23/09/2017, 13.08
ISRAEL-PALESTINA
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Nuevo Vicario de Jerusalén: jóvenes y escuela, futuro de paz y esperanza

Mons. Giacinto-Boulos Marcuzzo, subraya la importancia de la instrucción para garantizar el futuro de las nuevas generaciones. La Iglesia singo de “unidad” en un contexto “marcado por las divisiones” y puente de diálogo entre los credos. De la euforia por la paz a la resignación por un conflicto permanente. Un pedido a los cristianos de Occidente: venga peregrinos a Tierra santa.

Jerusalén (AsiaNews)- Ser “ciudadanos y cristianos” en Tierra Santa como lo afirma el patriarca emérito Michel Sabbah no es sólo un hecho “histórico y geográfico, sino que es un “elección de vocación y misión: Dios se llama a un para realizar en la tierra de Jesús”. Por esto es esencial detener el éxodo de Oriente Medio, garantizando a las personas y en particular a los jóvenes, medios y recursos para “vivir y afirmar en ámbito social y laboral”. Es cuanto narra a AsiaNews, Mons Giacinto Boulos-Mancuzzo, neo-vicario patriarcal para Jerusalén y Palestina, recorriendo los más de 20 años de servicio episcopal: antes como “obispo” de Nazaret y hoy con el nuevo cargo en la ciudad símbolo de las tres religiones monoteístas. Para alcanzar este objetivo, agrega el prelado es “fundamental el recorrido escolar, de base y universitarios”.

“Desde hace tiempo el patriarcado latino-subraya Mons. Marcuzzo-está comprometido en un trabajo pastoral dirigidos para favorecer la presencia de los jóvenes. Queremos calificar a las nuevas generaciones para la vida y el trabajo. Queremos calificar a las nuevas generaciones para la vida y el trabajo. Hemos promovido un proyecto diocesano más amplio que involucre a abrace a las escuelas y a las universidades, para que los jóvenes puedan encontrar un trabajo y construirse una casa, una familia, plantando las raíces en esta tierra. Alcanzar una calificación es el punto de partida de este plan”.

Como testimonios del renovado ligamen entre los jóvenes y la Tierra Santa, el obispo recuerda cuánto sucedió el año pasado en ocasión de la Jornada mundial de la juventud (JMJ) en Cracovia (Polonia). “Todos los jóvenes (provenientes de Israel y Palestina) volvieron a casa; al contrario, muchos de aquellos que partieron de Líbano y de Egipto, de Siria y de Irak prefirieron permanecer en Europa, diciendo que aquellos era un ‘paraíso’ y no era posible volver al ‘infierno’”.

Mons. Marcuzzo, de 72 años, es originario de la diócesis de Vittorio Véneto, norte de  Italia; inició sus estudios en el Instituto Pío X en Oderzo, en 1960 apenas adolescente parte para Palestina para concluir sus estudios sacerdotales y aprender la lengua árabe. Fue ordenado en 1969, en 1993 es nombrado obispo y un año más tarde se convierte en auxiliar del Patriarcado de Jerusalén con la sede titular de Emaús.

Desde aquel momento es considerado como el “obispo de Nazaret”, ciudad en la cual reside ocupándose de la local comunidad cristiana. El prelado está comprometido también en la promoción del diálogo interreligioso y en la valorización de las escuelas cristianas de Tierra Santa, apoyando, él en primera fila en la protesta contra las autoridades de Israel, contra el corte de los fondos y la “estatalización” de los Institutos. En estos años, también enseñó literatura árabe antigua los jóvenes y estudiantes cristianos, hebreos y musulmanes.

Hoy , 23 de setiembre, celebra la misa de despedida en la Basílica de la Anunciación de Nazaret, en el contexto de una función que marcará también el paso de consignas al nuevo vicario patriarcal, el p. Hanna Kildani: “Asumí un nuevo cargo-explica Mons. Marcuzzo-pero no se separa mucho respecto a cuanto hecho hasta ahora. Es la misma misión, el mismo ministerio, si bien en Jerusalén se vuelve más amplio y delicado, con nuevos desafíos”.

Jerusalén es el lugar en el cual “todo se comparte: hebreos, cristianos, musulmanes”, donde están “los lugares santos y donde se encuentran los peregrinos de la Iglesia universal y local. Una mezcla de realidades y de desafíos pastorales, un trabajo riquísimo y al mismo tiempo muy delicado, porque exige aceptación y co-participación con el otro”. “El plan pastoral sigue siendo aquel marcado en los años 90 por el Sínodo de las Iglesias de Tierra Santa y por las indicaciones del Papa Juan Pablo II en 200: Hacer del Concilio Vaticano II un hecho concreto, adaptándolo a las peculiaridades de Tierra Santa”.

La Iglesia de la región “quiere, debe y puede” continuar siendo “un signo de unidad, en un contexto difícil, marcado por las divisiones”. “Un símbolo y un mensaje en Oriente Medio-explica el prelado-fue el de mantener la unidad de las diócesis del Patriarcado latino, aunque esté subdividido entre los territorios de Palestina, Jerusalén y Jordania”. “A eso-prosigue. Se agrega el gran trabajo de comunión con todas las Iglesias, del cual hemos respetado las particularidades litúrgicas pero reuniendo los otros aspectos de pastoral, vocaciones, vida social, atención y rol de la mujer”.

En este contexto es relanzado el valor del diálogo interreligioso con los musulmanes, hebreos y drusos: “Queremos ser un puente-subraya- y un elemento de comunión con nuestros hermanos de diversas credos. Un diálogo que no debe ser abstracto, con el peligro de rechazar la realidad, pero debe ser una confrontación verdadera siguiendo como dice S. Pablo en la carta a los Efesinos, el ejemplo de Cristo que bate los muros que separan y construye la nueva humanidad”.

Una tarea aún más importante hoy la cual la situación en la región es “más grave respecto al pasado”. En los años 90 se vivía “una fase de euforia, en la cual se pensaba realmente en una paz duradera. Luego llegó la desilusión, la resignación exacerbada por una serie de eventos negativos en ambos frentes, israelí y palestino. Nosotros cristianos, Iglesia de Tierra Santa, queremos promover un trabajo de aliento, de esperanza, de confianza y apertura no obstante las desilusiones. Creer en la fraternidad y en la reconciliación es posible, si bien no se ven las premisas”.

En concreto, Mons. Marcuzzo quiere lanzar a través de AsiaNews, un pedido a los fieles de todo el mundo, pero en particular a los cristianos de Europa y de Occidente: “Vengan como peregrinos a Tierra Santa. No tengan miedo, porque no hay peligros ni riesgos”. “Registramos la presencia de muchos cristianos de Asia, entre los cuales chinos, filipinos, coreanos, malayos, indonesios, pero continúa la caída de las visitas de europeos. Nosotros del Patriarcado-concluye-estamos felices de recibir a los peregrinos y de hablar con ellos sobre nuestra Iglesia de Jerusalén”. (DS).

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