05/10/2015, 00.00
SIRIA
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​Obispo de Alepo: La destrucción en Palmira, una advertencia del Estado Islámico a Occidente

Los milicianos hicieron estallar el arco del triunfo, una obra del período romano que tenía dos mil años de antigüedad. Mons. Audo: "Acto de propaganda contra Europa y los Estados Unidos, destinado a demostrar su fuerza”. Occidente está sordo al sufrimiento de la población y la situación se vuelve cada vez más dramática. Se necesitan la “paz” y una “solución política” al conflicto.

Alepo (AsiaNews) - “No se trata de un mensaje interno, para Siria, sino de una advertencia a la comunidad internacional, particularmente a los Estados Unidos y a Europa, por ser ellos quienes prestan mayor atención a los bienes y hallazgos arqueológicos”. Es cuanto afirma Mons. Antoine Audo, Arzobispo caldeo de Alepo, al ser entrevistado por AsiaNews, y comentar la destrucción llevada a cabo por el Estado Islámico del arco de triunfo de Palmira, obra de la época romana, de casi dos mil años de antigüedad. Los milicianos han “pulverizado” el monumento, dentro de un área que, no obstante permanece ya hace tiempo en su poder, está destinada a ser “condenada” como refiere el Jefe del Departamento de Arqueología de Bienes Antiguos del gobierno sirio Maamoun Abdulkari. Comentando este nuevo ataque al patrimonio cultural, el prelado explica que “a través de estos gestos, los milicianos quieren demostrar al extranjero cuál es su fuerza, su violencia, el dominio que detentan sobre el mundo árabe y musulmán. Es un acto de gran propaganda mediática”. 

La directora general de la UNESCO, Irina Bokova, habla de “crímenes de guerra” y solicita ayuda a la comunidad internacional, a fin de que se una contra un movimiento criminal que “priva al pueblo sirio de la posibilidad de un conocimiento de sí mismo, de su identidad y de su Historia”. A fines de agosto los milicianos - que consideran a los templos y estatuas como objetos "paganos" - difundieron en la web cinco fotografías, que retrataban a algunos combatientes en la tarea de colocar explosivos dentro del templo de Baal Shamin y en sus muros adyacentes. 

El Estado Islámico (EI), que ha conquistado amplias porciones de territorio en Siria e Irak, en el pasado mes de mayo arrancó a las fuerzas fieles a Bashar al-Assad la ciudad de Palmira. Además de haber destruido templos y piezas arqueológicas, poco después de mediados de agosto, decapitó, en una ejecución pública, al director del sitio, Khaled al Assad, quien se había negado a revelar el lugar en el cual se habían ocultado gran parte de las piezas, antes de la llegada de los milicianos.

Este nuevo ataque al patrimonio cultural sirio es tan sólo el último de una serie de episodios de alta propaganda bélica del EI, mientras que se intensifican los bombardeos de Rusia contra los jihadistas y los otros movimientos que se oponen al presidente Bashar al Assad. Occidente acusa a Moscú de asestar un golpe a facciones "moderadas" contra el régimen. La vecina Turquía  - quien hace un tiempo está en cortocircuito con el Kremlin, por estar sospechada de "favorecer" a los milicianos - habla de una campaña “inaceptable”. Ankara denuncia en estas horas la confiscación de un jet ruso, que habría violado el espacio aéreo turco. 

El arzobispo caldeo de Alepo, en una entrevista con AsiaNews, habla de una “situación dramática” que tiende a empeorar cada vez más. “La gente se ha vuelto pobre, está enferma, no hay dinero para comprar alimentos, todo es caro”. Mientras tanto, los milicianos continúan “difundiendo sus mensajes, quieren hacer comprender que son potentes y que tienen medios para generar miedo. Y también Occidente -advierte- está en peligro frente a estos grupos extremistas”. La escalada de violencia y terror complica aún más la situación, ya de por sí frágil, de la comunidad cristiana, que registra un éxodo de familias y jóvenes que “parece no terminar”. 

“La Iglesia obra para mantener viva y activa esta presencia cristiana en Medio Oriente y Siria - prosigue el prelado - como signo de pluralidad y dignidad. Sin embargo, nos parece que Occidente no presta atención a este aspecto; la desaparición de los cristianos sería una pérdida no sólo para las Iglesias orientales, sino también para el Islam mismo; sin esta presencia quedaría sólo el espacio para la violencia pura y llana, una violencia que en parte es buscada, para poder seguir destruyendo”. La Iglesia siria, concluye Mons. Audo, busca, dentro de lo posible, “dar un futuro a las familias y a los jóvenes, ofreciendoles educación, alimentos, atención médica y apoyo psicológico; pero si no hay paz, sin una solución política, la guerra y la violencia están destinadas a continuar”. 

Desde marzo de 2011, fecha en que comenzaron los enfrentamientos entre el gobierno de Assad y una multiforme coalición de opositores, han muerto más de 240.000 personas. Los desplazados, de acuerdo a los datos brindados por la Naciones Unidas, son casi 10 millones. Al menos 4 millones de ellos han optado por huir a los países limítrofes – Turquía, Líbano, Jordania e Irak –, mientras que otras 150.000 personas han solicitado asilo a la Unión Europea. Los otros 6.5 millones restantes son desplazados internos, es decir, personas que han tenido que abandonar todo, pero que han elegido permanecer en el país.(DS)

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