08/01/2018, 15.45
VATICANO
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Papa: el respeto de los derechos de las personas y las naciones es esencial para la paz

En el discurso a los diplomáticos, Francisco ha pedido la solución de los conflictos –comenzando por Siria- que van desde Corea a Ucrania, Yemen, Sudán del Sur y Venezuela – y manifestó su deseo de que los migrantes, así como los “descartados”, sean acogidos, al igual que los niños por nacer o los ancianos, y de que haya un respeto por los derechos a la libertad religiosa, de opinión y al trabajo.  

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – El respeto por cada persona, con todos sus derechos, desde una perspectiva de desarrollo humano integral, es el camino para la paz. Es el hilo conductor del largo discurso que el Papa Francisco dirigió esta mañana a los representantes de los 185 Estados y organismos internacionales que tienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede, y que fueron recibidos para el intercambio de saludos por el nuevo año.

Y evocando los 70 años de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, Francisco ha pedido abocarse a la solución de los conflictos –empezando por Siria- y tensiones que rigen en Corea y en Ucrania, en Yemen, en Sudán del Sur y en Venezuela –y manifestó el deseo que haya una acogida de los migrantes y “descartados”, como los niños por nacer o los ancianos, y un respeto por los derechos a la libertad religiosa y de opinión y al trabajo.

Ante todo, el Papa ha recordado que este año se cumple el centenario del fin de la Primera Guerra mundial, de cuyas cenizas “se pueden sacar dos advertencias, que lamentablemente la humanidad no supo comprender inmediatamente, llegando en el arco de veinte años a combatir un nuevo conflicto aún más devastador que el anterior. La primera advertencia es que ganar no significa nunca humillar al rival derrotado. La paz no se construye como la afirmación del poder del vencedor sobre el vencido. Lo que disuade de futuras agresiones no es la ley del temor, sino la fuerza de la serena sensatez que estimula el diálogo y la comprensión mutua para sanar las diferencias. De aquí se deriva la segunda advertencia: la paz se consolida cuando las naciones se confrontan en un clima de igualdad”.

Las relaciones entre las naciones, al igual que sucede con las relaciones humanas, también se regulan en base al principio de que “todas las comunidades políticas son iguales en dignidad natural», así como el reconocimiento de los mutuos derechos, junto al cumplimiento de los respectivos deberes. La premisa fundamental de esta actitud es la afirmación de la dignidad de cada persona humana, cuyo desprecio y desconocimiento conducen a actos de barbarie que ofenden la conciencia de la humanidad. Por otro lado, «la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana», como afirma la Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Desde una perspectiva cristiana, ésta guarda una “significativa relación” con el mensaje evangélico.

 “Estos derechos tienen su fundamento en la naturaleza que aúna objetivamente al género humano. Ellos fueron enunciados para eliminar los muros de separación que dividen a la familia humana y para favorecer lo que la doctrina social de la Iglesia llama al desarrollo humano integral”.

Sin embargo, a partir del “Sesenta y ocho” la interpretación de algunos derechos ha ido cambiando progresivamente, incluyendo una multiplicidad de «nuevos derechos», que no pocas veces se contraponen entre sí.  “Está también el peligro —en cierto sentido paradójico— de que, en nombre de los mismos derechos humanos, se vengan a instaurar formas modernas de colonización ideológica, de los más fuertes y los más ricos en detrimento de los más pobres y débiles”.

Al cumplirse setenta años de la Declaración de los derechos humanos, “duele constatar cómo muchos derechos fundamentales, todavía hoy, están siendo pisoteados. El primero de ellos es el derecho a la vida, a la libertad y a la inviolabilidad de toda persona humana.[9] No son menoscabados sólo por la guerra o la violencia. En nuestro tiempo, hay formas más sutiles: pienso sobre todo en los niños inocentes, descartados antes de nacer; no deseados, a veces sólo porque están enfermos o con malformaciones o por el egoísmo de los adultos. Pienso en los ancianos, también ellos tantas veces descartados, sobre todo si están enfermos, porque se les considera un peso. Pienso en las mujeres, que a menudo sufren violencias y vejaciones también en el seno de sus propias familias. Pienso también en los que son víctimas de la trata de personas”.

“Defender el derecho a la vida y a la integridad física significa además proteger el derecho a la salud de la persona y de sus familias”. Debemos esforzarnos, entonces, para “que se adopten políticas que garanticen, a precios accesibles, el suministro de medicamentos esenciales”.

“A tal fin “el desarme completo y el desarrollo integral están estrechamente relacionados entre sí”, mientras que “la proliferación de armas agrava ciertamente las situaciones de conflicto y supone grandes costes en términos materiales y de vidas humanas que socavan el desarrollo y la búsqueda de una paz duradera”.

En la esperanza de que los hombres opten por la vía de las negociaciones, “es primordial que se pueda sostener todo esfuerzo de diálogo en la península coreana, con el fin de encontrar nuevas vías para que se superen las actuales confrontaciones, aumente la confianza mutua y se asegure un futuro de paz al pueblo coreano y al mundo entero”.

 

Dos Estados, para israelíes y palestinos

“También es importante que continúen las distintas iniciativas de paz a favor de Siria en un clima propositivo de creciente confianza entre las partes, para que se logre poner fin, de una vez para siempre, al largo conflicto que ha afectado a todo el país y que ha causado enormes sufrimientos. El deseo de todos es que, después de tanta destrucción, llegue el tiempo de la reconstrucción. Pero más que construir edificios es necesario reconstruir los corazones, volver a tejer la tela de la confianza mutua, premisa imprescindible para el crecimiento de cualquier sociedad. Es fundamental esforzarse en favorecer las condiciones jurídicas, políticas y de seguridad, para una recuperación de la vida social, donde cada ciudadano, independientemente de su condición étnica y religiosa, pueda participar en el desarrollo del país. En este sentido, es vital que se protejan a las minorías religiosas, entre las cuales se encuentran los cristianos, que desde hace siglos contribuyen activamente a realizar la historia de Siria”. “Es igualmente importante que puedan regresar a su patria los numerosos refugiados que han encontrado acogida y protección en las naciones vecinas, especialmente en Jordania, Líbano y Turquía. El compromiso y el esfuerzo realizado por estos países en esta difícil circunstancia merece el reconocimiento y el apoyo de toda la comunidad internacional”.

 “La voluntad de diálogo es necesaria también en el amado Irak, para que los distintos elementos étnicos y religiosos vuelvan a encontrar el camino de la reconciliación, la convivencia y la colaboración pacífica, así también en el Yemen y en otras partes de la región, igual que en Afganistán”.

“Un pensamiento particular dirijo a israelíes y palestinos, tras las tensiones de las últimas semanas. La Santa Sede expresa su dolor por los que han perdido la vida en los recientes enfrentamientos y renueva su llamamiento a ponderar toda iniciativa para que se evite exacerbar las contradicciones, e invita a un compromiso por parte de todos para que se respete, en conformidad con las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas, el status quo de Jerusalén, ciudad sagrada para cristianos, judíos y musulmanes. Setenta años de enfrentamientos obliga a que se encuentre una solución política que permita la presencia en la región de dos Estados independientes dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas. A pesar de las dificultades, la voluntad de dialogar y de reanudar las negociaciones sigue siendo la vía maestra para llegar finalmente a una coexistencia pacífica de los dos pueblos”.

“También dentro de contextos nacionales, la apertura y la disponibilidad del encuentro son esenciales. Pienso especialmente en la querida Venezuela, que está atravesando una crisis política y humanitaria cada vez más dramática y sin precedentes. La Santa Sede, mientras que exhorta a responder sin demora a las necesidades primarias de la población, desea que se creen las condiciones para que las elecciones previstas durante el año en curso logren dar inicio a la solución de los conflictos existentes, y se pueda mirar al futuro con renovada serenidad”.

“Que la Comunidad internacional no olvide tampoco el sufrimiento en tantas partes del Continente africano, especialmente en Sudán del Sur, en la República Democrática del Congo, en Somalia, en Nigeria y en la República Centroafricana, en las que el derecho a la vida está amenazado por el abuso indiscriminado de los recursos, por el terrorismo, la proliferación de grupos armados y por los conflictos que perduran”.

“También en Ucrania es urgente que haya un compromiso común para reconstruir puentes. El año apenas terminado ha cosechado nuevas víctimas en el conflicto que aflige al país, y sigue produciendo gran sufrimiento a la población, en particular a las familias que habitan en las zonas afectadas por la guerra y que han perdido a sus seres queridos, con frecuencia ancianos y niños”.

Junto a la situación internacional, Francisco ha evidenciado algunas realidades que hieren la paz social, empezando por la familia, que “especialmente en Occidente, es considerada como una institución superada. Frente a la estabilidad de un proyecto definitivo, hoy se prefieren los vínculos fugaces. Pero una casa construida sobre la arena de los vínculos frágiles e inconstantes no se mantiene en pie. Se necesita más bien la roca”, representada por la “comunión de amor, fiel e indisoluble, que une al hombre y a la mujer”.

“Hoy se habla mucho de migrantes y migraciones, en ocasiones sólo para suscitar miedos ancestrales”. Y “Aun reconociendo que no todos están siempre animados por buenas intenciones, no se puede olvidar que la mayor parte de los emigrantes preferiría estar en su propia tierra, mientras que se encuentran obligados a dejarla”… Compete a los gobernantes “acoger, promover, proteger e integrar, estableciendo medidas prácticas “respetando el recto orden de los valores”. A propósito de ello, el Papa ha dado las gracias al Bangladés por la ayuda brindada al pueblo Rohinyá y ha expresado “las gracias de modo especial a Italia que en estos años ha mostrado un corazón abierto y generoso, y ha sabido ofrecer también ejemplos positivos de integración”. Francisco también manifestó su “aprecio” a Grecia y Alemania.  

 

Libertad de religión, e incluso para cambiar de religión

“Uno de los derechos humanos sobre el que me gustaría hoy llamar la atención es el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, que incluye la libertad de cambiar de religión.[20] Se sabe por desgracia que el derecho a la libertad religiosa, a menudo, no se respeta y que la religión con frecuencia se convierte en un motivo para justificar ideológicamente nuevas formas de extremismo o un pretexto para la exclusión social, e incluso para la persecución en diversas formas de los creyentes. La condición para construir sociedades inclusivas está en una comprensión integral de la persona humana, que se siente verdaderamente acogida cuando se le reconocen y aceptan todas las dimensiones que conforman su identidad, incluida la religiosa”.

Por último, al referirse al derecho al trabajo, el Papa afirmó que “no hay paz ni desarrollo si el hombre se ve privado de la posibilidad de contribuir personalmente, a través de su trabajo, en la construcción del bien común”. Y aunque, por un lado, “hay una distribución desigual de las oportunidades de trabajo, por el otro, existe una tendencia a exigir a los trabajadores ritmos cada vez más estresantes. Las exigencias del beneficio, dictadas por la globalización, han llevado a una reducción progresiva de los tiempos y días de descanso”, y también “a un aumento del número de niños empleados en actividades laborales” “y de las víctimas de nuevas formas de esclavitud”.

“Al recordar algunos de los derechos contenidos en la Declaración Universal de 1948, no pretendo ignorar un aspecto estrechamente relacionado con ella: todo individuo tiene también deberes hacia la comunidad”. “Sabemos que la naturaleza puede ser cruenta, incluso cuando no es responsabilidad del hombre. Lo hemos visto el año pasado con los terremotos que han golpeado en distintos lugares de la tierra, especialmente en los últimos meses en México e Irán, provocando numerosas víctimas, así como con la fuerza de los huracanes que han afectado a varios países del Caribe alcanzando las costas estadounidenses, y que, aún más recientemente, han golpeado Filipinas. Sin embargo, no debemos olvidar que hay también una responsabilidad primaria del hombre en la interacción con la naturaleza. El cambio climático, con el aumento global de las temperaturas y los efectos devastadores que conllevan, son también una consecuencia de la acción del hombre. Por lo tanto, es necesario afrontar, con un esfuerzo colectivo, la responsabilidad de dejar a las generaciones siguientes una Tierra más bella y habitable, trabajando a la luz de los compromisos acordados en París en 2015, para reducir las emisiones a la atmósfera de gases nocivos y perjudiciales para la salud humana”. (FP)

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