19/09/2017, 12.53
RUSIA
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El santo zar Nicolás y Matilde, la bailarina polaca

de Vladimir Rozanskij

Manifestaciones, amenazas, incendios de salas cinematográficas por la película “Matilde”, que narra la relación amorosa entre el futuro zar y la joven bailarina del teatro imperial. Los nacionalistas gritan al escándalo patriótico y religioso (el zar fue canonizado en el año 2000). Organizan peregrinaciones reparadoras. La Iglesia ortodoxa sugiere prohibir la protección de la película.

Moscú (AsiaNews)- Desde hace diversos meses Rusia está agitada por un escándalo más bien singular, que está poniendo al desnudo los sentimientos de la población respecto a la identidad misma del país. Los rusos se están disputando por una especie de telenovela, sobre la vida del último zar que revoca en una película y su relación con una bailarina polaca.  

La película “Matilde”, dirigida por el cineasta Aleksej Uchitel’, ni siquiera está todavía oficialmente en el comercio y fue proyectado sólo en algunas salas de Vladivostok, en el extremo oriente del país. La proyección para el gran público está prevista para para fines de octubre, pero arriesga no llegar a las salas, si bien la polémica sobre los contenidos está rindiendo espasmódica la espera por su visión. La película narra la historia de la relación romántica entre el heredero al trono de 22 años, Nikolaj Romanov, futuro zar y la bailarina polaca de 18 años, del teatro imperial Matilde Kshesinskaya, desde el momento de la coronación de Nicolás II en 1896.      

De las escenas presentadas en el filmado, se intuye que entre el joven emperador, su esposa Alejandra y la bailarina había una especie de triángulo amoroso, similar al matrimonio “demasiado lleno de gente” de Carlos y Diana de Inglaterra. En la historia la zarina reviste el rol de la arpía celosa y vengativa, lista para atacar con un cuchillo a la joven rival. Tales elementos se ven en muchas telenovelas de todas las latitudes, si no que Nicolás y la muere fueron canonizados en el año 2000, junto a los otros miembros de la familia imperial, como santos mártires de la Iglesia Ortodoxa, asesinados en Ekaterinburg en el verano de 1918 por los bolcheviques. Sus despojos, si bien en la incertidumbre de su autenticidad, descansan en la catedral de los Santos Pedro y Pablo en San Petersburgo, en una capilla construida junto a las tumbas de los otros zares de la dinastía de los Romanov.

Nacionalistas escandalizados

Después de la aparición de las primeras partes en 2016, en el país se desencadenó una ola de indignación, en defensa de los sentimientos religiosos y de la veneración de la sagrada figura del zar. La que inició esta campaña anti-Matilde fue la joven diputada de la Duma de estado, Natalia Poklonskaja, personaje conocido en las cruzadas rusas de los últimos años. En febrero de 2014 tenía el cargo de procurador en una ciudad provincial de Crimea, cuando inició el conflicto entre rusos y ucranianos y sus polémicas dimisiones fueron la señal de la revancha patriótica de los rusos en la península. Después del referéndum sobre la anexión a Moscú, Poklonskaja fue nombrada por Putin como procuradora general de la nueva Crimea rusa. En ese rol se distinguió por la cruel represión contra la minoría tártara en la región, antes de ser “promovida” al Parlamento en 2016. Después de haber dado el inicio a las protestas contra “Matilde”, la diputada declaró también que asistió al lagrimeo milagroso de un busto de Nicolás II, por ella muy venerado, en una capilla de Simferópolis en Crimea.

La Poklonskaja se convirtió en vocero de un movimiento nacionalista llamado “Cruz del zar”, que había denunciado la película porque contiene graves tergiversaciones históricas y ofensivo a los sentimientos religiosos, sobre todo por las escenas eróticas de las relaciones íntimas entre Nicolás y Matilde. La polémica continuó creciendo de nivel por todo el 2017, hasta el paroxismo de las últimas semanas. En agosto el fletador cinematográfico monopolista en Ingushetia, una región de la Federación rusa (por otro lado de mayoría musulmana), rechazó proyectar la película en sus salas. A continuación han manifestado el mismo rechazo los gestores de las salas de Kemerovo, ciudad de Siberia y de algunos circuitos de gestores en todo el país. Desde el inicio de agosto se activó contra la película un movimiento ortodoxo radical, llamado “Cuarenta cuarentenas” (un término medieval para indicar el conjunto de iglesias de Moscú), que anunció querer organizar protestas masivas contra la proyección de la película, realizando vigilias de oración y peregrinaciones reparadoras.

Las amenazas y las acciones

Otro movimiento, aún más extremista, llamado “Estado cristiano-Santa Rusia”, envío cartas con amenazas a los directores de las salas cinematográficas, amenazándolos y que renuncien al alquiler de “Matilde”. En las cartas se llega a anunciar posibles daños e incendios de las salas que rechacen acatar el pedido.

Desde fines de agosto, de hecho, se verificaron diversos incendios de salas cinematográficas en Moscú, S. Petersburgo, Ekaterinburg y en otras ciudades, acompañado por actos de vandalismo de varias entidades, hasta chocar los coches contra las vidrieras de los cenes. El líder de “Estado cristiano”, Aleksandr Kalinin, negó la responsabilidad de los atentados. Los representantes políticos, incluido el mismo Putin, hasta ahora han tímidamente intentado defender al cineasta Uchitel’, presentándolo como un “buen patriota”, en nombre de la libertad artística.

Mucho más negativas fueron la toma de posición de diversos jerarcas de la Iglesia ortodoxa, que apoyaron la idea de la prohibición de la proyección de la película. El obispo Tikhon (Ševkunov), “padre espiritual” de Putin, puso el acento sobre la falsificación histórica, declarando que la relación entre el futuro zar Nikolaj se habían interrumpido mucho antes de su coronación. El patriarca Kirill evitó intervenir directamente en la disputa.

La polémica promete un aumento en las próximas semanas, evidenciando los diversos matices de la ideología patriótica rusa: aquella más radical, que parece más difundida y agresiva de cuanto se pensase, la “de Estado”, más ideológica y de soberanía y aquella de la misma Iglesia, en general más moderada, pero con expresiones que se sobreponen a las primeras dos. La bailarina polaca, símbolo de las tentaciones del Occidente degradado, continúa todavía conmoviendo a las almas de la Santa Rusia.

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