Papa: ‘Que las manos que enjugan lágrimas en Myanmar se estrechen para construir la paz'

En el Ángelus volvió a referirse al país asiático, cada vez más golpeado por la violencia. En el comentario al Evangelio habló sobre "reconocerse pequeño" como punto de partida para hacerse grande, abriendo verdaderamente el corazón a Jesús. Pidió a Dios por los más de 100 muertos en una cárcel de Ecuador, para que Él "nos ayude a sanar las llagas del crimen que esclaviza a los más pobres”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - El Papa Francisco volvió a pedir “el don de la paz para la amada tierra de Myanmar" - convulsionada por los enfrentamientos entre el ejército y las milicias étnicas, especialmente en el estado de Chin - en el Ángelus que presidió como todos los domingos en la plaza de San Pedro ante miles de fieles. Mientras el mundo presta cada vez menos atención a las noticias procedentes de Myanmar sobre la escalada de enfrentamientos y represión, ocho meses después del golpe de Estado del 1 de febrero, el pontífice invitó a rezar para que "las manos de cuantos la habitan no deban enjugar más lágrimas de dolor y muerte, sino que puedan estrecharse a fin de superar las dificultades y trabajar juntos para construir la paz”.

Poco antes de referirse a la situación en Myanmar, el Papa Francisco había expresado su dolor por los episodios de violencia en la cárcel ecuatoriana de Guayaquil, que costaron la vida a más de 100 personas. “Que Dios nos ayude - dijo - a sanar las llagas del crimen que esclaviza a los más pobres y ayude a cuantos trabajan cada día para hacer más humana la vida en las cárceles”.

Al comenzar el encuentro, el Papa comentó el pasaje evangélico que propone la liturgia de hoy, centrándose en la "reacción más bien insólita de Jesús", que está indignado "no con quienes discuten con Él, sino con quienes, para aliviarle el cansancio, alejan de Él a los niños”. Ese relato fue el punto de partida para reflexionar sobre la pequeñez como forma de acoger al Señor. “El discípulo - dijo - no solo debe servir a los pequeños, sino que también debe reconocerse pequeño él mismo. Es el primer paso para abrirnos a Él. Sin embargo, a menudo nos olvidamos de esto. En la prosperidad, en el bienestar, vivimos la ilusión de ser autosuficientes, de bastarnos a nosotros mismos, de no tener necesidad de Dios. Debemos buscar nuestra propia pequeñez y reconocerla. Y allí encontraremos a Jesús”.

“En la vida - siguió diciendo Francesco - reconocerse pequeño es un punto de partida para llegar a ser grande. Si lo pensamos bien, crecemos no tanto gracias a los éxitos y a las cosas que tenemos, sino, sobre todo, en los momentos de lucha y de fragilidad. Ahí, en la necesidad, maduramos; ahí abrimos el corazón a Dios, a los demás, al sentido de la vida”. En este sentido, “con Dios las fragilidades no son obstáculos, sino oportunidades. Una hermosa oración - añadió el pontífice - sería esta: 'Señor, mira mis fragilidades ...' y enumerarlas ante Él. Ésta es una buena actitud ante Dios. De hecho, precisamente en la fragilidad descubrimos cuánto nos cuida Dios".

“Lo saben bien - concluyó el Papa - los que rezan con perseverancia: en los momentos oscuros o de soledad, la ternura de Dios por nosotros se hace aún más presente. El Señor nos abraza, como un papá a su niño. Así nos hacemos grandes: no con la ilusoria pretensión de que somos autosuficientes - eso no hace grande a nadie - sino con la fortaleza de depositar todas nuestras esperanzas en el Padre. Exactamente como hacen los niños”.