los cristianos, para los cristianos.
¿Y qué puede aportar a la Iglesia universal?
Recordar a una Iglesia universal que se interroga sobre las orientaciones que debe tomar, sobre los cambios de época que se están produciendo en el mundo y en la Iglesia, que es necesario volver a lo fundamental: la relación con Jesucristo, el Evangelio, sin demasiados adornos, y partir de ahí de nuevo. Hay que volver al corazón del mensaje cristiano.
En la Ciudad Santa, ¿cómo puede definir la relación entre la Iglesia latina y las demás confesiones?
A menudo se habla de la lucha entre las Iglesias por la posesión de los Santos Lugares, una de las etiquetas que lleva. Por supuesto, este elemento ha estado presente en el pasado, no es que las relaciones entre nosotros en este gran condominio sean siempre perfectas, pero hay más armonía, conseguimos vivir muy bien e incluso con todas las limitaciones conseguimos hacer funcionar este "edificio". Las relaciones han mejorado mucho, quizá porque somos pocos y debemos ser conscientes de que es importante tener una sola voz. No siempre es fácil, tenemos sensibilidades diferentes, pero tenemos esta conciencia... ¡saber estar juntos!
Y en cuanto a la población, ¿siempre disminuye?
Sí, el número disminuye por dos razones: en primer lugar, porque tenemos pocas familias, nos casamos menos, y por otro lado está el fenómeno de la emigración, sobre todo entre los jóvenes. Abarcamos los problemas y desafíos del mundo occidental (la familia) y del mundo oriental (el éxodo).
Beatitud, ¿cuáles son las perspectivas de la misión para responder a estas urgencias?
La perspectiva no cambia, al contrario. Debemos ser más ávidos en trabajar por la unidad de la Iglesia católica, entre los diversos ritos que la componen, teniendo en cuenta que para nosotros la unidad no es un elemento abstracto como en Occidente, sino algo concreto. Nuestra Iglesia se extiende por cuatro naciones diferentes que tienen fronteras cerradas, por lo que la unidad significa, en primer lugar, poder encontrarnos físicamente, lo que no es fácil. Somos la Iglesia de Jerusalén, pero la mayoría de nuestros fieles ni siquiera pueden venir a la ciudad santa. Ninguna religión es una isla en sí misma e incluso en nuestra relación con otras confesiones debemos ser conscientes de que nuestros problemas no pueden resolverse mirándonos sólo a nosotros mismos, a nuestro propio ombligo, sino que debemos partir del otro, mirar al otro, escuchar al judaísmo, al islam. Tenemos que ser conscientes de que formamos parte de un complejo muy intrincado de relaciones y de que nadie por sí solo puede encontrar la solución.
El hecho de ser una Iglesia compuesta también por emigrantes, ¿ayuda a la apertura?
Este hecho aporta un elemento más de complejidad. Pero, al mismo tiempo, hace que la vida de la Iglesia de Jerusalén sea aún más colorida, más universal.
Una realidad en la que también se entremezclan fuertemente los elementos religiosos y políticos, que recientemente la condenó definiéndose como "vergonzosa" por lo que está sucediendo en las Iglesias rusa y ucraniana en plena guerra...
Utilicé una expresión fuerte para subrayar que la Iglesia necesita siempre mantener su libertad. No se puede ser libre de proclamar el Evangelio, de hablar de reconciliación y perdón, de salvación, si no se está libre de las circunstancias políticas, de poder, que en cambio tienen dinámicas completamente diferentes y totalmente enfrentadas. Sobre todo en un contexto de conflicto como el nuestro, la Iglesia -y las religiones en general- deben tener un papel político en un sentido elevado, deben dar orientaciones, indicaciones, utilizar un lenguaje que no sea excluyente, pero teniendo en cuenta que pertenecemos a la humanidad común y que debemos partir de ahí. En Jerusalén siempre habrá judíos, cristianos y musulmanes con los que tendré que tratar. Partir del supuesto "yo y no el otro" es negar la realidad, por tanto negar mi fe en Dios que debe iluminar mi vida civil, no sólo mi vida religiosa.
¿Es también por eso por lo que ha adoptado posturas firmes en el pasado reciente, cuando se produjeron graves actos de violencia y abusos contra los cristianos?
Por supuesto! En Jerusalén se aprende, con dificultad, un elemento fundamental: el de mantener unidas las exigencias de justicia, verdad y perdón. No hay un antes y un después, porque son tres factores que deben ir juntos. No se puede no hablar de justicia, donde se niega la justicia, pero si sólo se habla de justicia puede convertirse en justicialismo que puede crear otras injusticias. Hay que usar palabras de verdad, que pueden ser un consuelo, pero también hay que hablar de perdón y reconciliación, de lo contrario se cierran las perspectivas y de la justicia se pasa a la venganza.
La mezcla de las esferas política y religiosa, por ejemplo, es evidente en el asunto del Patriarca de los Caldeos de Bagdad. Usted es una de las pocas voces que se alzan en su defensa...
Viviendo en Jerusalén sé muy bien lo que significa, como pastor, sentirse a veces desoído o aislado. En esos momentos, independientemente de las valoraciones sobre la idoneidad de los métodos, era importante decirle al Card. Sako que "no estás solo, estamos contigo".
Beatitud, ¿cómo evolucionan las relaciones con el mundo judío y musulmán?
No tenemos muchas ocasiones de evaluación teórica o intelectual, pero siempre partimos de la vida en común. Tenemos realidades muy bellas de escucha, de diálogo, de solidaridad y otras más fatigosas. Pero después de muchos años, puedo decir que así será con nosotros, siempre tendremos belleza y alguien que quiera desfigurarla.
Para concluir: ¿tiene también la ciudad santa un papel de "puente" hacia Oriente, hacia las Iglesias de Asia y la propia China, muy cercana al corazón del Papa Francisco?
Jerusalén, como toda la Tierra Santa, es el punto de encuentro y de choque entre Oriente y Occidente. Quienes se interesan por una vida espiritual, una vida de fe, quienes desean comprender la vida religiosa, no pueden ignorar la herencia y el vínculo que ha aportado a miles de millones de personas. En Asia está el Islam, que está creando tantos desafíos, pero también hay países con profundas raíces cristianas como Filipinas... de manera más amplia, con dinámicas diferentes, pero hay un terreno común, una raíz común, una semilla común que es Jerusalén, que sigue siendo central en la vida de la Iglesia y del mundo.
(Foto tomada de la página web del Patriarcado Latino de Jerusalén)