16/04/2016, 15.11
VATICANO - GRECIA
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Papa: Que Europa sea tierra de hospitalidad, los migrantes no son números, sino rostros

Encontrándose con la población de Lesbos, Francisco expresa su “admiración” por el pueblo griego, que –a pesar de las dificultades- acoge a quien sufre: “Dios recompensará esta generosidad, así como la de otras naciones vecinas, que desde el primer momento han acogido con gran disponibilidad a muchos emigrantes forzados”. Las preocupaciones de la gente “son legítimas”, pero no ha de ser olvidado que delante nuestro tenemos a personas que sufren. La oración en común.

Lesbos (AsiaNews) – Europa “es la patria de los derechos humanos, y cualquiera que ponga sus pies en suelo europeo debería poder experimentarlo. Así será más consciente, a su vez, de su deber de respetarlos y defenderlos. Por desgracia, algunos -entre ellos muchos niños- no han conseguido ni siquiera llegar: han perdido la vida en el mar, víctimas de un viaje inhumano, y sometidos a las vejaciones de verdugos infames”. Fue lo que dijo hace momentos el papa Francisco, al reunirse con la población de Lesbos en el puerto local. El Papa, junto al patriarca Bartolomé y al arzobispo Jerónimo, recitó una oración y arrojó al mar una corona de laureles en memoria de las víctimas.

A los presentes, Francisco expresó su “admiración” por el querido pueblo griego que, “a pesar de las graves dificultades que tiene que afrontar, ha sabido mantener abierto su corazón y sus puertas. Muchas personas sencillas han ofrecido lo poco que tenían para compartirlo con los que carecían de todo. Dios recompensará esta generosidad, así como la de otras naciones vecinas, que desde el primer momento han acogido con gran disponibilidad a muchos emigrantes forzados.”.

“Quisiera renovar hoy el vehemente llamamiento a la responsabilidad y a la solidaridad frente a una situación tan dramática. Muchos de los refugiados que se encuentran en esta isla y en otras partes de Grecia están viviendo en unas condiciones críticas, en un clima de ansiedad y de miedo, a veces de desesperación, por las dificultades materiales y la incertidumbre del futuro.”.

La preocupación de las instituciones y de la gente, explica el pontífice, “tanto aquí, en Grecia, como en otros países de Europa, es comprensible y legítima. Sin embargo, no debemos olvidar que los emigrantes, antes que números son personas, son rostros, nombres, historias. Vosotros, habitantes de Lesbos, demostráis que en estas tierras, cuna de la civilización, sigue latiendo el corazón de una humanidad que sabe reconocer por encima de todo al hermano y a la hermana, una humanidad que quiere construir puentes y rechaza la ilusión de levantar muros con el fin de sentirse más seguros. En efecto, las barreras crean división, en lugar de ayudar al verdadero progreso de los pueblos, y las divisiones, antes o después, provocan enfrentamientos.”.

Para ser verdaderamente solidarios con quien se ve obligado a huir de su propia tierra, agrega, “hay que esforzarse en eliminar las causas de esta dramática realidad: no basta con limitarse a salir al paso de la emergencia del momento, sino que hay que desarrollar políticas de gran alcance, no unilaterales. En primer lugar, es necesario construir la paz allí donde la guerra ha traído muerte y destrucción, e impedir que este cáncer se propague a otras partes. Para ello, hay que oponerse firmemente a la proliferación y al tráfico de armas, y sus tramas a menudo ocultas; hay que dejar sin apoyos a todos los que conciben proyectos de odio y de violencia”.

 

Todo esto “sólo se puede hacer juntos: juntos se pueden y se deben buscar soluciones dignas del hombre a la compleja cuestión de los refugiados. Y para ello es también indispensable la aportación de las Iglesias y Comunidades religiosas. Mi presencia aquí, junto con el Patriarca Bartolomé y el Arzobispo Jerónimo, es un testimonio de nuestra voluntad de seguir cooperando para que este desafío crucial se convierta en una ocasión, no de confrontación, sino de crecimiento de la civilización del amor.”

Por último, Francisco recuerda que “ante las tragedias que golpean a la humanidad, Dios no es indiferente, no está lejos. Él es nuestro Padre, que nos sostiene en la construcción del bien y en el rechazo al mal. No sólo nos apoya, sino que, en Jesús, nos ha indicado el camino de la paz. Frente al mal del mundo, él se hizo nuestro servidor, y con su servicio de amor ha salvado al mundo. Esta es la verdadera fuerza que genera la paz. Sólo el que sirve con amor construye la paz. El servicio nos hace salir de nosotros mismos para cuidar a los demás, no deja que las personas y las cosas se destruyan, sino que sabe protegerlas, superando la dura costra de la indiferencia que nubla la mente y el corazón. Gracias a vosotros, porque sois los custodios de la humanidad, porque os hacéis cargo con ternura de la carne de Cristo, que sufre en el más pequeño de los hermanos, hambriento y forastero, y que vosotros habéis acogido (cf. Mt 25,35).”.

Inmediatamente luego de los discursos, el Papa Francisco y los dos prelados ortodoxos rezaron una oración. A continuación, transcribimos el texto completo en español.

 

“Dios de Misericordia,

Te pedimos por todos los hombres, mujeres y niños que han muerto después de haber dejado su tierra, buscando una vida mejor.

Aunque muchas de sus tumbas no tienen nombre, para ti cada uno es conocido, amado y predilecto. Que jamás los olvidemos, sino que honremos su sacrificio con obras más que con palabras.

Te confiamos a quienes han realizado este viaje, afrontando el miedo, la incertidumbre y la humillación, para alcanzar un lugar de seguridad y de esperanza. Así como tú no abandonaste a tu Hijo cuando José y María lo llevaron a un lugar seguro, muéstrate cercano a estos hijos tuyos a través de nuestra ternura y protección.

Haz que, con nuestra atención hacia ellos, promovamos un mundo en el que nadie se vea forzado a dejar su propia casa y todos puedan vivir en libertad, dignidad y paz.

Dios de misericordia y Padre de todos, despiértanos del sopor de la indiferencia, abre nuestros ojos a sus sufrimientos y líbranos de la insensibilidad, fruto del bienestar mundano y del encerrarnos en nosotros mismos.

Ilumina a todos, a las naciones, comunidades y a cada uno de nosotros, para que reconozcamos como nuestros hermanos y hermanas a quienes llegan a nuestras costas.

Ayúdanos a compartir con ellos las bendiciones que hemos recibido de tus manos y a reconocer que juntos, como una única familia humana, somos todos emigrantes, viajeros de esperanza hacia ti, que eres nuestra verdadera casa, allí donde toda lágrima será enjugada, donde estaremos en la paz y seguros en tu abrazo".

 

 [Texto original: italiano]

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