28/07/2017, 10.27
RUSIA
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La Iglesia ortodoxa rusa y la misión en relación a los jóvenes

de Vladimir Rozanskij

Después del período soviético, en el país ha habido un renacimiento religioso. Pero los jóvenes son sometidos a una nueva ola de secularismo. En la Rusia que hoy quisiera ser el país más cristiano del mundo, el número de divorcios y de abortos es diez veces superior al promedio registrado en los países europeos descristianizados. Patriarca Kirill: Salvaguardar la familia. 

Moscú (AsiaNews) – El 25 de julio pasado, en la Catedral del Cristo Salvador en Moscú, se celebró la sesión plenaria del Consejo Superior Eclesiástico del Patriarcado de Moscú. El infeliz título recuerda de cerca el “Soviet Supremo” del Partido, pero el tema afrontado es de suma importancia: la pastoral juvenil.  

Al intervenir en el discurso de apertura, el patriarca de Moscú Kirill (Gundjaev) definió la misión de la Iglesia entre los jóvenes como “la tarea más importante” que tiene ante sí la comunidad ortodoxa en Rusia, la cual no compete solamente a algunos sectores y a algunos “especialistas diocesanos”. Se trata de “influir en las mentes y en los corazones” de una generación que parece ser bastante reticente a proseguir la tarea de edificar el reino de Cristo en la tierra.  

Tal como observó el patriarca, “el conflicto entre padres e hijos es inevitable”, y hoy, en Rusia, la cuestión demuestra ser crucial. Tras 30 años de  un “renacimiento religioso” en el país, que, de diversa manera, ha acercado nuevamente a la población a la fe de la Iglesia, hoy, la realidad de la juventud sufre una nueva ola de secularización, ya no debida a la propaganda del ateísmo obligatorio de la época soviética,  sino al espíritu anticristiano de los tiempos que corren.

El jefe de la Iglesia rusa ha advertido que, por otra parte, “la juventud es el espejo de las generaciones más viejas. ¿No nos agrada el modo en que actúan? ¿Pues de dónde viene acaso?” Hay muchos que acusan “al ambiente externo de la información”, pero a éste debiera contraponerse el ambiente natural, que es la familia, la Iglesia misma. Como recuerda Kirill, “la familia es el ámbito de la comunicación más intenso en la vida del hombre; no hay comunicación más eficaz que aquella que conecta a las personas a través de la sangre”.  Por ende, si los miembros de la familia comparten la misma fe, las mismas convicciones, la familia será capaz de resistir a cualquier embate de fuerzas externas a ella.  

En las palabras del patriarca se refleja el sentimiento común de la población adulta de Rusia, que se siente asediada por un mundo exterior que no entiende y no acepta, luego de haber crecido en un mundo que por mucho tiempo se mantuvo separado por medio de los muros del ‘900.

De aquí surge el llamado al “respeto por los ancianos” y por los “valores tradicionales” sin los cuales la juventud se pierde en una realidad confusa y engañosa. En nuestros días, constató amargamente el patriarca, este respeto ya no es algo acordado de manera automática, como sí lo era en el pasado, “porque en el mundo de las comunicaciones globales, las personas más ancianas se ven obligadas a confirmar continuamente su autoridad, y no de palabra, sino con hechos”. No basta con volcarse a las instituciones, sino que cada uno debe hacer su parte, comenzando por los padres y las madres. La Iglesia misma vive dentro de esta civilización, con estas nuevas herramientas para relacionarse, con las nuevas tecnologías de comunicación, y nuevamente es llamada a “hacerse griega con los griegos, y joven con los jóvenes”.

Los misioneros de hoy, según Kirill, deben aprender a predicar en las redes sociales, en los video-blogs, y volverse expertos en las nuevas prácticas utilizadas en el campo formativo, como los juegos de roles y la educación interactiva, siempre con un amor evangélico, y no sólo “yendo en busca de los “me gusta” en el sitio. Es necesario hacer resaltar “la pureza de nuestras intenciones, la sinceridad de nuestras posiciones” a fin de que los jóvenes vean, en los hombres de fe y en los representantes de la Iglesia, a personas que están realmente interesadas en su vida.   

El guía de los creyentes ortodoxos rusos advierte acerca del peligro de quedarse simplemente en una búsqueda de los jóvenes yendo a su terreno, usando su lenguaje para obtener consenso. No es suficiente con atraerlos valiéndose de modos atrapantes y juveniles; ha de recordarse “que el alma de los más pequeños siempre está abierta al amor y a la luz, algo que a menudo no encuentran en la familia”.

El patriarca no ignora que, más allá de todos los llamados y las leyes a favor de la familia y de la moral tradicional, Rusia aún sigue siendo muy frágil por las largas décadas de ateísmo y secularismo forzado. En el país que hoy quisiera ser el más cristiano del mundo, el número de divorcios y de abortos es diez veces superior al promedio de los países europeos más descristianizados, y lo mismo ocurre con la violencia doméstica y el número de homicidios en las estadísticas anuales.

Aún con toda la gran oposición a los derechos de los homosexuales en la sociedad rusa, la comunidad LGBT cuenta en Rusia con un enorme porcentaje de adherentes y practicantes, que es muy superior al de los países libertarios. La tarea de la Iglesia ortodoxa es enorme, y el verdadero renacimiento religioso de Rusia quizás esté en sus inicios, tal como ha afirmado el patriarca Kirill. 

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