Las imágenes satelitales sugieren que para finales de año Pakistán podría superar a Afganistán en la producción de esa droga, cuyas ganancias van a parar a manos de los diversos grupos terroristas de la provincia suroccidental. Aquí los cultivos crecen al mismo ritmo que los atentados. A los grupos separatistas y la represión del ejército se han sumado recientemente los ataques del Estado Islámico contra la población local.
El balance oficial del terremoto en las regiones orientales de Afganistán asciende a 800 muertos y más de 2800 heridos, mientras que los equipos de rescate tienen dificultades para llegar a las zonas remotas afectadas. La emergencia se suma a los casi dos millones de refugiados que se han visto obligados a regresar de Pakistán e Irán en los últimos meses. Además de la falta de infraestructuras, la escasez de médicas, consecuencia de las prohibiciones impuestas por los talibanes tras su regreso al poder, está complicando aún más la asistencia.
Islamabad ha reanudado las repatriaciones forzadas, fijando el 1 de septiembre como fecha límite para salir de su territorio a 1,4 millones de afganos. La decisión se tomó a pesar del desastre humanitario en su país de origen, donde, según un reciente informe del Departamento de Estado de EE. UU., los talibanes imponen un “sistema institucionalizado de represión”.
La empresa estatal China Metallurgical Group Corporation ha anunciado el inicio de las obras en la mina de Mes Aynak, uno de los yacimientos de cobre más grandes del mundo. Sin embargo, la zona sigue minada, carece de infraestructuras y los riesgos para la seguridad siguen siendo elevados. El régimen de Kabul busca legitimidad apostando por las inversiones chinas y Pekín sigue adelante, pero con cautela.
Desde principios de julio, todos los refugiados que huyeron del régimen talibán en 2021 están recibiendo mensajes de texto con la orden de abandonar Tayikistán en un plazo de 15 días. Entre los destinatarios se encuentran también quienes viven legalmente en el país y muchos antiguos colaboradores del Gobierno prooccidental de Kabul. Testimonios sobre hombres, mujeres y niños subidos a pequeños autobuses. Una medida que se suma a otras contra los exiliados afganos que ya se aplican desde hace tiempo en Pakistán e Irán.
Aunque sin llegar al reconocimiento político completo por parte de Moscú, Kazajistán ha firmado un acuerdo con los talibanes para una importante línea ferroviaria. También Uzbekistán, Kirguistán y Turkmenistán están promoviendo acuerdos con el beneplácito de Pekín. La única excepción sigue siendo Tayikistán, donde aún pesa la cuestión de la discriminación de la minoría tayika en Afganistán.