19/07/2025, 16.18
MUNDO RUSO
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El bautismo de la Rus'-Rusia-Ucrania

de Stefano Caprio

Kiev acaba de celebrar el aniversario del Bautismo que decretó el príncipe Vladímir con un Sínodo en el que se condenó la ideología del "mundo ruso". El calendario juliano permitirá a los rusos, dentro de pocos días, celebrarlo ellos solos, vanagloriándose de su resistencia a la depravación y la herejía occidental, en ese aislamiento que es la dimensión que mejor define hoy en Moscú el concepto de "ortodoxia".

 

La Iglesia Ortodoxa Autocéfala de Ucrania (PZU) celebró el 14 de julio un Sínodo de obispos para conmemorar los 1.700 años del Concilio de Nicea y los 1.037 años del Bautismo de la "Rus' de Kiev-Ucrania", según el nuevo título que se otorgó en 2008 al momento fundacional del cristianismo a orillas del río Dniéper, cuando el príncipe Vladimir el Grande ravnoapostolskij, "igual a los apóstoles", impuso el bautismo a toda la población. El presidente Volodimir Zelenski destacó la unión de los términos Rus'-Ucrania para recordar "la historia que constituyó nuestro Estado, uniendo decenas de generaciones sucesivas de nuestro pueblo".

Obviamente la formulación parece un poco forzada, porque el nombre ukraina (Ucrania) recién empezó a usarse en el siglo XVII para designar las tierras "de frontera" de las comunidades rebeldes de los cosacos, que después se unieron al imperio de los zares de Moscú para liberarse del yugo de los reyes polacos. Por otra parte, la fusión de Rus' y Rusia, aunque semánticamente más lógica, no tiene una justificación histórica, porque no hubo una transición formal entre el antiguo Estado de los principados de Kiev y la nueva "Santa Rusia" de Moscú después de los doscientos años del dominio tártaro-mongol, entre los siglos XIII y XV, a la que los propios rusos llamaban simplemente "Moscovia". En realidad Rus' es un término mitológico sin especificaciones étnicas, y Rossija-Rusia sugiere más bien una ampliación a la integración con otros pueblos, caucásicos, asiáticos, ugrofineses y urálicos, tan es así que los ucranianos acusan a los rusos de haber perdido la "pureza rúsica" que solo ellos conservan como descendientes de la antigua Kiev, a pesar de que ellos mismos a su vez están mezclados con muchas otras etnias.

Las disputas etno-culturales entre Kiev y Moscú son precisamente la característica que define esta historia milenaria, considerando que en los primeros tres siglos Moscú no existía y comenzó a consolidarse recién después del 1300 gracias a los acuerdos con los tártaros, y que durante más de tres siglos Kiev dejó de existir, arrasada por los mongoles en 1240, para resurgir recién a fines del siglo XVI. Inmediatamente después de la muerte del príncipe Vladímir en 1015, sus hijos se enfrentaron entre sí por la sucesión, en esa perenne secuencia de conflictos internos que se recuerda incluso en la liturgia eslava como los meždousobnja brani, las "luchas fratricidas" por las que se pide continuamente perdón al Señor. En 1169 el príncipe Andréi Bogoliubski destruyó Kiev por primera vez para "salvarla" de la invasión de los enemigos bogomilos asiáticos, y trasladó la capital del "gran príncipe" a la ciudad más remota de Vladimir, donde tuvo su origen la propia Moscú, inaugurando el "traslado" del centro de la Rus', que continúa hasta nuestros días, de Kiev a Moscú y de San Petersburgo de nuevo a Moscú, y hoy una vez más en el conflicto entre Kiev y Moscú.

Por estas razones la interpretación de la historia se presenta como uno de los factores determinantes del conflicto, y expresa dos modelos opuestos de una población dispersa en el inmenso territorio que une Oriente y Occidente, Europa y Asia, sin conseguir nunca dominarlo por completo porque es demasiado pequeña en número y demasiado indecisa sobre su verdadera orientación. Cualquier presión debido a las guerras locales y universales no hace más que replantear esta gran ambigüedad, que concierne a los dos pueblos herederos del Bautismo de Kiev, y junto con ellos a otros pueblos eslavos, fineses, latinos, germánicos, nórdicos, asiáticos y de muchas otras variantes de la artificiosa división continental de Eurasia, donde no hay una verdadera frontera, una ukraina geográfica, histórica, cultural y ni siquiera religiosa.

Por eso los ucranianos festejan el Bautismo el día dedicado a la muerte de Vladimir, el 15 de julio según el calendario gregoriano, que en Rusia cae el 28 de julio según el calendario juliano, calendario que los rusos conservaron para oponerse a los latinos y del que los ucranianos renegaron en 2024, distanciándose de Moscú también en esto debido a las relaciones con Occidente. El Sínodo de los obispos ortodoxos ucranianos autocéfalos insiste, por lo tanto, en la concepción de Ucrania como un "país libre y democrático, que respeta la libertad de conciencia y de profesión religiosa para todos", en el cual los mandamientos divinos han sido revelados al pueblo "no solo para repetirlos de memoria, sino para llevarlos cada día a la práctica en la vida, en las decisiones y en las acciones de cada uno", y esto remontándose a las "fuentes y raíces de nuestro Estado independiente hasta el principado de Kiev". Por el contrario, "el imperio ruso intenta distorsionar el verdadero significado histórico de la Rus' como antiguo Estado ucraniano, y de manera falsa y sin fundamento pretende atribuírselo a sí mismo", afirman los obispos, e invitan a "confirmar la decisión que tomaron hace más de mil años nuestros antepasados, que proclamaron a Ucrania como un verdadero Estado europeo".

El documento aprobado por el Sínodo también critica explícitamente el concepto de "mundo ruso", al que califica como lžeučenie, una "falsa doctrina" basada en "principios heréticos de etno-filetismo, maniqueísmo y gnosticismo". Se remite también a los dogmas del Concilio de Nicea para "restaurar la plenitud de la Iglesia de Cristo y para desenmascarar, rechazar y condenar esta nueva enseñanza herética y homicida del "mundo ruso", e invitamos a todos los que han sido envenenados por ella a arrepentirse y corregirla". El mismo metropolitano de Kiev Epifany (Dumenko), jefe de la Iglesia PZU, destacó la importancia de la decisión del príncipe Vladimir "a favor de la fe, la verdad, la cultura y la civilización europea, que es el fundamento de la identidad ucraniana, de nuestra nación y de nuestro Estado, que nuestro enemigo está tratando de destruir... como hace mil años, nuestra fuerza reside en la unidad, el sacrificio y el amor a nuestro pueblo".

El hecho de que, en la práctica, sea la única Iglesia ortodoxa que conserva el calendario juliano permitirá a los rusos celebrar dentro de pocos días el Bautismo vanagloriándose de su resistencia a la depravación y a la herejía occidental, y en este sentido el aislamiento es la dimensión en la que Rusia mejor define su propio concepto de "ortodoxia", no tanto como afirmación de los dogmas de la "verdadera fe" (sobre eso tendría muy poco para distinguirse), sino más bien como último bastión contra todos los "heterodoxos", pravoslavnye contra inoslavnye, lo que verdaderamente distingue la identidad rusa respecto incluso de la ucraniana, que precisamente se propone como identidad de inclusión, y no de separación. Las personas de "otra religión", a los que se denomina con una palabra aún más despectiva como inovertsy, son en general los "agentes extranjeros" tan maldecidos y perseguidos en la Rusia de Putin.

El poeta y diplomático inglés Giles Fletcher llegó a Moscovia en 1588 (seis siglos después del Bautismo de Kiev) con una misión comercial, y dejó importantes apuntes histórico-culturales en los que expresa su asombro por el rígido aislamiento del mundo ruso respecto a los principios de civilización que se estaban difundiendo cada vez más en Europa, y se exportaban también al naciente imperio anglosajón del otro lado del océano. Él observa que "poquísimas personas aprenden a leer y escribir" y a cualquier extranjero "proveniente de una nación instruida" se le prohibía entrar a Moscovia, salvo por razones estrictamente comerciales. En 1589, año de la proclamación del patriarcado de Moscú como "Tercera Roma", un decreto imperial impuso a todos los comerciantes extranjeros que residieran en barrios periféricos aislados de la capital, para evitar que "trajeran consigo otras costumbres y propiedades, como las habituales en sus propios países". Incluso encerraron en el palacio dorado del Kremlin durante 7 meses a la delegación de Constantinopla, encabezada por el patriarca Ieremias II, y solo después de que firmaron el decreto de institución del patriarcado moscovita se les permitió abandonar el país, sin tener ningún contacto con la población de la capital.

Después los griegos se acercaron a los rusos del reino de Polonia, sugiriendo que debían construir un "contrapeso" a las pretensiones moscovitas, lo que llevó a la proclamación de la Unión de Brest de los ortodoxos de Polonia con el Papa de Roma en 1596, que se puede considerar – en este caso con toda razón – la fecha de nacimiento de Ucrania en sintonía con la civilización latina europea, y en oposición a las pretensiones universales de sus compatriotas moscovitas. Esto dio comienzo al conflicto que se prolongó durante gran parte del siglo XVII, hasta la "paz eterna" de 1686 con la restitución de Kiev al poder imperial y patriarcal de Moscú, la "guerra madre" de la actual "operación militar especial" de Rusia en Ucrania. Fletcher señaló en su visita que el rechazo a los extranjeros tenía como objetivo "mantener mejor a las personas en su condición de esclavos, para que no tuvieran la posibilidad y ni siquiera la fuerza de ánimo para abrirse a otra visión del mundo y de la vida".

Poco después de las guerras de los "Tumultos", a fines del siglo XVII, el joven emperador Pedro el Grande quiso rebelarse contra esta segregación y comenzó su reinado con la "gran embajada" en Europa, en la que visitó los países del norte hasta la Inglaterra de Guillermo III de Orange, el soberano que cedió parte de sus poderes al Parlamento instituido en la Cámara de los Lores. Pedro "abrió la ventana a Europa", llevó usos y costumbres occidentales que se reflejaron en su nueva capital, San Petersburgo, y difundió en Rusia los "vicios capitales" del tabaco y el vodka, motivo por el cual los ortodoxos más extremos lo condenaron como el tan temido "Anticristo". Sin embargo, cuando su asistente más fiel, Iván Mazepa, soñó con proclamar una Ucrania independiente con el apoyo de polacos y suecos, Pedro reaccionó destruyendo los ejércitos enemigos en la región oriental ucraniana de Poltava, la victoria de 1709 por la que los rusos le perdonaron los pecados de occidentalismo, instituyendo para Mazepa la "Orden de Judas". Más de mil años han transcurrido desde el nacimiento de la Rus' de Kiev, pero todo sigue repitiéndose de la misma manera bajo las apariencias principescas, imperiales, soviéticas o putinianas, cada vez en una variante aún más grotesca que las anteriores.

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