01/11/2022, 11.11
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Evin, el ‘agujero negro’ de la represión de los ayatolás en Teherán

de Dario Salvi

La cárcel data de la época del Sha y es el lugar donde se cometen las peores atrocidades de la República Islámica. En su interior encierran y ejecutan a presos comunes, activistas y disidentes. Hay numerosos informes sobre abusos y violaciones de los derechos humanos extremadamente graves. A mediados de octubre, un misterioso incendio paralizó las instalaciones durante horas. Anuncian un juicio público contra mil acusados, por su participación en las protestas por Mahsa Amini.

Milán (AsiaNews) - Evin es un agujero negro que, desde hace 50 años, se traga a disidentes, activistas, opositores, ciudadanos con doble nacionalidad hostiles al régimen o turistas extranjeros incautos, atrapados en las redes de la represión o utilizados como moneda de cambio con las potencias internacionales. Un lugar de violencia y terror, de abusos y torturas, donde la violación se utiliza sistemáticamente, contra mujeres y hombres, para extraer confesiones o como un medio más de coacción. Todo esto, y mucho más, surge de los testimonios sobre la infame prisión de Evin. Situada en las afueras de Teherán, la cárcel es un símbolo de las garras de la revolución islámica y se utiliza para silenciar a quienes se oponen a la dictadura. Muchos no lograron salir jamás de este lugar donde en silencio, se ejecutan las sentencias de muerte en la horca -y muchas otras se simulan como medio de presión- y se informa a los familiares del ajusticiado cuando el hecho ya se ha consumado.

La cárcel volvió a ser noticia a mediados de octubre a raíz de un devastador incendio cuyo origen sigue siendo misterioso -y jamás fue aclarado por las autoridades. Durante varias horas, el siniestro sacudió a una nación ya marcada por la muerte de la kurda Mahsa Amini, de 22 años, a manos de la policía de la moral, tras ser detenida a la salida del subterráneo metropolitano por llevar el hiyab de forma incorrecta. El crimen sacudió las conciencias y desencadenó protestas callejeras que continúan 40 días después y están siendo reprimidas de forma sangrienta por Teherán. El gobierno iraní anunció ayer un "juicio público masivo" por "subversión" contra un millar de acusados por su participación en las manifestaciones.

 

La universidad del terror

La prisión de Evin, en el suburbio homónimo de la capital, es un centro de detención que se utiliza desde su creación en 1972 -en tiempos del Sha de Persia, siete años antes de la Revolución Islámica de 1979- para albergar a presos políticos. Con el ascenso de los ayatolás, se creó un ala apodada "Universidad de Evin" debido al elevado número de estudiantes e intelectuales encerrados en ella. Según activistas y grupos independientes, en la prisión se produjeron "graves violaciones de derechos humanos y abusos de todo tipo" contra disidentes políticos y críticos del gobierno. Durante más de 40 años, ha sido un símbolo del régimen autoritario de la República Islámica, donde los incidentes y las revueltas -a diferencia de lo ocurrido a mediados de octubre- rara vez salen de los muros de la prisión y se dan a conocer al público en general.

 

De los relatos que lograron sortear la censura y los ex presos que lograron salir de allí  se desprende que las instalaciones están divididas en tres áreas bien definidas, con edificios y ministerios de referencia relacionados: una para los delitos comunes, una segunda bajo el control de los servicios de inteligencia y una tercera específica para los presos políticos, incluidos los extranjeros. Esta última sección ha estado especialmente saturada en el último tiempo, debido a la ola masiva de detenciones en respuesta a las manifestaciones por el asesinato de Mahsa Amini. Evin es famosa precisamente por ser el lugar donde se encierra a todos los disidentes políticos, algunos de los cuales son luego ejecutados como ocurrió en 1988 en las ejecuciones masivas ordenadas -o al menos avaladas- por una comisión de la que también formaba parte el actual presidente Ebrahim Raisi.

Incluso antes de la Revolución Islámica, la prisión era famosa por los maltratos y abusos, que empeoraron con el ascenso de los ayatolás. Grupos de activistas, como Amnistía Internacional, han publicado numerosos informes en los últimos años en los que se denuncian "latigazos, simulacros de ejecución, violencia sexual, denegación de tratamiento médico, torturas como el ‘submarino’ y la picana eléctrica". A los presos se les niegan derechos básicos como el acceso al aire, la alimentación, el tratamiento médico y la educación, una iluminación adecuada y las visitas de los familiares, incluso el contacto con los abogados.

En teoría, el centro penitenciario debía albergar a los detenidos en espera de juicio, para ser trasladados a otras instalaciones como Ghezel Hesar o la prisión de Gohardasht. Sin embargo, Evin se ha convertido en una especie de campo de concentración donde los presos en espera de juicio viven y sufren durante años antes de comparecer ante los tribunales. A pesar de que la prisión puede alojar un máximo de 3.000 detenidos, hay 15.000 presos en su interior, divididos en 12 pabellones superpoblados.

Los pabellones más temidos están bajo el control de los Guardianes de la Revolución (Pasdaran) y de los servicios de inteligencia: aquí se cometen las peores atrocidades contra los prisioneros "especiales" que reciben una "atención especial".

 

Un incendio misterioso

A mediados de octubre, se vivieron horas de terror tras un misterioso incendio y testimonios de disparos en la cárcel de Ervin. Tras una fase inicial de confusión, las autoridades de Teherán impusieron una estricta censura sobre el tema, bloqueando las comunicaciones con el exterior. Según informó la justicia, los hechos culminaron con ocho muertos, cuatro de ellos por haber inhalado los gases nocivos provocados por el incendio, y 61 heridos. La versión oficial añade que los ocho muertos habían sido detenidos y condenados por robo, mientras que los autores del incidente fueron "gamberros", cuyos nombres no trascendieron, que prendieron fuego "a un depósito de ropa" dentro del centro de detención. Se produjeron violentos enfrentamientos entre los propios presos y luego entre los guardias de la prisión y los reclusos que gritaban "muerte al dictador" y "muerte a Jamenei", el líder supremo de Irán. Sin embargo, la versión no convence a los activistas y a los familiares de los detenidos, empezando por el número de muertos, que en realidad sería mucho mayor.

El sitio web activista cristiano Article18 recogió testimonios que dan cuenta de "disparos", vídeos de cascos de "balas" y "explosiones" en la prisión. "Fue una noche infernal para nosotros. No teníamos ni idea de lo que estaba pasando allí dentro”, dice el familiar de un detenido “Cuando finalmente logramos contactarnos, oímos el sonido de disparos y el teléfono se desconectó". A la mañana siguiente", continuó otra fuente -anónima por razones de seguridad- "un familiar nos llamó para decir que estaba bien. Añadió que la mayoría de los presos del pabellón 8 habían ayudado a apagar el incendio [originado en el pabellón 7] con todas las herramientas que pudieron conseguir, desde cubos de arena y contenedores hasta mangueras de agua".

Steven Beck, experto en audio forense e investigador de la Universidad Carnegie Mellon, analizó las imágenes de vídeo facilitadas por The Washington Post y descubrió que se habían efectuado más de cien disparos y que el sonido era "consistente con una AK-47 [Kalashnikov]", así como con pistolas y rifles. Otras dos explosiones "coinciden con el uso de granadas", versión confirmada por otro experto en armamento, Amael Kotlarski, según el cual se dispararon granadas aturdidoras en el interior de la prisión, mientras que uno de los incendios fue supuestamente provocado de forma intencional cuando los reclusos aún estaban en sus celdas.

Las autoridades desplegaron brigadas de seguridad, incluidas las milicias Basij y las unidades especiales de la policía, para sofocar los disturbios utilizando porras, municiones de combate, balines metálicos y explosivos en abundancia. En el caso hay muchos elementos que aún siguen siendo turbios. Los observadores independientes y las ONG piden una "investigación independiente" para determinar el "uso atroz e ilegal de la fuerza" por parte de las brigadas de seguridad. Sin embargo, el temor -o la certeza- es que este caso también sea absorbido por el "agujero negro" que es Erbin. 

 

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