Marista de Alepo: el terremoto, ‘una tragedia para todos’. Los sirios, ‘discriminados’ en la ayuda

Nabil Antaki, médico de Alepo, critica las sanciones occidentales que determinaron una respuesta "diferente" para Siria y Turquía ante la emergencia. La gente "está desesperada", los desplazados necesitan un techo. En las primeras etapas faltaron máquinas y equipos que hubieran salvado vidas. Una "vergüenza" para Europa y Estados Unidos.


Alepo (AsiaNews) - "Después de la primera y devastadora sacudida, cientos de miles de personas se refugiaron en iglesias, mezquitas, escuelas y jardines públicos porque sus casas se habían derrumbado o habían sufrido daños, o simplemente por miedo. Hoy, tres semanas después, la mayoría de los refugios y centros de acogida están cerrados". Esto contó a AsiaNews Nabil Antaki, médico cristiano especializado en gastroenterología, que,  en primer lugar, ha estado en primera línea en las tareas de socorro a las víctimas de la guerra que desde hace años ensangrienta el país; luego en la lucha contra la pandemia durante los últimos tres años, y que hoy se enfrenta al drama del terremoto.

"La gente de Alepo está desesperada", prosiguió el médico, uno de los pocos que permanecen en la ciudad a pesar del conflicto y miembro laico de la orden de los Hermanos Maristas. "En los últimos 12 años han vivido tragedias continuas una tras otra: la guerra, la crisis económica, Covid-19, la epidemia de cólera y ahora el sismo".

En las dos primeras semanas hubo que esforzarse por encontrar comida, mantas y colchones en una situación de "emergencia absoluta". Ahora, explica Antaki, "el primer objetivo es reparar los edificios dañados, reconstruir los que quedaron arrasados y, sobre todo, garantizar un techo a las miles de familias que perdieron sus casas". Se trata de una tarea ingente, dado que sólo en Turquía los daños causados por el terremoto del 6 de febrero ascienden a más de 34.000 millones de euros, según cálculos del Banco Mundial, y el número de víctimas en los dos países alcanza las 51.000. En las próximas horas se esperan las primeras cifras de Siria, donde el recuento se complica por la fragmentación del territorio.

El nudo de la ayuda, y de la reconstrucción, gira en torno a las sanciones internacionales contra Siria. "Incluso antes del terremoto", explicó el médico de Alepo, "la pobreza y la crisis económica eran consecuencia de las sanciones, que bloqueaban toda inversión. El 82% de la población vive por debajo del umbral de pobreza, según estimaciones de la ONU. Hoy no tenemos maquinaria para excavar ni equipos de rescate preparados para buscar bajo los escombros y muchos murieron porque no pudimos buscarlos y ayudarlos". Ahora se abre el juego de la reconstrucción -sumando el terremoto a los daños de la guerra-, pero aquí también "pesan mucho" las medidas punitivas de Occidente contra Damasco. 

Faltan productos de primera necesidad como pan, gas, combustible, electricidad, que se racionan: por ejemplo, 25 litros de gasolina cada 20 días, dos horas de electricidad de cada 24 horas. "La gente -continuó Antaki- está desesperada, tanto que actualmente es frecuente escuchar que se dice que 'vivíamos mejor durante los años más duros del conflicto, bajo las bombas y los francotiradores' y 'nos arrepentimos de no haber emigrado' en 2015-2016, cuando era más fácil marcharse". Hoy tampoco hay "esperanza, ni luz al final del túnel y el único consuelo viene de la enorme generosidad y solidaridad de los sirios en la diáspora, cuya ayuda y apoyo son únicos". 

Entre los que trabajan para llevar ayuda y apoyo están las ONG cristianas que proporcionan alojamiento, albergue en iglesias, comida, ropa, electricidad, empezando por los Maristas Azules de Alepo, que "se hicieron cargo de cientos de familias cristianas y musulmanas" en la primera fase de la emergencia. "Ahora alquilamos pisos", prosigue, "para los que no pueden volver a sus casas". En el pasado no hubo discriminación confesional en la ayuda y tampoco la hay hoy, todo el mundo está viviendo esta tragedia, como las anteriores, con un espíritu de total solidaridad". 

Desde Alepo, controlada por el Gobierno sirio, hasta Idlib, la única provincia que sigue en manos de grupos rebeldes y yihadistas, pasando por los refugiados sirios en Turquía (al menos 1,7 millones en las 11 provincias más afectadas por el terremoto), la "tragedia es la misma para todos", afirmó el médico. Lo que marca la diferencia, añadió, son "los cientos de aviones que llegaron a Turquía con ayuda, mientras que no se envió ninguno a Siria por razones políticas en las primeras horas tras el drama. Esto es motivo de vergüenza para Europa y Estados Unidos: la respuesta al sufrimiento de la gente debería haberse separado de las cuestiones políticas y militares" concluyó.

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