13/01/2024, 14.35
MUNDO RUSO
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La Guardia imperial de Putin

de Stefano Caprio

Todas las compañías militares privadas similares a Wagner ya han sido asimiladas por la nueva oprichnina imperial. Como al final del reinado de Iván, en el ocaso de Putin, tras la última deificación de las elecciones presidenciales del próximo marzo, el verdadero problema será hasta qué punto los escuadrones de los hombres fuertes del poder serán capaces de mantener un equilibrio interno entre ellos.

 

Desde los oscuros laberintos del Kremlin, mientras otro de sus dobles sirve caviar en el palacio de Novo Ogarevo en una solemne recepción navideña con algunos familiares (cuidadosamente seleccionados) de los caídos en la guerra de Ucrania, el zar Vladimir Putin observa con satisfacción el nuevo conflicto en curso en el mundo convulsionado por su "rebelión contra el monopolio estadounidense". La guerra civil entre los narcotraficantes y el gobierno de Ecuador completa el cuadro de la "guerra mundial ya no en pedazos", en la que todavía faltaba América Latina. La definición de Bergoglio resulta más actual que nunca para describir el curso de los acontecimientos, teniendo en cuenta además la revuelta dentro de la propia Iglesia católica contra la declaración Fiducia supplicans -firmada por el principal teólogo del Papa, el cardenal argentino "Tucho" Fernández- que autorizó la bendición de parejas del mismo sexo. Precisamente el motivo que esgrimió el Patriarca Kirill de Moscú para justificar la agresión a Ucrania, cuando afirmó que "nos quieren imponer desfiles gay".

En realidad, las fiestas de Navidad ofrecieron al patriarcado de Moscú la oportunidad de mostrar al mundo al nuevo exarca para África, el obispo de Zarajsk y vicario del patriarca, Konstantin (Ostrovskij), de 46 años, quien ha ocupado el cargo del depuesto Leonid (Gorbachev). El 11 de enero comenzó su primera visita pastoral a Sudáfrica, precisamente el mismo día en que el país del presidente Cyril Ramaphosa, gran amigo de Putin, denunció ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya el "genocidio de los palestinos" en la Franja de Gaza perpetrado por los israelíes. El ex exarca Leonid, en cambio, quedó en la parroquia de Todos los Santos de Kulishki, en las afueras de Moscú, donde en estos días se ha averiado todo el sistema de calefacción, y desde la cual administra a la distancia la eparquía rusa de Ereván de los relokanty rusos emigrados a Armenia.

La defenestración de Leonid fue consecuencia de uno de los acontecimientos cruciales de Rusia en 2023: el levantamiento de Yevgeny Prigozhin, de quien el metropolitano era asesor espiritual. El asunto de la brigada Wagner, hoy disuelta tras la sonada muerte de su fundador, revela uno de los aspectos más significativos del sistema político de Putin, el de la "guardia imperial", llamada simultáneamente a defender la persona del zar, el control de su territorio y la pureza de su fe ideológica. Se trata de un esquema ideado en los tiempos del primer zar Iván el Terrible, o mejor dicho "el Amenazante", la inspiración original del mismo Putin, quien amenaza al mundo entero en nombre de una misión especial del "mundo ruso", para la salvación de todos los pueblos.

Entre 1565 y 1572 el zar Iván IV había constituido la oprichnina, una guardia imperial especial a la que había concedido el dominio de los territorios centrales de la Moscovia, confiando en ella para la protección de su persona y en la capacidad de intervención en las zonas de crisis que rodeaban al naciente imperio, sobre todo los países bálticos que ambicionaban la independencia, como la actual Ucrania. Los oprichniki, los guardianes del reino, vestían uniforme monástico y rezaban desde el amanecer junto con el zar, quien a su vez vestía los ornamentos reales sobre los sacerdotales, para indicar la estrecha unión del trono con el altar. El término oprich, del que deriva el título de la guardia, significa "especial" y algo que está "más allá de las fronteras", análogo de alguna manera al término ukraina, "en los márgenes", para indicar la aspiración rusa a extenderse más allá de su enorme territorio, que ya en el siglo XVI constituía la mitad de Europa. La Guardia respaldó al monarca en la Guerra de Livonia, una analogía de la actual guerra en Ucrania, donde también se han lucido las brigadas especiales del último zar.

La revuelta de Prigozhin puso al descubierto los límites de esta política militar "más allá de las fronteras" de toda legislación y tradición, haciendo tambalear seriamente la estabilidad del régimen de Putin. El nuevo año comenzó con una redefinición de roles, cuando el 3 de enero la Rosgvardija, la actual variante de la milicia imperial, absorbió al batallón Vostok de los ejércitos regionales del Donbass, que gozaban de cierta autonomía en las estrategias bélicas. En los últimos días también se incorporó a la Guardia del Kremlin otro grupo proveniente de los ejércitos de las "cuasi-repúblicas" anexadas, la compañía Kaskad. Este refuerzo de las tropas bajo el mando directo de Putin depende de un decreto-ley de julio de 2023, en el cual se permitía a la Rosgvardija utilizar armas pesadas. Todo esto es consecuencia de los errores cometidos por el exceso de libertad que se concedió a la compañía Wagner de Prigozhin.

​Inicialmente los "músicos" de la Wagner habían sido reclutados para ocuparse de los intereses de Rusia en los territorios de África, colaborando con los regímenes cercanos al Kremlin y apoderándose de todas las riquezas del continente, que se había convertido en "territorio canónico" de Rusia después de la traición del patriarcado greco-ortodoxo de Alejandría, que reconoció el "cisma ucraniano". La estrategia de Prigozhin consistía en enriquecer sus propias cuentas corrientes junto con las cuentas offshore de Putin, además de las cuentas oficiales del Banco Central de Rusia acumulando reservas de oro cada vez mayores que eran necesarias para prevenir las desastrosas consecuencias de las sanciones inevitables por la invasión de Ucrania.

Cuando comenzó la guerra abierta en febrero de 2022, los combatientes de la Wagner resultaron necesarios directamente en el frente ucraniano ya que, tras el fracaso de los primeros asaltos, fue evidente que las fuerzas regulares del Ejército ruso no eran capaces de llevar a cabo la blitzkrieg soñada por el presidente. Los wagnerovsty eran necesarios porque tenían más experiencia en acciones militares sucias y porque eran capaces de convencer a los prisioneros de los campos de concentración para que se alistaran, uno de los procedimientos decisivos para la formación del ejército ruso en Ucrania.

De esa manera Putin tenía el control de un grupo militar alternativo, que sólo formalmente se sometía a los mandos del Ejército, pero que en la práctica se regulaba según los planes de sus propios dirigentes, en particular el "cocinero" Prigozhin, y ni siquiera estaban obligados a pronunciar el juramento oficial. Este exceso de libertad finalmente condujo a la revuelta del propio Prigozhin, que puso al descubierto los límites del poder de Putin, al que se consideraba demasiado débil en las acciones militares, lo que sigue constituyendo todavía hoy la verdadera oposición (no explícita) contra el presidente, la de la "guerra final", mucho más decidida que el tímido pacifismo totalmente reprimido por las medidas autoritarias.

A fines de 2022 resultaba claro que el Ejército ruso no podía hacer frente adecuadamente a la contraofensiva ucraniana, que había logrado recuperar la orilla izquierda del Dniéper desde Jarkov hasta Jersón, lo que finalmente condujo a la “marcha sobre Moscú” de Prigozhin y la Wagner. Putin comprendió que no era suficiente el control general de las fuerzas involucradas en los combates, sino que necesitaba un verdadero "ejército personal", que ahora ha vuelto a concentrar en la Rosgvardija que encabeza el general Viktor Zolotov, uno de los principales "comandantes en la sombra" de toda la fuerza bélica rusa. Junto con el secretario del Consejo de Seguridad, Nikolaj Patrushev, Zolotov es una de las figuras que pueden controlar todo el sistema de poder de Putin, tanto en vida como en ausencia del zar encerrado en el búnker.

Todas las compañías militares privadas similares a la Wagner, que se han multiplicado desde la anexión de Crimea en 2014, ahora están siendo absorbidas por la nueva oprichnina imperial. Como al final del reinado de Iván, también en el ocaso de Putin el Terrible, tras la deificación final de las elecciones presidenciales del próximo marzo, el verdadero problema será hasta qué punto estos escuadrones internos de los siloviki, los hombres fuertes del poder, serán capaces de mantener entre ellos un equilibrio interno incluyendo la Rosgvardija, los servicios del FSB, el contraespionaje de la GRU, el Ministerio del Interior y el patriarcado ortodoxo. El riesgo es que Rusia colapse por las luchas internas de las estructuras de poder, mucho más que por derrotas militares o levantamientos populares, sin que nada bueno pueda resultar de estos enfrentamientos.

 

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