28/04/2016, 12.22
AUSTRALIA - PAPUA N. GUINEA
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Los refugiados en la isla de Manus “ya han pagado. Ahora deben ser ayudados”

El gobierno australiano acepta cerrar el campo de refugiados en la isla, que recae bajo la soberanía de Papúa Nueva Guinea, pero no sabe qué hacer con las casi mil personas que lo habitan. El Padre Giorgio Licini, misionero del PIME por años en el país: “Se trata de un problema enorme, que no tiene una solución fácil. Pero se debe comenzar removiendo las causas de la migración, no rechazando a quien sufre”.

Port Moresby (AsiaNews) –  El gobierno australiano ha convocado a “coloquios urgentes” con su contraparte en Papúa Nueva Guinea para hallar una solución a la cuestión planteada por los refugiados de la isla de Manus. La Corte Suprema papú, de hecho, ha establecido que es inconstitucional albergar, dentro de su territorio, un centro que esté gestionado por las autoridades de Canberra, y ordenó el cierre del complejo. Ésta, que desde hace tiempo es definida como un “lager”, hospeda a más de mil personas de las cuales aún no se sabe qué suerte tendrán

El Padre Giorgio Licini es misionero del Pontificio Instituto de las Misiones Extranjeras (PIME), y al estar 11 años en Papúa, ha pasado varios años en la zona, siguiendo de cerca toda la cuestión. Explica a AsiaNews: “Lo que se dice soluciones fáciles, no hay, pero Australia deberá llevar a estos prófugos a alguna parte. Nadie sabe bien qué hacer, pero ciertamente que estas personas ya han pagado su huida con dolores sin fin”.

La cuestión no es tanto de racismo o de xenofobia: “Los australianos conocen bien la migración, el suyo es un pueblo compuesto por inmigrantes. Y cada año, reciben a cerca de 30.000 refugiados a través de los programas de las Naciones Unidas. Pero están visceralmente en contra de los viajes de la muerte, que se llevan a cabo desde las costas de Indonesia a Christmas Island. Siempre se han mostrado muy indecisos con respecto a qué hacer con estos pobres migrantes, pero cuando decidieron detener a las barcas –tras varios naufragios muy trágicos, similares a los del Mediterráneo- se quedaron petrificados” .

Tal como el Mediterráneo y como la frontera entre los Estados Unidos y México, esta porción del Pacífico es, de hecho, una ruta privilegiada para quien huye: aquí las víctimas provienen, en su mayor parte, de Asia suroriental, pero no faltan tampoco quienes provienen de Medio Oriente.

Para frenear este flujo, Australia ha llegado a un acuerdo con Papúa Nueva Guinea para gestionar la isla de Manus: “Y fue justamente este acuerdo, lo que atenazó a quienes de encontraron en el lugar equivocado en el momento equivocado: los refugiados de Manus han pagado por todos, desalentando a los traficantes de personas y a los nuevos migrantes en su intento de ingresar a Australia. Estas mil personas están en un limbo provocado, por un lado, por una fuerte toma de posición, y, por otro, por la imposibilidad de recibirlos que tiene Papúa”.

El país, continúa el Padre Licini, “no está en grado de dar asilo a nadie: no hay trabajo, no hay asistencia, no hay seguridad. Es un ambiente que no está equipado para los extranjeros. Australia, en cambio, tiene medios y programas, que son, además, muy eficaces.  Simplemente, su sociedad civil no quiere personas en una situación irregular. Las personas que llegan a través de los canales de la ONU  son muy asistidas: les dan cursos de la lengua, capacitación laboral, apoyo económico. Pero tienen temor de la inmigración no controlada”

Las iglesias cristianas del área, subraya el misionero, “tienen, todas, una actitud orientada al acogimiento. Pero en Australia no pueden hacer nada. Tienen mucha menos voz que en Europa. Pero la solidaridad hecha a base de intentos, de oración, de ayudas económicas, de reclamo a los gobiernos, está. Sobre todo, para proteger a los menores. El Ejecutivo, sin embargo, es inflexible”.

La solución, concluye el Padre Licini, “puede llegar solamente si se afrontan las causas de la migración. La situación actual de Siria es emblemática: en este momento está la guerra, y deben ser ayudados. Pero al término del conflicto deberían, tendencialmente, pensar en volver a casa. Tienen el derecho a crecer, vivir y morir: ayudando a la reconstrucción de su país. Esta, es según pienso, la política que debe ser puesta en acto”.

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