En el discurso que Francisco dirigió a los diplomáticos de los 183 Estados acreditados ante la Santa Sede, habló sobre la necesidad de abordar temas como las vacunas para todos y la apertura a quienes se ven obligados a salir de su país, además de los principales lugares de crisis, desde Siria hasta Afganistán, pasando por Ucrania y Myanmar.
“El viaje de la vida y el camino de la fe necesitan el deseo, el impulso interior. Lo necesitamos como Iglesia”. "Es también una de las tareas del Sínodo: caminar juntos a la escucha, para que el Espíritu nos sugiera senderos nuevos, caminos para llevar el Evangelio al corazón del que es indiferente, del que está lejos, del que ha perdido la esperanza pero busca lo que los magos encontraron, «una inmensa alegría» (Mt 2,10)".
El mensaje de Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones se basa en “tres expresiones clave que resumen los tres fundamentos de la vida y de la misión de los discípulos: «Para que sean mis testigos», «hasta los confines de la tierra» y «recibirán la fuerza del Espíritu Santo»”. "En la evangelización, el ejemplo de vida cristiana y el anuncio de Cristo van juntos; uno sirve al otro. Son dos pulmones con los que debe respirar toda comunidad para ser misionera".
El llamado a hacer lugar a ese Dios que "no permanece en su beata eternidad y en su luz infinita, sino que se hace cercano, se hace carne, desciende a las tinieblas, habita tierras extrañas a Él". "Que cada uno de nosotros sea concreto y responda a esto. 'Sí, sí, me gustaría que viniera Jesús pero esto, que no lo toque; y esto, no, y esto...'. Cada uno tiene su propio pecado, llamémoslo por su nombre. Él no se asusta de nuestros pecados: ha venido a curarnos. Al menos dejemos que lo vea, que vea el pecado".
En esta pandemia, "tras una primera fase de reacción, en la que nos sentimos solidarios, a bordo del mismo barco, se ha extendido la tentación del 'sálvese quien pueda'. Pero gracias a Dios hemos vuelto a reaccionar, con un sentido de responsabilidad". "Gracias a Dios, porque la elección de la responsabilidad solidaria no viene del mundo: viene de Dios; es más, viene de Jesucristo, que ha impreso de una vez por todas en nuestra historia el "rumbo" de su vocación original: ser todos hermanos y hermanas, hijos del único Padre".
Los efectos de la falta de diálogo no solo entre Estados sino también a nivel personal, como lo demuestra la violencia contra las mujeres o "mirar para otro lado" ante el sufrimiento de los que se vieron obligados a abandonar su patria, fueron los puntos centrales del mensaje Urbi et orbi. Y en la homilía de noche de Navidad, la decisión del Verbo de hacerse pequeño: "la gracia de la pequeñez" que significa "creer que Dios quiere venir en las pequeñas cosas de nuestra vida, quiere habitar las realidades cotidianas, los gestos sencillos que realizamos en casa, en la familia, en la escuela, en el trabajo”.