15/09/2021, 15.03
VATICANO - ESLOVAQUIA
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El Papa: no se puede reducir la fe a azúcar que endulza la vida

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Los cristianos "son tejedores de diálogo allí donde las posiciones se endurecen, que hacen resplandecer la vida fraterna allí donde a menudo en la sociedad hay división y hostilidad, que difunden el buen perfume de la acogida y de la solidaridad allí donde los egoísmos personales y colectivos predominan con frecuencia, que protegen y cuidan la vida donde reinan lógicas de muerte".

Bratislava (AsiaNews) – “No se puede reducir la fe a azúcar que endulza la vida. Jesús es signo de contradicción”, y por tanto los cristianos no deben ser hostiles al mundo, sino signo de contradicción”, abiertos al diálogo, a la acogida y a la solidaridad, defensores de la vida”. Es el último mensaje que el Papa Francisco dio desde Eslovaquia: una exhortación y una advertencia sobre cómo ser cristianos. 

El Santuario Nacional de Šaštín, donde Francisco celebró la última misa de su viaje, está dedicado desde 1700 a Nuestra Señora de los Siete Dolores (en la foto), la patrona del país, cuya fiesta se celebra hoy. Más de 60.000 personas se congregaron frente al santuario que alberga una Piedad de madera del siglo XVI -declarada milagrosa en 1732, tras haber examinado 726 casos- y a la que Francisco regaló una rosa de oro. La presidenta de la República, Zuzana Čaputová (en la foto), también estuvo presente.

En su homilía, el Papa habló de María como "modelo de la fe" y, por tanto, de cómo ser cristianos "proféticos". "No se trata de ser hostiles al mundo, sino “signos de contradicción” en el mundo. Cristianos que saben mostrar con su vida la belleza del Evangelio, que son tejedores de diálogo allí donde las posiciones se endurecen, que hacen resplandecer la vida fraterna allí donde a menudo en la sociedad hay división y hostilidad, que difunden el buen perfume de la acogida y de la solidaridad allí donde los egoísmos personales y colectivos predominan con frecuencia, que protegen y cuidan la vida donde reinan lógicas de muerte”. 

La celebración en el santuario comenzó poco después de las 9 de la mañana (hora local) con un momento de oración del Papa con los obispos, que rezaron juntos la oración para encomendarse a la Virgen de los Siete Dolores y a la que Francisco dedicó su reflexión. “Como Virgen Inmaculada -dijo-, María es icono de nuestra vocación. Como Ella, estamos llamados a ser santos e irreprochables en el amor (cf. Ef 1,4), siendo imagen de Cristo. En María, dijo, “reconocemos tres características de la fe: el camino, la profecía y la compasión”. En primer lugar, la fe de María es una fe que se pone en camino, va a casa de su prima”. “No consideró un privilegio el haber sido llamada a convertirse en Madre del Salvador, no perdió la alegría sencilla de su humildad por haber recibido la visita del Ángel, no se quedó quieta contemplándose a sí misma entre las cuatro paredes de su casa. Al contrario, vivió el don recibido como una misión a cumplir, sintió la exigencia de abrir la puerta y salir de su casa, dio vida y cuerpo a la impaciencia con la que Dios quiere alcanzar a todos los hombres para salvarlos con su amor. Por eso María se puso en camino. A la comodidad de la rutina prefirió las incertidumbres del viaje; a la estabilidad de la casa, el cansancio del camino; a la seguridad de una religiosidad tranquila, el riesgo de una fe que se pone en juego, haciéndose don de amor para el otro”. 

“La fe de María también es una fe profética”. María demuestra que “ante Jesús no se puede permanecer tibio, con ‘el pie en dos zapatos’. Acogerlo significa aceptar que Él desvele mis contradicciones, mis ídolos, las sugestiones del mal; y que sea para mí resurrección, Aquel que siempre me levanta, que me toma de la mano y me hace volver a empezar”.

“Por último, María es la Madre de la compasión”. Ella “está al pie de la cruz. No escapa, no intenta salvarse a sí misma, no usa artificios humanos y anestésicos espirituales para huir del dolor. Esta es la prueba de la compasión: permanecer al pie de la cruz. Permanecer con el rostro surcado por las lágrimas, pero con la fe de quien sabe que en su Hijo Dios transforma el dolor y vence la muerte. Y también nosotros, mirando a la Virgen Madre Dolorosa, nos abrimos a una fe que se hace compasión, que se hace comunión de vida con el que está herido, el que sufre y el que está obligado a cargar cruces pesadas sobre sus hombros. Una fe que no se queda en lo abstracto, sino que penetra en la carne y nos hace solidarios con quien pasa necesidad. Esta fe, con el estilo de Dios, humildemente y sin clamores, alivia el dolor del mundo y riega los surcos de la historia con la salvación”.

“Los llevo a todos en el corazón”, fue el saludo final. Desde el Santuario, Francisco viajó directamente hasta el aeropuerto. Tras una breve ceremonia de despedida, partió con destino a Roma, donde se espera su arribo a las 15:30 horas. (FP)

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