14/03/2021, 14.12
VATICANO
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El Papa y los 500 años de la fe en Filipinas: la danza, la Cruz y el Santo Niño

Con motivo del 500 aniversario, el Papa Francisco quiso celebrar una misa en San Pedro junto con la comunidad filipina y el cardenal Tagle. La misa se introdujo con un baile, en medio del ondear de pañuelos blancos. “Gracias” por “la alegría con que viven su fe”. Con su servicio humilde y alegre, filipinas y filipinos son "contrabandistas de la fe", que pueden difundir por todas partes, como una "buena enfermedad". La emoción del cardenal Tagle.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - La danza-procesión que inauguró la misa de hoy en el altar de la confesión es el símbolo que encierra todo el sentido de la celebración del 500 aniversario de la evangelización de Filipinas. El Papa Francisco quiso confirmarlo con su presencia junto al cardenal Luis Antonio G. Tagle, ex arzobispo de Manila y actual prefecto de Propaganda Fide, y el cardenal. Angelo De Donatis, vicario del Papa para la diócesis de Roma. Entre los fieles, que mantenían la distancia según las normas contra la pandemia, se encontraban muchos filipinos y filipinas que viven como migrantes en la diócesis.

Durante la procesión simbólica, un joven y una mujer llevaron la cruz de Magallanes, con la cual se celebró en 1521 la primera misa de Pascua en Limasawa (Leyte del Sur, Visaya Oriental), y la imagen del Santo Niño, cuya devoción congrega a millones de fieles en el archipiélago. Detrás de ellos, seis jóvenes con vestidos blancos y dorados bailaron en procesión agitando un pañuelo blanco. Los fieles de los bancos participaron cantando y agitando sus pañuelos.

Francisco comenzó su homilía comentando la frase del Evangelio "Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único" (Jn 3, 16).

Primero señaló que "tanto amó Dios". En Jesús, Dios “vino a buscarnos al lugar donde estábamos perdidos; en él vino a levantarnos de nuestras caídas; en él lloró nuestras lágrimas y curó nuestras heridas; en él ha bendecido nuestra vida para siempre. El que cree en él, dice el Evangelio, no se pierde (ibid.). En Jesús, Dios pronunció la palabra definitiva sobre nuestra vida: no estás perdido, eres amado. Siempre amado".

La segunda expresión que destacó es “Dios le entregó a su Hijo”: “Precisamente porque nos ama tanto, Dios se entrega a sí mismo y nos ofrece su vida. El que ama siempre sale de sí mismo. El amor siempre se ofrece, se regala, se entrega. Esa es precisamente la fuerza del amor: rompe la caparazón del egoísmo, rompe los límites de las seguridades humanas demasiado calculadas, derriba muros y supera los miedos, para hacerse don”.

Después se refirió a los 500 años del primer anuncio cristiano en Filipinas y dijo: Queridos hermanos y hermanas ... Ustedes han recibido la alegría del Evangelio, y es que Dios nos amó tanto que entregó a su Hijo por nosotros. Y esta alegría se ve en su pueblo, se ve en sus ojos, en sus rostros, en sus cantos y en sus oraciones”. Dejando de lado el texto escrito, quiso “agradecer" a los filipinos y filipinas por "la alegría que llevan con su fe", e incluso los llamó "contrabandistas de la fe", que deben difundir por todas partes, como una "buena enfermedad".

“Quiero agradecerles - continuó - por la alegría que contagian al mundo entero y a las comunidades cristianas. Pienso en muchas experiencias hermosas en familias romanas - y lo mismo ocurre en todo el mundo - donde su presencia discreta y laboriosa también se ha convertido en un testimonio de fe. Con el estilo de María y José: Dios ama llevar la alegría de la fe a través del servicio humilde y oculto, valiente y perseverante.

Y en esta ocasión tan importante para el santo pueblo de Dios en Filipinas, también quiero exhortarlos a que no detengan la obra de evangelización - que no es proselitismo. Ese anuncio cristiano que han recibido siempre hay que llevarlo a los demás; el Evangelio de la cercanía de Dios pide expresarse en el amor a los hermanos; el deseo de Dios de que nadie se pierda pide a la Iglesia que se ocupe de los que están heridos y marginados. Si Dios ama tanto que se entrega a sí mismo, la Iglesia también tiene esa misión: no la envía para juzgar, sino para acoger; no para imponer sino para sembrar; no para condenar sino para llevar a Cristo, que es la salvación”.

“Con su alegría - concluyó - ustedes pueden hacer que también se diga de la Iglesia: “¡Ama mucho al mundo!”. Una Iglesia que ama al mundo sin juzgarlo y que se entrega a sí misma por el mundo es bella y atractiva. Que así sea, en Filipinas y en todo el mundo”.

Antes de terminar la misa el cardenal Tagle, en representación de todos los inmigrantes filipinos, agradeció al pontífice por participar en la celebración: “Le traemos el amor filial de los filipinos de las 7641 islas de nuestro país. Y hay más de diez millones de inmigrantes filipinos que viven en casi cien países de todo el mundo. Ellos están unidos a nosotros esta mañana”.

Después de hacer una breve síntesis de la historia de la evangelización en su país, que ha llevado a la Iglesia de Filipinas a ser la tercera Iglesia más grande del mundo por número de fieles, el Card. Tagle agregó: “Por el misterioso designio de Dios, el don de la fe que se nos ha dado ahora es compartido por millones de inmigrantes cristianos filipinos en diferentes partes del mundo. Hemos dejado a nuestras familias, no para abandonarlas sino para cuidar de ellas y cuidar su futuro. Por amor a ellas, soportamos el dolor de la separación. Cuando llegan los momentos de soledad, los migrantes filipinos encontramos fuerza en Jesús que viaja con nosotros, Jesús que se hizo niño (Santo Niño) y se dio a conocer como el Nazareno (Jesús Nazareno) que cargó la Cruz por nosotros”. El cardenal Tagle se conmovió cuando se refirió a la soledad que viven en la fe tantos inmigrantes.

“Oremos - concluyó - para que a través de nuestros migrantes filipinos, el nombre de Jesús, la belleza de la Iglesia, y la justicia, la misericordia y la alegría de Dios, lleguen hasta los confines de la tierra. Aquí en Roma, cuando extrañamos a nuestros abuelos, sabemos que tenemos un Lolo Kiko. Muchas gracias, Santo Padre. Salamat. Mabuhai".

Al final de la celebración, durante la antífona mariana, dos niños con trajes festivos se acercaron a la imagen de María junto con el Papa y depositaron cestas de flores.

 

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