En 1846 Nicolás I viajó en forma privada a Roma para ver al Papa Gregorio XVI y rogarle que no cediera a las tentaciones liberales y republicanas que también se estaban afirmando en la Ciudad Santa. Y la decisión de "defender los valores" de la Europa cristiana lo llevó a la guerra de Crimea. Por el contrario, con la misión de "diplomacia humanitaria" del Card. Zuppi, hoy el Papa Francisco considera la crisis mundial a la luz del Evangelio.
Según el ex presidente de Daguestán Abdulatipov, los nacionalismos actuales en el antiguo Cáucaso soviético parecen anular las tradiciones, remontándose a los orígenes medievales de la desintegración feudal, sin tener en cuenta la «experiencia histórica, cultural y humana de la integración interétnica e interreligiosa».
Los productores rusos de combustibles fósiles invierten en nuevas tecnologías convencidos de que, al menos hasta 2050, las materias extractivas seguirán siendo cruciales en la economía mundial. Las energías renovables se utilizarán cada vez más, pero en paralelo a la cuota de petróleo, dada la creciente difusión del automóvil también en África y América Latina.
Los economistas rusos insisten en la prioridad del "localismo": una estrategia de marketing común a todos los soberanismos, pero que en Rusia funciona de forma muy limitada, considerando que es un país no precisamente aventajado en términos de capacidad de producción agrícola e industrial. Y que - desde la gastronomía hasta muchos aspectos de la realidad social - a lo largo de su historia siempre ha adquirido elementos extranjeros.
Putin es sólo el último heredero de los muchos varjagi de la historia rusa que intentaron «llevar la civilización» a las tierras del otro lado de su frontera y al mundo entero. Hoy la anexión se calcula no tanto en kilómetros cuadrados, sino en sumas de «valores tradicionales», como pueden haber sido en el pasado la revolución socialista o la defensa zarista de las autocracias.
Un reportaje de Novaja Gazeta documenta la dramática situación de los refugiados rusos y ucranianos. El gobernador Aleksej Smirnov declaró que su número supera con creces los 150.000, abandonados por las autoridades al ser ya problemática la defensa militar de la zona.