06/06/2022, 11.52
EMIRATOS ÁRABES UNIDOS
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Mons. Hinder: El Vicariato de Arabia, una Iglesia migrante que creció en la fe

El obispo de origen suizo se prepara para confiar el mandato a su sucesor, mons. Martinelli. En su última carta pastoral, expresa su "gratitud" por una realidad que ha madurado en 18 años de trabajo misionero. Con altibajos, como la visita del Papa y el asesinato de las cuatro Misioneras de la Caridad en Adén.

Abu Dabi (AsiaNews) - La "gratitud" por una Iglesia que ha crecido en los últimos 18 años en términos de sacerdotes, religiosos, fieles y estructuras - incluyendo parroquias y escuelas. Y, al mismo tiempo, el dolor por algunos acontecimientos trágicos: ante todo, la muerte de cuatro Hermanas Misioneras de la Caridad en Adén, Yemen. 

Esto es lo que escribe monseñor Paul Hinder, el ex Vicario Apostólico de Arabia del Sur (Emiratos Árabes Unidos, Omán y Yemen) que acaba de dimitir a su cargo tras haber alcanzado el límite de edad. Así se expresa en su última carta pastoral a los fieles, publicada el fin de semana en la página web del vicariato. En el mensaje, agradece a Cristo sus años de servicio, las experiencias que ha tenido "al guiar" un rebaño, el de la Península Arábiga, que describe como "diverso y multicultural". "Miro estos últimos 18 años "con gratitud", subrayó el prelado, por haber pasado "este tiempo con ustedes, como obispo y como compañero en el camino de la fe".

En su última carta pastoral, Mons. Hinder hace un repaso de los años al frente de una realidad eclesiástica particular y muy variada, con sus aspectos positivos y sus elementos críticos, con "altibajos". Entre los momentos más significativos, señala "la visita del Papa Francisco a Abu Dabi" con la histórica firma del documento sobre la fraternidad con el imán de al-Azhar o "la consagración de nuevas iglesias y la inauguración de nuevas escuelas". Pero además de las luces, menciona sombras oscuras como "el asesinato de cuatro Misioneras de la Caridad y ocho de sus colaboradores en marzo de 2016, en Adén", escribe el prelado. Y también "el secuestro del padre Tom Uzhunnalil el mismo día" y su liberación en septiembre del año siguiente. El obispo Hinder tampoco oculta los elementos críticos internos, entre los que destaca "las luchas egoístas dentro de las distintas parroquias". "Sin embargo, mirando hacia atrás", dice, "puedo decir que he disfrutado de este viaje junto a todos ustedes”.

En su carta, el obispo de origen suizo recuerda con gratitud "a todos los sacerdotes, religiosas y hermanos, que vinieron aquí como misioneros para atender las necesidades pastorales de una Iglesia migrante. Cuando llegué, en enero de 2004, teníamos poco más de 40 sacerdotes en seis países del Vicariato de Arabia. Ahora, incluso después de la reorganización de los dos vicariatos del Golfo [el Norte, que incluye Arabia Saudita, Kuwait, Qatar y Bahréin; el Sur, con Emiratos, Omán y Yemen], tenemos 70 sacerdotes sólo en el vicariato de Arabia del Sur".

Monseñor Hinder dedica un pensamiento a la orden a la que pertenece, los capuchinos, que se han ocupado de la Iglesia en el Golfo junto con los sacerdotes diocesanos y las demás congregaciones presentes en todos estos años. "Doy gracias a Dios por los miles de hombres y mujeres que, con sus diferentes capacidades y sensibilidades, han ayudado a la Iglesia a proseguir su misión", añade. Recuerda tres elementos incluidos en el lema episcopal y que perfilan el futuro de la región y de su Iglesia: justicia, paz y alegría para una realidad "migrante". Luego hay un reclamo dirigido a quienes tienen la costumbre de atacar o criticar a los demás por tener "tradiciones, culturas, lenguas y nacionalidades diferentes". "Sin embargo, como dice el apóstol [Pablo], estos factores no deben representar una frontera que limite la socialización con los demás", sino que "debemos buscar la justicia, la paz y la alegría para todos".

Al concluir su última carta pastoral, monseñor Hinder saluda a su sucesor, monseñor Paolo Martinelli, otro "buen fraile capuchino y gran profesor", al que hay que "apoyar en su misión". "En los últimos dieciocho años he sido testigo de gran alegría en nuestra Iglesia. Casi todos somos migrantes, sin grandes derechos y sin ninguna seguridad de permanecer. Sin embargo", concluye, "a pesar de las luchas, tenemos la alegría de nuestra fe y la paz en esta Iglesia multicultural y multilingüe... Este es el regalo por el que hay que dar gracias a Dios y trabajar por la unidad".

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