03/12/2015, 00.00
VATICANO
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Papa: para la Iglesia “la misión no es la herramienta, sino el punto de partida y el fin”

Francisco recibió a los participantes en la asamblea plenaria de la Congregación para la Evangelización de los pueblos. “que cada parroquia haga propio el estilo de la missio ad gentes”. El “mundo secularizado, aun cuando se muestra acogedor con los valores evangélicos del amor, de la justicia, de la paz y de la sobriedad no muestra la misma apertura hacia la persona de Jesús: no cree que sea el Mesías, ni el Hijo de Dios”.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Para la Iglesia “la misión no es la herramienta, sino el punto de partida y el fin”. El principio es válido para todos lados, razón por la cual “cada parroquia haga propio el estilo de la missio ad gentes. De este modo, el Espíritu Santo transformará a los fieles rutinarios en discípulos, los discípulos desapegados en misioneros, sacándolos de los miedos y de las cerrazones, y proyectándolos hacia todas las direcciones, hasta los confines de la tierra”. Un “mundo secularizado, aun cuando se muestra acogedor con los valores evangélicos del amor, de la justicia, de la paz y de la sobriedad no muestra la misma apertura hacia la persona de Jesús: no cree que sea el Mesías, ni el Hijo de Dios”.

La necesidad de la Iglesia de estar “en salida” fue reafirmada por el Papa Francisco en el discurso que dirigió hoy a los participantes en la Asamblea plenaria de la Congregación para la Evangelización de los pueblos, en el que subrayó “el punto de la missio ad gentes, además de dar indicaciones valiosas para el futuro”.

“Estoy de regreso –dijo el Papa- de mi primer viaje apostólico a África, donde he tocado con las manos el dinamismo espiritual y pastoral de tantas jóvenes Iglesias de aquel continente, como también las graves dificultades en que vive buena parte de la población. He podido constatar que, allí donde hay necesidades, casi siempre hay una presencia de la Iglesia dispuesta a curar las heridas de los más necesitados, en los que reconoce el cuerpo llagado y crucificado del Señor Jesús. ¡Cuántas obras de caridad, de promoción humana! ¡Cuántos anónimos buenos samaritanos trabajan cada día en las misiones!”.

“Evangelizadora por naturaleza –prosiguió-, la Iglesia comienza siempre evangelizándose a sí misma. Discípula del Señor Jesús, se pone a la escucha de Su palabra, de la cual toma las razones de la esperanza que no desilusiona, porque está fundada en la gracia del Espíritu Santo. (cfr Rm 5,5). Sólo así es capaz de mantener su frescura y su impulso apostólicos. El Decreto conciliar Ad gentes y la Encíclica Redemptoris missio, que han inspirado esta Asamblea plenaria, dicen que «la Iglesia es misionera por su naturaleza, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre » (Ad gentes, 2). La misión no responde en primer lugar a iniciativas humanas; el protagonista es el Espíritu Santo, suyo es el proyecto (cfr Redemptoris missio, 21). Y la Iglesia es sierva de la misión. Desde hace tiempo, está en acto una vuelta al equilibrio entre Iglesia y misión. No es la Iglesia quien hace la misión, sino que es la misión que hace a la Iglesia. Por lo tanto, la misión no es la herramienta, sino el punto de partida y el fin ”.

La misión, una fuerza capaz de transformar la Iglesia en su interior

“En los últimos meses vuestro Dicasterio realizó una investigación acerca de la vitalidad de las jóvenes Iglesias, para entender cómo volver más eficaz la obra de la missio ad gentes, tomando en consideración la ambigüedad a la cual es hoy expuesta, a veces, la experiencia de fe. El mundo secularizado, aun cuando se muestra acogedor con los valores evangélicos del amor, de la justicia, de la paz y de la sobriedad no muestra la misma apertura hacia la persona de Jesús: no cree que sea ni el Mesías ni el Hijo de Dios. Como mucho, lo considera un hombre iluminado. Separa, por lo tanto, el mensaje del mensajero, el don del Dador. En esta situación de separación, la missio ad gentes sirve como motor y horizonte de la fe. Es vital que en el momento presente,  «la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 23). En efecto, la misión es una fuerza capaz de transformar a la Iglesia en su propio interior antes que la vida de los pueblos y de las culturas. Por lo tanto, que cada parroquia haga propio el estilo de la missio ad gentes. De este modo, el Espíritu Santo transformará a los fieles rutinarios en discípulos, los discípulos desapegados en misioneros, sacándolos de los miedos y de las cerrazones y proyectándolos hacia todas las direcciones, hasta los confines de la tierra  (Cfr. Hch 1,8). El enfoque kerygmático de la fe, tan familiar entre las Iglesias jóvenes, debe encontrar también espacio entre las de antigua tradición”.

“Pablo y Bernabé – reiteró - no tenían el Dicasterio misionero a sus espaldas. Y sin embargo, anunciaron la Palabra, dieron vida a diversas comunidades y derramaron su sangre por el Evangelio. Con el tiempo han crecido las complejidades, y la necesidad de una unión especial entre las Iglesias recientemente fundadas y la Iglesia universal. Por esto, hace cuatro siglos, el Papa Gregorio XV instituyó la Cogregación de Propaganda Fide, que a partir de 1967 tomó el nombre de Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Es evidente que en esta fase de la historia «no sirve una simple administración [de la realidad existente]. Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un estado permanente de misión» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 25). San Juan Pablo II especificó la modalidad, afirmando: «Cada renovación de la Iglesia debe tener como objetivo la misión, para no caer presa de una especie de introversión eclesial» (Exhort. ap. postsinodal Ecclesia in Oceania, 19). Ir “es inherente al Bautismo, y sus límites son los del mundo”. Por lo tanto, seguid esforzándoos para que el espíritu de la missio ad gentes anime el camino de la Iglesia, y para que sea siempre capaz de escuchar el grito de los pobres y los alejados, que sepa encontrar a todos y anunciar la alegría del Evangelio”.

“Les agradezco su trabajo de animación y cooperación misionera, con el que recuerdan a toda las Iglesias que, si están constreñidas en sus propios horizontes, corren el riesgo de atrofiarse y apagarse. La Iglesia vive y crece “en salida”, tomando la iniciativa y haciéndose prójimo. Por eso, ustedes animan a las comunidades a ser generosas también en los momentos de crisis vocacional. «La Misión, de hecho, renueva a la Iglesia, revigoriza la fe y la identidad cristianas, da nuevo entusiasimo y  motivaciones» (Redemptoris missio, 2). En los tantos senderos de la missio ad gentes ya es visible el alba del nuevo día, como lo demuestra el hecho de que las jóvenes Iglesias saben dar, y no sólo recibir. Los primeros frutos son su disponibilidad a conceder sus propios sacerdotes a las Iglesias hermanas de la misma nación, del mismo Continente, o para servir a las Iglesias necesitadas de otras regiones del mundo. La cooperación ya no es solamente a lo largo del eje norte-sur. Existe también un movimiento inverso de restitución del bien que fue recibido por medio de los primeros misioneros. Estos también son signos de una madurez que se ha alcanzado”.

“Hermanos y hermanas -concluyó el Papa- recemos y trabajemos para que la Iglesia sea cada vez más según el modelo de los Hechos de los Apóstoles. Dejémonos alentar por la fuerza del Evangelio y del Espíritu Santo; salgamos de nuestros recintos, emigremos de los territorios en los que, a veces, estamos tentados de encerrarnos. Así estaremos en grado de caminar y sembrar más, más allá. Que María Santísima, Madre de Dios, San Francisco Javier y Santa Teresita del Niño Jesús, patronos de las misiones, iluminen nuestros pasos en el servicio al Evangelio del Señor Jesús. Los acompaño con la bendición apostólica y les pido, por favor, que recen por mí”.

 

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