El regreso de Prayut como consejero del rey refleja la fragilidad de la democracia tailandesa
de Steve Suwannarat

La decisión de nombrar al ex general fue recibida con asombro e irritación. Una  personalidad “antiliberal” más en una posición de gran influencia. El sistema institucional del país parece cada vez más débil y controlado. El gobierno tiene los números necesarios para emprender las reformas, pero está deslegitimado por la mayoría que lo expresa.

 


Bangkok (AsiaNews)- La decisión de nombrar consejero privado de la monarquía al ex general Prayut Chan-ocha - que hasta julio pasado fue primer ministro al frente de un gobierno pro militar, y anteriormente presidente de la Junta que asumió después del golpe de Estado en mayo de 2014 - fue recibida con asombro e irritación. No tanto o no sólo por el currículum de Prayut, sino también porque confirma lo que de hecho ha sido durante décadas una tradición, que ha colocado a personalidades diferentes pero esencialmente antiliberales en una posición de gran influencia. Junto con él se encuentran ahora, en el Consejo Privado de 19 miembros, otros siete protagonistas del golpe de Estado. Por otra parte, el nuevo nombramiento coincide con el décimo aniversario de las protestas masivas de grupos pro monárquicos y nacionalistas que, tres años después de la represión de los Camisas Rojas en el centro de Bangkok encabezadas precisamente por el general Prayut, allanaron el camino para el golpe de Estado del 22 de mayo del año siguiente.

Alegando haber intervenido para restablecer la paz en las calles de la capital, después de las tensiones y desórdenes provocados por el partido que habitualmente simpatiza con el control de las Fuerzas Armadas, Prayut encabezó un gobierno autoritario hasta 2019. Luego lo reemplazó por uno que estaba formalmente en manos civiles durante los cuatro años siguientes, reciclándose como presidente del Palang Pracharath, un partido controlado por la cúpula militar. Fue derrotado en mayo, pero luego se integró en un Parlamento que ahora se encuentra en manos de grupos que, uniendo ideologías y tradiciones opuestas en nombre del poder, desbancaron Move Forward, el partido que había ganado las elecciones, progresista y favorable a una revisión del papel y la influencia de las élites tradicionales.

Hoy Tailandia se caracteriza por una democracia débil y controlada. Pero, por otra parte, el nuevo cargo de Prayut pone fin a un período de veinte años en los que cada victoria electoral de los partidos políticos opuestos a los gestores tradicionales del poder fue primero obstaculizada y finalmente anulada por decisiones judiciales o militares.

Mientras tanto, Tailandia ha perdido fuerza y se encuentra sumida en la incertidumbre y la desconfianza, en disturbios callejeros y represión, y ha entrado en una grave crisis económica y un estancamiento social y cultural. Un país de 67 millones de habitantes, dotado de un enorme potencial, hoy está siendo gobernado en primer lugar para impedir cualquier cambio. El gobierno de coalición que encabeza Srettha Thavisin tiene los números necesarios por lo menos para avanzar en términos de reestructuración económica, pero también sabe que se encuentra deslegitimado, en parte por la alianza que lo expresa y en parte porque es incapaz de rechazar las opciones y decisiones que le imponen.