22/09/2015, 00.00
CUBA-VATICANO
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Papa en Cuba: Las esperanzas que suscita y las instrumentalizaciones de un régimen inmovil

de Tony Pino V.*
Desde su llegada a Cuba, el Papa Francisco envió el mensaje de la fe. Ser como niños; paz, perdón, reconciliación, compasión, misericordia. Los desfiles perfectos del régimen, mientras todos los cubanos rezan a la Virgen del Cobre para poder abandonar Cuba e ir a vivir a otro lado. El bloqueo Usa a la isla sirvió de pantalla para sofocar toda voz discordante y congelar cualquier desarrollo. Pero hasta ahora ningún mea culpa por parte de los gobernantes.

La Habana (AsiaNews)- No nos engañemos. El Papa Francisco llega a Cuba precedido por su rol en la mediación del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. La influencia de la cultura católica en la isla es fuerte, pero la militancia católica es débil aunque los templos (ahora) se llenen los domingos. El boom de la iglesia cubana fue en la década de los 90 a raíz del ¡bum! del campo socialista y el comienzo del llamado Período Especial, y tuvo su remate espectacular con la visita de Juan Pablo II en 1998. La llamada libertad religiosa (entrecomillarlo sería un énfasis ocioso), no ha sido más que el juego de las circunstancias. Porque sí, porque no hay nada más parecido a la política que la fontanería.

Los Papas de los días de vacaciones  

Para la mayor parte de los cubanos, el Papa no es más que el “jefe” (líder lo llaman los medios) de la iglesia católica. Les interesa en tanto y en cuanto diga algo con lo cual puedan identificarse, sobre todo en su miseria. Hay una broma, ya generalizada, que hace responsables a los Papas que han visitado Cuba de los días feriados ajenos a efemérides revolucionarias. Con Juan Pablo II nos hicieron el regalo del 25 de diciembre; con Benedicto XVI, el Viernes Santo se tornó preámbulo de un sábado de juerga que hacía más largo el fin de semana. Por supuesto, la broma implica tratar de adivinar qué día nos será otorgado como propina después de la visita de Francisco. El pueblo cubano, ignorante por completo del calendario litúrgico, ni siquiera se aproxima al acertijo.

Pero hay otras bromas. Algunos preguntan maliciosamente si la visita del Papa mejorará la cosecha de papas y, por ende, su precio en el mercado. Y hay quien dice, al ver las repetidas imágenes del Pontífice acarreando su sempiterno maletín negro, que lo que lleva dentro es un “amarre” de amansaguapo, pues de otra manera no hubiera conseguido el acercamiento entre “el norte revuelto y brutal” y la islita organizada e inteligente. Somos —y lo repetimos hasta la saciedad y hacemos gala de ella—, una cultura mestiza, un ajiaco, al decir de Fernando Ortiz. Pero a la hora de cocinar, siempre nos olvidamos que el gusto del ajiaco está en la mezcla del sabor de la esencia de las viandas y la carne que lo componen, y su disgusto en dejarlo al fuego tanto tiempo que se convierta en pasta. El choteo cubano, lo llamaría benévolamente Mañach, que cuando se pasa no es broma ni humor.

Proverbial y alabada es la capacidad del cubano para sobreponerse a las dificultades. El cubano posee un ego muy umbilical que porta y esgrime orgulloso, e incluso ofrece espontáneo para salvar autoestimas deterioradas. Nuestro socialismo ha sido el más socialista del mundo y nuestras victorias, no importa si pírricas, han sido las más contundentes. La fe del cubano, desde luego, no se salva de esta exclusividad. Nuestros santos, cuando los haya, serán los más santos y milagrosos del mundo del mismo modo que nuestra Patrona, la Virgen de la Caridad del Cobre… es la que más se parece a María. Cuando el cordón umbilical es demasiado largo, corremos el riesgo de creernos libres por el simple hecho de poder andar sin (aparentes) barreras. Nos olvidamos que dependemos de ese cordón para alimentarnos, que hemos dejado que otro u otros sean los administradores de lo que necesitamos y que, en última instancia, si nos ponemos belicosos, el propio cordón sirve para estrangularnos.

No nos engañemos. El Papa Francisco llega a Cuba precedido por lo que los medios de comunicación de la mayor de las Antillas han querido enfatizar. La minoría católica práctica conoce de sobra lo que es un Papa y lo que ese Papa se propone cuando elige un nombre para su Pontificado. Para los que de algún modo están informados de estos detalles, el Papa Francisco viene precedido, ante todo, por ese nombre. Porque Francisco es un nombre inmenso. Por eso, como católico, no me asombra lo que el Papa Francisco ha dicho o hecho hasta ahora. Es completamente coherente con su misión y con lo que se propuso al escoger el nombre del poverello de Asís. Me gusta el modo sencillo y firme con que lo está haciendo. Quizás lo que no me complace es que el Papa llega, confirma, ofrece su mensaje y se va. Todos quisiéramos que su mensaje fuera escuchado y deglutido y aplicado, y no glosado ni repetido ni desmenuzado por analistas umbilicales. Todos quisiéramos, en fin, que al menos por una vez en esta dichosa y caprichosa isla de Cuba, se hablara con propiedad y con nombres y apellidos, sin tendencias, sin pensar que trinamos como jilgueros cuando sólo estamos gritando como posesos. Porque sí, porque el amor es paciente y nada teme, y precisamente por eso requiere claridad, transparencia y humildad.

La ceremonia de bienvenida

El discurso de bienvenida del Presidente Raúl Castro al Papa Francisco fue, una vez más, una exposición de los logros del proceso revolucionario y un recordatorio de cuán malo es el mundo y cuán injusto ha sido el Imperio (Estados Unidos, se entiende) con nosotros. Antes, en el recibimiento al pie de la escalerilla del avión, fue muy significativo que el saludo de ambos estadistas fuera un simple estrechón de manos y un breve intercambio de palabras, y que el Papa, en cambio, dedicara todo su tiempo a compartir con los niños, sonreírles y abrazarlos. Se ha hablado mucho de los gestos del Papa Francisco, de esa capacidad suya para vislumbrar en la multitud al más desvalido y dirigirse a él y animarlo. Si fuera otro Papa, no me aventurara a decir tanto, pero como es éste, sí me atrevo a interpretar cada uno de sus movimientos como un trozo de Evangelio. Y en esta bienvenida, muy a tono con su propósito de visitarnos como “misionero de la misericordia”, en mi opinión su primer mensaje fue: “Háganse como niños”. El acento, puesto que hablamos de gestos, vendría luego en su mensaje de agradecimiento por la bienvenida al desviar su mirada del papel para decir enfática y mesuradamente observando al presidente Raúl: “El mundo necesita reconciliación en esta atmósfera de tercera guerra mundial por etapas que estamos viviendo”.

Ningún “mea culpa” por parte de los gobernantes cubanos

Cuba se ha hecho eco de todo lo que el Papa ha dicho sobre ecología, opción por los pobres y migraciones. Más que nada, al gobierno cubano le ha encantado las críticas del Papa al capitalismo y al neoliberalismo. Evidentemente esas críticas, dirigidas contra las grandes potencias en primer lugar, a Cuba no le sirven puesto que la isla no se considera ni capitalista ni neoliberal. Cuba sigue insistiendo en la legitimidad de su proyecto revolucionario y en que, si no ha podido avanzar más, es por culpa del bloqueo económico impuesto por los Estados Unidos. Es aquí cuando entra en escena el totí que, aunque es negro, no se refiere específicamente al presidente Barak Obama. Este, por el contrario, es el único presidente norteamericano que ha reconocido que la política de los Estados Unidos con respecto a Cuba ha sido errada (incluso herrada, podríamos añadir).

Los cubanos esperamos desde hace mucho tiempo que alguno de nuestros gobernantes entone un mea culpa, no importa que desafine. Es preciso decir que muchas de los logros del proceso revolucionario se han producido a pesar de la política de los Estados Unidos hacia Cuba, pero no se puede olvidar que muchas de las represiones que ha sufrido el pueblo cubano son gracias a que esa política le ha servido en bandeja de plata al gobierno cubano los pretextos para permanecer inamovible en el poder por más de cincuenta años. Por eso, los mensajes y llamamientos del Papa deben ser interiorizados por cada gobierno para sí, porque a todos los sistemas políticos les ha pasado como al ajiaco: han estado tanto tiempo al fuego que, como dicen en Cuba, no sirven ni para los puercos.

Cuba tiene también sus problemas ecológicos, económicos y migratorios, por lo tanto, el gobierno cubano tiene responsabilidad en ellos. Sin embargo, siempre ha sido más fácil afirmar que son “los cantos de sirena del imperialismo”, por ejemplo, los que atraen a los cubanos a esa especie de ruleta rusa que es una balsa a la deriva en medio del golfo. Cuba nunca ha permitido que los cubanos disientan. En su momento se les llamó gusanos y escoria, se les hicieron actos de repudio, sufrieron la vergüenza de ser apedreados y abucheados. Es curioso cómo algunos episodios de la Revolución cubana permanecen archivados, lo cual ha dado pie a que la única literatura que se regodea en ellos es la del exilio con sus particulares tendencias con sabor a cicuta. Si el gobierno cubano habla tanto de la importancia de la historia, es bueno que el pueblo cubano tenga acceso a todas las versiones de la historia. Aún más, el pueblo cubano sería mucho más feliz si escuchara de su propio gobierno el reconocimiento de sus equivocaciones y no una constante justificación de sus actitudes. Porque cuando una persona se arranca de su país buscando mejorar, es porque, tristemente, no siente que en su país pueda hacerlo. Quizás los cubanos que llegan a los Estados Unidos tengan ciertas ventajas con respecto a otros emigrantes, pero eso no los hace menos desvalidos a la hora de la nostalgia y de las dudas.

El “escepticismo entusiasta”

La iglesia cubana vivió la crudeza de esa represión, quizás en un inicio por ser muy de derecha, pero sobre todo por la cruda naturaleza de lo que se dio en llamar ateísmo científico. Cualquier creencia religiosa era considerada pura superstición y una desviación ideológica. Cuba, que tanto preconiza la importancia de la familia, fue pionera en la división de la familia por razones ideológicas más que nada. Hoy existe mucha preocupación por la apatía de los jóvenes y, una vez más, seguimos echándole la culpa al totí. Por un lado, nos damos bombo y platillo por nuestras proezas en el plano educacional, y por otro, nos quejamos de que constantemente nos están robando los cerebros. Algo tiene que haber fallado en el proceso revolucionario para que al cubano le parezca bien hacer vida en cualquier parte del mundo excepto en su propio país. Desde luego, estos no son comentarios “publicables”. Son comentarios que, aún en la actualidad, la gente teme decir en alta voz. Se conversan de tú a tú, en pleno susurro porque “las paredes tienen oídos”. Mientras tanto, seguir fingiendo. Es triste que un cubano haga una promesa de peregrinación al santuario del Cobre para lograr la salida del país. Triste y paradójico que se le rece a la Patrona de Cuba para lograr abandonar Cuba.

Creo que dentro de la fe cabe cierto escepticismo. Llamémosle, como J. M. Cabodevilla, “escepticismo entusiasta”. No tengo ninguna duda sobre lo que el Papa Francisco dirá durante su estancia en Cuba, ni sobre cómo lo dirá. Pero sí tengo mis dudas sobre cómo será recibido por nuestros gobernantes. El pueblo, un vez más, sale a la calle a dar “una cálida y afectuosa bienvenida”. Ya pasaron los tiempos en que los católicos asistían temerosos a los actos multitudinarios organizados y permitidos por el gobierno, porque veían en cada persona que gritaba a su lado un agente de la seguridad del Estado dispuesto a atajar cualquier intento de aprovechar la algarabía para convertirla en una manifestación contra el gobierno. Si Juan Pablo II vino precedido por la fama de propiciar la caída del campo socialista, Francisco viene precedido por el auténtico deseo de recalcar que sólo la paz, el perdón, la reconciliación, la compasión y la misericordia que emanan de la fe, son capaces de hacer que el mundo no se vaya a pique.

No me interesa pecar de ingenuo, pero a veces sueño con que los presidentes adopten para sí aquel real y significativo gesto de San Francisco de Asís cuando quedó desnudo en medio de la plaza, símbolo de entrega absoluta al Padre Celestial. Admitiría, incluso, para que el ridículo no fuera tan extremo, que llevaran debajo de la ropa un pamper desechable. Y como símbolo de buena voluntad, un intercambio de biberones. Desgraciadamente, a veces no son los presidentes con su empecinamiento los que me devuelven a la cruda realidad. Era imposible que la bienvenida del Papa estuviera mal organizada. Imposible puesto que es el gobierno quien lo organiza todo. La cadena de personas a lo largo de la carretera agitando banderas y gritando consignas, me recordaron demasiado aquellas cadenas a las que mi generación tuvo que ir de forma obligatoria para recibir a personalidades tales como Leonid Brezhnev o Erich Honecker. Los jóvenes gritaban “Esta es / la juventud de Cristo”, con la misma cadencia rítmica que otrora se gritaba “Fidel / seguro / a los yanquis dale duro”, lo cual hace pensar que ni siquiera somos originales a la hora de crear y favorecer bienvenidas. Me pareció más triste aún el constatar que todo está tan bien organizado, que el Noticiero Nacional de Televisión, en su emisión estelar de hoy sábado 19 de septiembre, anunció que mañana “no se restablecerá el servicio de transporte público hasta dos horas después de terminados los actos en la Plaza de la Revolución”. Lo siento por los habaneros, pues ese gran porciento de la población al que no le interesa para nada la visita del Papa y va a necesitar moverse por la capital, tendrá que someterse a la rapiña de los chóferes de autos particulares de alquiler.

¿Pesimista?... En lo absoluto. Creo que fue también Cabodevilla quien dijo que pesimista era una persona que había vivido demasiado tiempo junto a un optimista. Yo he vivido demasiado tiempo en Cuba. Un gran amigo mío —alguien para nada famoso y que tiene entre sus capítulos el haber sido seminarista, teólogo de la liberación, prisionero de la UMAP, activista del Movimiento Cristiano Liberación y alcohólico, no  precisamente anónimo, lástima que no se haya decidido a escribir sus memorias—, dice con mucho acierto que si el pueblo cubano hoy es fan a todo lo americano (americano de los Estados Unidos, no de Latinoamérica), es gracias a las diatribas de Fidel contra el Imperio. La ley es tan vieja como la humanidad: cuando quieras que alguien haga algo, prohíbeselo. Una parodia cubana del Génesis sería el procurar que Adán pecara, ya ni siquiera dejando que el majá (así le llaman en Cuba a las serpientes) fuera el que dejara caer el chisme de comerse la manzana, sino que matara y se comiera el majá. Así, de la misma manera que el aborigen al cazar un tigre y comérselo cree que adquiere la fuerza del tigre, el hombre, al cazar y comerse el majá edénico, adquirió la diabólica picardía del fingimiento. Y me parece que el mérito de esta parodia se lo debemos al dominico brasileño Frei Betto por su libro de 1985 “Fidel y la religión”.

De manera que, ecologías y ecologismos aparte, no nos engañemos. Francisco viene precedido por Francisco, que es mucho decir. Si pudiera encontrarme con él personalmente, le diría que atesoro una frase de ese otro gran jesuita que fue Teilhard de Chardin: “Para los que buscan a Dios nada es bueno de manera inmediata, pero todo es susceptible de llegar a serlo”. Y estoy seguro que Francisco, Francisco el Papa, me respondería: “Sí, hijo, eso mismo te quería decir”.

Nota. Jilguero es el nombre común de cada una de las especies de un gran género de aves canoras. Es un pájaro hermoso, de espléndido colorido. Poblaciones enteras de estas aves han estado a punto de desaparecer debido a su demanda como aves de jaula. Los híbridos entre el canario común y el jilguero criados en cautividad tienen un canto muy agradable. En Cuba, llamar jilguero a una persona hace alusión precisamente a su canto, a su melodía, a su arte para hilvanar palabras y enamorar con ellas.

El totí, en cambio, es un pájaro de plumaje muy negro y pico encorvado, que se alimenta de semillas e insectos. Tiene fama de pájaro de mal agüero y, por tanto, lleva sobre el sí el estigma de ser el responsable e cualquier desgracia. Pase lo que pase, “la culpa la tiene el totí”.

Tony Pino V.

(José Antonio Pino Varens.)

Escritor. Físico nuclear. Graduado de Formación Catequética, Antropología Filosófica y Doctrina Social de la Iglesia por el Instituto Internacional de Teología a Distancia de la Pontificia Universidad de Comillas, Madrid. Reside en Cienfuegos, Cuba. Católico de a pie, o más bien, de a ruedas. Es limitado físico, lo cual, según sus propias palabras, es la oportunidad de tornarse “ilimitado espiritual”.

[1] Un polvo que se usa en los ritos Vudú, que sirve para “alisar los ángulos” de las personas, hacerlas amorosas

[2] La referencia es por Jorge Mañach y Robato (1898-1961), gran intelectual cubano, que ayudó a la revolución contra Fulgencio Batista. Fuie por poco tiempo minstro de Exteriores. Por haber criticado a Fidel Castro, fue obligado a exilarse en Puerto Rico.

[3] Escritor y teólogo español (1928-2003), autor de decanas de libros de espiritualidad.

[4] Unidades militares de ayuda a la producción: los campos de concentración en actividad en Cuba.

 

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