19/06/2017, 13.14
LIBANO- VATICANO
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Después de Jubileo de oro, el futuro de la Renovación carismática (Parte I)

de Fady Noun

Un “Pentecostés ecuménico” analizado bajo el perfil histórico y teológico. La obra de León XII y sor Elena Guerra, junto a la pequeña congregación protestante de EEUU. Para pablo VI el movimiento representó “una oportunidad para la iglesia”. Su contribución en la renovación de la teología de la Iglesia de Occidente y de las Iglesias de la Reforma.

Beirut (AsiaNews)- En los primeros días de junio en Roma se celebró el Jubileo de oro de la Renovación carismática (RC), contando con la presencia del Papa Francisco que lo definió como una “corriente de gracia” por los innumerables afluentes. Los miembros de las asambleas están ya autorizados a pleno título a hablar de “bautismo del Espíritu”, que no es un segundo bautismo, pero sí una confirmación en la gracia y en la presencia de cristo. Entre las personalidades provenientes de Líbano que han participado al encuentro estaba Fady Naoun, vice-director de L´Orient-Le jour y corresponsal de AsiaNews, enviado en calidad de periodista y miembro activo del movimiento carismático.

A continuación, su testimonio

Una “corriente de gracia” para toda la Iglesia

El Jubileo de oro de la Renovación carismática en la Iglesia católica que de hace poco se concluyó en Roma (del 31 de mayo al 4 de junio) fue descripto por muchos como un “Pentecostés ecuménico”. El misma Papa Francisco, por primero, insistió sobre el “carácter ecuménico” de esta renovación, ya desde su nacimiento. Esta afirmación puede ser mejor entendida en dos modos. De un punto de vista histórico y después bajo el perfil teológico.

A nivel histórico, la Renovación carismática surge en el contexto de la Iglesia católica a mitad de los años 60 del siglo pasado, dentro de una extraordinaria confluencia de dos corrientes de gracia. Esto cambia un extraordinario linaje espiritual que viene del inicio del s. XX, en el contexto de una profundidad eclesial al mismo tiempo católica y evangélica.

Dentro de este contexto se distinguen dos figuras: la de un Papa, León XIIi (1810-1903), que detrás del consejo de una religiosa, Elena Guerra, consagra el siglo XX al espíritu Santo, luego una pequeña congregación evangélica protestante que ve la luz en Topeka (Kansas).

Sor elena Guerra era la fundadora de la congrergación del espíritu Santo en Lucca (Italia9. A la edad de 50 años, bajo una inspiración especial y alentada por su director esíritual, la religiosa escribe al Papa León XIII para pedirle con insistencia invocar con ardor al espíritu Santo, para que obre la renovación de la Iglesia católica. Entre las otras decisiones que serán tomadas en el contexto de esta correspondencia, León XIII presidirá el 1| de enero de 1901, primer día del año del nuevo siglo, una ceremonia religiosa en la cual es invocado el espíritu santo y se canta el “Veni Creator Spiritus” (Ven Espíritu Creador) en nombre de toda la Iglesia.

Ese mismo día, hacia las 23, a miles de quilómetros de distancia, en el número 17 de Avenue Stones en la ciudad de Topeka (Kansa-EEUU)-donde había surgido el Colegio y la Escuela Bíblica de Bethel del Rev. Charles Fox Parham y desde donde había partido una cadena ininterrumpida de oraciones para invocar al Espíritu Santo-una estudiante pedía al Rev. Parham que le impusiera las manos. Ella en aquel momento recibe el bautismo en el Espíritu Santo y empieza a rezar en lenguas diversas. En los días subsiguientes, el Rev. Parham y otros hacen la misma experiencia. Este acontecimiento es generalmente considerado como el punto de partida del Pentecostalismo en la Iglesia reformada. Para renovar su Iglesia-como precedentemente había hecho Aquel, el cual había hecho convertirse a Pedro en pescador de hombres-fue directamente al mar a tirar sus redes, entre los hombres blancos y negros de una nación que se convertiría en la primera potencia mundial. Lejos de las iglesias de una Reforma que se había dormido y que perseguía el “Pentecostalismo” naciente, para obligarla a ser también ella parte de la tradición. Esta es la breve historia de este ligamen ya sea histórico como místico, que ligará en el futuro la iglesia católica al movimiento Pentecostal y que los desarrollos sucesivos parecen confirmar con mayor vigor.

Entre los elementos que hay que subrayar, está el hecho que Elena Guerra fue la primera mujer en ser beatificada por Juan XXIII, el cual ha convocado el Concilio Vaticano II y pidió a la Iglesia rezar al espíritu Santo para que renovase sus maravillas “como un nuevo Pentecostés”. Y es gracias a la fidelidad de las Iglesias Pentecostales aún en medio de feroces persecuciones que se vieron los primeros brotes de esta nueva primavera en la universidad de Pittsburg en 1967, dos años después de la clausura del Concilio, en el medio de las universidades americanas. Desde allí, este se difundió como una mancha de aceite en todo el mundo, a tal punto que los “miembros” de los grupos de oración y de las comunidades que se referían a la “Renovación carismática” crecieron hasta ser hoy en el mundo casi 150 millones en el mundo.

Y es el hecho mismo que cuántos son bautizados en el Espíritu santo rechazaron abandonar la iglesia católica, que hizo posible la Renovación carismática así como la conocemos, exactamente el contrario de cuánto había sucedido con las iglesias de la Reforma.

Recibiendo a los “carismáticos” en Roma, en ocasión de Pentecostés de 1975, Pablo VI no dudó en describir este movimiento como “una oportunidad para la iglesia”. De hecho, él subrayará que observando los frutos. “¿Cómo no se puede creer que esta renovación sea una oportunidad para toda la iglesia?”. Se trató de una advertencia hacia el rechazo de un episcopado que, en los primeros tiempos, miraba con desconfianza. Juan Pablo II; Benedicto XVI y hoy el Papa Francisco han confirmado este diagnóstico al mismo tiempo prudente y valiente. Con el Jubileo de Oro que desde hace muy poco se concluyó en Roma, Francisco completó la tarea y acreditó en vía oficial a la Renovación carismática en la iglesia católica como “una corriente de gracia” para la entera Iglesia y la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo como normativa en la vida de todos los cristianos.

Aclaraciones

Algunas intervenciones aclaradoras del p. Raniero Cantalamessa, Ralph, Peter Hocken y Vinson Synan, ponen en luz en el plano teológico estas proposiciones del Papa, en el curso de un simposio que se realizó el 1 de junio en la Pontificia Universidad Urbaniana.

Con su calurosa voz, el predicador de la Casa pontificia afirmó que la Renovación carismática es el “signo más característico del despertar de la Iglesia católica bajo la guía del Espíritu santo y de sus carismas”, después del Concilio vaticano II. Él también habló de la contribución de la Renovación carismática en el contexto de la renovación de la teología de la Iglesia de occidente y de las Iglesias de la Reforma. Citando a S. Agustín y a Nietzsche, por contraste, así como teólogos protestantes del calibre de Karl Barth y S. Basilio de Cesarea, el p. Cantalamessa habló de una “teología del tercer artículo del Credo (creo en el Espíritu Santo) anunciando por Barth, que viene a renovar la espiritualidad de la Iglesia de Occidente” restituyendo a la doctrina del saludo su contenido positivo, a partir de la presencia constante e íntima (indewelling) del espíritu Santo y de su vida nueva en Cristo”, en relación con un contenido negativo, represivo y culpabilizante rechazado por el Occidente. Esta es una de las razones por las cuales, insistió el p. Cantalamessa, la “Renovación carismática” no debe ser reducido a un a devoción o a la pertenencia a un grupo o a un movimiento, sino hecho propio como “apertura personal al Espíritu Santo” o también como “corriente de gracia que cuela a través de varias formas” en toda la Iglesia”.

El p. Peter Hocken y Vinson Synan ambos han insistido sobre la “igualdad básica” de todos aquellos que reciben el bautismo en el espíritu. Además el p. Hocken habló también de un ecumenismo carismático” que acerca los unos a los otros, a cuantos han tenido la experiencia del bautismo en el Espíritu, en oposición al ecumenismo teológico en curso dentro de la Iglesia institucional. Por su parte, Ralph Martin ofrece una nueva luz sobre el sacramento de la Confirmación, diciendo que la experiencia de la presencia íntima (infilling) del Espíritu puede ser renovada con regularidad, que ella no es “dada sólo una vez y una vez para siempre”. Para él, no habrá “nuevas evangelizaciones” sin un “nuevo Pentecostés”.

Esto es lo que está sucediendo, en varias formas, en la Iglesia católica donde el “bautismo del espíritu” se está difundiendo en modo capilar en el cuerpo de la Iglesia institucional, mucho más allá de las fronteras visibles de la nebulosa de los grupos carismáticos, de las comunidades o de las fraternidades que disponen de estructuras más o menos débiles, más o menos permanentes.

 

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