23/10/2022, 14.03
VATICANO
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Papa: la Jornada Mundial de las Misiones, para 'volver a despertar' el anuncio del Evangelio

En el Ángelus, Francisco se inscribió, junto a dos jóvenes portugueses, en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa, que tendrá lugar en agosto del 2023. La "inquietud " por el conflicto en Etiopía y "la tristeza" por las inundaciones en África. El encuentro interreligioso por la paz, a celebrarse en el Coliseo el próximo 25 de octubre. El fariseo y el publicano de la parábola del Evangelio, con los movimientos de "subir y bajar".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - La Jornada Mundial de las Misiones, que se celebra hoy bajo el lema "Para que sean mis testigos" es una "ocasión importante" para "despertar" en todos los bautizados el deseo de participar "en la misión universal de la Iglesia mediante el testimonio y el anuncio del Evangelio". Así lo subrayó hoy el Papa Francisco en el Ángelus, animando a los fieles a "apoyar a los misioneros con la oración y la solidaridad concreta" para que puedan "continuar la obra de evangelización y promoción humana en todo el mundo". 

A continuación, el Pontífice invitó a dos jóvenes portugueses a asomarse con él a la ventana del Palacio Apostólico para recordar la Jornada Mundial de la Juventud de agosto de 2023 en Lisboa, cuya inscripción se abre hoy. Francisco aprovechó la ocasión para inscribirse él mismo de forma virtual, invitando también a los jóvenes que estaban a su lado a hacerlo a través de la página web dedicada a ello (en la foto). "Yo también me inscribo como peregrino", dijo, "y también haré que estos dos jóvenes se anoten". A continuación, el Papa se dirigió a los chicos y chicas de todo el mundo, instándolos a inscribirse. "Después de la distancia" impuesta por la pandemia de Covid-19, llamó a redescubrir "el abrazo fraterno que tanto necesitamos".

En su largo discurso al final de la oración mariana, el Papa ensalzó el testimonio de los nuevos beatos, los mártires redentoristas españoles. Son el P. Vicente Nicasio Renuncio Toribio y once compañeros, asesinados en 1936 durante la persecución contra los cristianos en la guerra civil. "Su testimonio de Cristo -dijo- nos impulsa a ser coherentes y valientes" en el anuncio del Evangelio. Por último, el Pontífice comentó que seguía "con inquietud" el conflicto en Etiopía, y dijo que la violencia no sirve para resolver la "discordia" sino que aumenta sus "trágicas consecuencias". En este sentido, pidió "soluciones equitativas para una paz duradera". A continuación, expresó su tristeza por las inundaciones en África, rezó por el nuevo gobierno que asume hoy en Italia y concluyó recordando que el 25 de octubre,  en el Coliseo de Roma, tendrá lugar la oración interreligiosa por la paz. Invitó a "rezar por la atormentada Ucrania".

Previamente, durante la introducción del Ángelus, el Pontífice profundizó en el pasaje del Evangelio de Lucas en el que se presenta la parábola del fariseo y el publicano, con los movimientos de "subir y bajar" en los que se centra la reflexión. Los protagonistas son dos hombres muy diferentes, a saber, "un hombre religioso y un pecador declarado", pero sólo este último "se eleva verdaderamente a Dios" porque se presenta ante Él con humildad y en la plena verdad de sí mismo y de sus límites.

El verbo subir, objeto de la primera parte de la reflexión, aparece en muchos pasajes del Antiguo Testamento, desde Abraham hasta Moisés y Jesús en el Nuevo Testamento en la experiencia de la transfiguración. "Subir -observa el Papa- expresa la necesidad del corazón de desprenderse de una vida chata para ir al encuentro del Señor; levantarse de las llanuras de nuestro ego para ascender hacia Dios; liberarse de nuestro ego, recoger lo que vivimos en el valle para llevarlo ante el Señor; esto es subir y cuando rezamos, subimos".

Luego está el segundo movimiento, el de "bajar" a nuestro interior para vivir el encuentro con Dios mirando con honestidad nuestra "fragilidad y pobreza". "En la humildad -subraya- nos hacemos capaces de llevar a Dios, sin fingir nada, con lo que somos, con las limitaciones y las heridas, los pecados y las miserias que pesan en nuestro corazón, y de invocar su misericordia para que nos cure, nos sane y nos levante. Es Él quien nos levantará, no nosotros. Cuanto más bajemos con humildad, más nos elevará Dios". A partir de estos dos verbos, el Pontífice analiza las dos actitudes opuestas del fariseo y del publicano: el primero está "convencido de que está bien" y comienza a alabarse a sí mismo como el sacerdote que "vuelve el incienso hacia sí mismo" [el papa se refiere a un sacerdote de Argentina, una anécdota que contó] . El segundo, en cambio, "pide perdón".

Son dos actitudes que "nos tocan de cerca" y pensando en ellas "mirémonos a nosotros mismos -pidió el Pontífice; “revisemos si en nosotros, como en el fariseo, existe 'la íntima presunción de ser justos' que nos lleva a despreciar a los demás [...] Hermanos, estemos atentos respecto al narcisismo y al exhibicionismo, fundado en la vanagloria, que nos lleva también a nosotros los cristianos, a nosotros los sacerdotes, a nosotros los obispos a tener siempre una palabra en la boca. ¿Qué palabra? 'Yo'". "Donde hay demasiado 'yo'", concluye el Papa, "hay poco Dios" y por eso hay que mirar aún más a la Virgen que es "la imagen viva" de lo que Dios "ama realizar: derrocar a los poderosos de sus tronos y levantar a los humildes".

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