La unión universal es la nueva religión de Moscú en un mundo dividido y conflictivo. Desestabilización, propaganda, financiación de las élites y de los oligarcas “amistosos” leales a Moscú y las Iglesias como instrumentos de poder. Después de Ucrania, Kazajistán es el país que más se encuentra en riesgo. Tiene la frontera terrestre más larga y la diáspora rusa más importante. Estados Unidos, la Unión Europea y sus socios internacionales deberán reforzar las relaciones económicas y diplomáticas con los territorios que se encuentran en el punto de mira de Moscú.
Las sanciones de EE. UU. contra el gigante petrolero Lukoil tendrán repercusiones también en Asia Central. El gigante ruso ha anunciado su intención de vender sus activos en el extranjero, muy importantes en un país como Kazajistán, que vende el 80 % de su petróleo a través de las infraestructuras de Moscú, pero no puede perder el acceso a los sistemas bancarios occidentales.
Los efectos del cambio climático están provocando este año una drástica caída en la producción de cereales, un sector crucial para la economía rusa. En la región de Rostov, el 17,5 % del territorio ya se ha desertizado. Pero en la represión de cualquier voz disidente, también los ecologistas que luchan por salvaguardar las zonas boscosas están en el punto de mira.
A través de una galería de personajes el autor Mikhail Zygar recorre en su nuevo libro los últimos treinta años de la Unión Soviética y ayuda a leer el presente de Moscú a partir de la idea de que ninguna dictadura es eterna y que el futuro siempre ofrece una oportunidad para cambiar.
Los recortes en los encargos de China y el derrumbe de los salarios están provocando un auge del trabajo informal en Corea del Norte. Pero también crecen las tensiones entre los obreros que Kim vende como mano de obra a Beijing, alimentadas por las deducciones cada vez mayores de sus salarios para aumentar los ingresos del gobierno de Pyongyang. Ahora el nuevo eldorado del régimen ha pasado a ser Rusia, donde el aislamiento lingüístico y cultural es mucho más fuerte.
A pesar de los datos secretos de Rosstat, varios observadores sostienen que la población rusa ha descendido por debajo del umbral de los 140 millones, con un número de muertes que supera constantemente al de nacimientos. Precisamente las regiones con una demografía tradicionalmente más creciente son las que registran el mayor número de bajas en el frente ucraniano.