28/10/2020, 13.06
VATICANO
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Papa: con su oración, Jesús abre los cielos incluso para nosotros, los pecadores

A la orilla del río Jordán, “está, sobre todo, el pueblo de los pecadores: esos que pensaban que no podían ser amados por Dios, los que no se atrevían a cruzar el umbral del templo, los que no rezaban, porque no se sentían dignos. Jesús ha venido por todos, también por ellos, y empieza precisamente uniéndose a ellos”. Participación en el “dolor de las familias de los niños asesinados en Kumba, en Camerún”.

 

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Desde el comienzo de su misión pública, con su oración en el Jordán, Jesús “abre los cielos”. Y con él, a orillas del Jordán “está toda la humanidad, con sus anhelos de orar, que no podían expresar. “Y está sobre todo el pueblo de los pecadores”. Porque Jesús “no es un Dios lejano”. “Jesús, hombre de oración”, fue el tema que abordó el papa Francisco durante la audiencia general de hoy, en el Aula Pablo VI. 

Durante el encuentro, Francisco también manifestó su participación en el “dolor de las familias de los jóvenes estudiantes asesinados en Kumba, Camerún”. El Papa expresó su “grave consternación por un acto tan cruel y sin sentido que les arrebató la vida a estos pequeños inocentes mientras asistían a clases en la escuela." "Que Dios ilumine los corazones para que no vuelvan a suceder nunca más actos de este tipo y para que esos pueblos atormentados puedan finalmente encontrar la paz". "Espero - fue el llamamiento final - que las armas callen, y que se garantice la seguridad de todos, y el derecho de los jóvenes a acceder a la educación y al futuro. El episodio al que se refirió ocurrió el pasado sábado 24 de octubre: un grupo de hombres armados irrumpió en las aulas del Instituto Primario Mother Francisca en la ciudad de Kumba, Camerún, y abrió fuego contra los niños. Al menos ocho murieron y otros doce resultaron heridos.

Previo a ello, dirigiéndose al millar de personas presentes en la audiencia, volvió a decir que no podía acercarse a “saludar a cada uno”, porque se deben evitar las aglomeraciones. “Y esto atentaría contra los cuidados, las precauciones que debemos tomar frente a esta ‘señora’ que se llama Covid y que nos hace tanto daño. Por eso, les pido disculpas si no puedo acercarme a saludarlos: los saludo desde aquí, pero los llevo en el corazón, a todos. Y ustedes, llévenme en su corazón, recen por mí. Aunque estemos distantes, podemos rezar unos por otros”. 

En la catequesis, subrayó el significado de la presencia de Jesús en el Jordán. “Él reza con los pecadores del pueblo de Dios. No se queda en la orilla de enfrente, para marcar que es distinto y mantener una distancia del pueblo desobediente. Él sumerge sus pies en las mismas aguas para la purificación. Jesús no es un Dios lejano, y no puede serlo. La encarnación lo reveló de una manera completa y  humanamente impensable. Así, cuando inaugura su misión, Jesús se pone a la cabeza de un pueblo de penitentes, como encargándose de abrir una brecha a través de la cual todos nosotros, después de Él,  debemos tener la valentía de pasar”.

“Ese día – dijo luego - a orillas del río Jordán, está, sobre todo, el pueblo de los pecadores: esos que pensaban que no podían ser amados por Dios, los que no se atrevían a cruzar el umbral del templo, los que no rezaban, porque no se sentían dignos. Jesús ha venido por todos, también por ellos, y empieza precisamente uniéndose a ellos. El Evangelio de Lucas destaca especialmente el clima de oración en el que tuvo lugar el bautismo de Jesús: «Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, Jesús fue bautizado. Él se detuvo a orar y se abrieron los cielos» (3, 21). Rezando, Jesús abre la puerta de los cielos, y de esa brecha desciende el  Espíritu Santo. Y desde lo alto, una voz proclama la verdad maravillosa: «Tú eres mi Hijo amado, en quien me complazco» (v. 22).  Por eso, “si en una noche de oración nos sentimos débiles y vacíos, si nos parece que la vida fue algo completamente inútil, en ese instante debemos suplicar que la oración de Jesús se haga nuestra. Entonces escucharemos una voz del cielo, más fuerte que la que sube de nuestros pantanos interiores, susurrando palabras de ternura: “Tú eres el amado de Dios, tú eres hijo, tú eres la alegría del  Padre de los cielos”. Precisamente por nosotros, para cada uno de nosotros se hacen eco las palabras del Padre, aún cuando fuéramos rechazados por todos, aunque fuéramos pecadores de la peor especie. Jesús no bajó a las aguas del Jordán por sí mismo, sino por todos nosotros. Abrió los cielos, como Moisés abrió las aguas del Mar  Rojo, para que todos pudiéramos cruzarlo detrás de Él. Jesús nos ha regalado su oración, que es su  diálogo de amor con el Padre. Nos la dio como semilla de la Trinidad, que quiere echar raíces en nuestro corazón. ¡Recibámosla! 

Al dirigirse a los polacos, Francisco dijo que “el 22 de octubre pasado celebramos la memoria litúrgica de San Juan Pablo II, en el centenario de su nacimiento. Él siempre exhortó a tener un amor privilegiado por los últimos e indefensos, y a velar por cada ser humano, desde su concepción hasta la muerte natural. Por intercesión de María Santísima, y del Santo Pontífice polaco, pido a Dios que suscite en los corazones de todos el respeto por la vida de nuestros hermanos, especialmente de los más frágiles e indefensos. Y que dé fuerza a aquellos que reciben la vida y la cuidan, incluso cuando ello requiere de un amor heroico”. 

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