18/07/2017, 12.42
RUSIA
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Kirill en Valaam: ‘El mal no puede dominar para siempre; al final, el bien siempre triunfa’

de Vladimir Rozanskij

La visita del Patriarca ortodoxo de Moscú al monasterio sobre el Lago Ladoga. Bajo el ateísmo soviético de los años ’60, el monasterio estuvo en ruinas; hoy “está refloreciendo con una fuerza inesperada”. También estuvo presente Vladimir Putin.

Moscú (AsiaNews) - “La restauración completa del monasterio del Santísimo Salvador de la Transfiguración de Valaam, nos demuestra que el bien, al final, vence sobre el mal”: es lo que declaró el Patriarca de Moscú y de toda Rusia, Kirill (Gundjaev) durante la homilía por la fiesta de la comunidad. Como todos los años, el Patriarca visita la isla monástica situada sobre el lago Ladoga, al norte de San Petersburgo, en el día de la fiesta de los fundadores Sergij y German de Valaam (11 de julio). Este año, para celebrar que el monasterio ha retomado el desarrollo de su misión de manera completa, en la celebración también participó el presidente, Vladimir Putin.

El santuario sobre la isla del norte es uno de los lugares simbólicos de la primera evangelización de la tierra rusa. Según cuenta la leyenda, el mismo apóstol San Andrés se dirigió al lago junto a la frontera con Finlandia, luego de haber visitado las regiones de Constantinopla y Kiev, y tras dispersar a los paganos, plantó una cruz sobre la isla donde luego, casi mil años después, surgiría el monasterio. En efecto, mucho antes del primer bautismo de la Rus de Kiev del año 988, las tribus de Eslavos y Varegos (normandos) comenzaron a fusionarse en el extremo norte, zona conocida como la Rus de Ilmen a la cual los escandinavos denominaban la Gardariki, tierra de las ciudades (gard) y de lagos.

La antigua Rus se funda para conectar el norte con el sur, el “camino de los Varegos a los griegos”, a lo largo del cual viajaban pieles, cera y miel, y sobre la cual se instaló el cristianismo bizantino-eslavo, que se convirtió en un puente entre Oriente y Occidente. El monasterio de Valaam representa las raíces de aquella gran edificación de una parte extrema de la Europa cristiana. Conoció su máximo esplendor en el ‘500, cuando llegó a contar casi 1000 monjes, para luego ser progresivamente abandonado y luego clausurado de manera definitiva, durante la guerra entre soviéticos y finlandeses, en 1940.

El patriarca, cuya ciudad natal, al igual que el presidente,  es San Petersburgo, recordó haber visitado la isla siendo un joven monje, en 1969, cuando tuvo la impresión de que toda esperanza de renacimiento del monasterio estaba perdida. Muy por el contrario, cincuenta años después de su clausura, en 1990, comenzó la reconstrucción. “El Señor ha levantado del polvo el convento, no sólo los muros del monasterio, que hoy resplandecen con una belleza incluso superior a la del pasado, sino la misma vida monástica, que hoy reflorece con una fuerza inesperada”, afirmó Kirill.

El jefe de la Iglesia rusa quiso infundir ánimo en todos aquellos que hoy caen presa del desconsuelo y la desesperación, frente a las crisis e incertidumbres de la vida contemporánea: “El mal no puede dominar para siempre, éste siempre será derrotado. A veces no basta una vida para asistir a su ruina, y otras, en cambio, nos volvemos testigos vivientes de la victoria del bien”.

Al día siguiente, el 12 de julio, el Patriarca celebró una liturgia solemne en la catedral de San Pedro y San Pablo, en San Petersburgo, lugar de la fundación de la “capital del norte” en el día de la fiesta de los príncipes de los apóstoles. La catedral también sirve como templo funerario de los zares Romanov, y en particular, de la familia del último zar, Nicolás II, canonizado en el año 2000 como mártir de la fe frente a la violencia del ateísmo revolucionario. El zar y sus familiares fueron fusilados en julio de 1918 en Ekaterimburgo, y sus restos, que continúan siendo examinados por una comisión especializada a fin de verificar su total autenticidad, fueron trasladados a San Petersburgo luego de la canonización.

La fiesta de los santos Pedro y Pablo cae el 12 de julio debido a la demora del calendario ortodoxo, mientras que en las demás Iglesias ésta se celebra en la misma fecha, el 29 de junio. Este año, la fiesta se celebró con particular solemnidad, dado que se considera que transcurren 1950 años del martirio de los dos apóstoles, que tradicionalmente se ha fijado en el año 67, durante la primera persecución de Nerón. En esa fiesta se concluye el “ayuno de San Pedro”, el más largo luego de la Cuaresma y uno de los cuatro grandes ayunos ortodoxos (los otros corresponden a la Dormición y a la Navidad). De esta manera, la Iglesia rusa redescubre su propio nexo con los primeros heraldos del Evangelio, y su vocación de “pueblo nuevo”, llamado a hacer resurgir el cristianismo en el mundo entero.   

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