23/04/2016, 13.34
ISRAEL-PALESTINA
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En Tel Aviv, un jardín maternal a medida, para los hijos de los migrantes. El p. David: como Jesús, somos una familia

El jardín maternal hospeda a cincuenta y dos niños de hasta tres años de edad, de nacionalidades filipina, sudanesa, eritrea, india y singalesa. También hay dos niños autistas y uno con síndrome de Down. Responsable pastoral de los migrantes: “No apuntamos a los números, a la ganancia”, sino a ofrecer un “modelo multiforme” de acogimiento. Un padre: “los más pequeños reciben todo lo que necesitan”.

Tel Aviv (AsiaNews)- Una estructura “muy cercana al modelo de lo que es una familia”, se distingue por “una espiritualidad que nos hace sentir como una sola cosa”, porque “también Jesús era un pequeño migrante” y también él “vivió la experiencia de estos niños, que saben lo que quiere decir estar amenazados”. Así,  el Padre David Nehaus, responsable de la pastoral de los migrantes del Patriarcado latino de Jerusalén, nos narra la experiencia “de misericordia” del jardín maternal de Tel Aviv dedicado a los hijos de los migrantes. Una estructura esencial, porque si bien es verdad que Israel recibe a los hijos de los refugiados y que les abre las puertas de las escuelas estatales, en todo el territorio no existen realidades educativas dedicadas a los menores de tres años.

Una falta, explican fuentes locales, que ha llevado a la difusión de jardines de infantes privados, si bien el interior de dichos lugares esté repleto y sean sitios inhóspitos, en los cuales decenas de niños son hacinados en condiciones sanitarias desastrosas, sin la posibilidad de jugar, interrelacionarse ni vivir momentos de recreación. El año pasado, cinco de estos pequeñitos murieron en un establecimiento privado, que fue apodado “garaje de los niños”, víctimas inocentes de condiciones precarias y del descuido.

 Por eso,  el comité de la Iglesia de Tierra Santa dedicado a la pastoral para los migrantes ha tratado de buscar una solución- al menos parcial- para responder al problema, dando vida, primero, a un jardín de infantes en Jerusalén que recibe a veintidós niños, y luego en Tel Aviv. Una estructura nacida gracias al esfuerzo común de la Iglesia local, del vicariato de San Santiago y de una Ong local, llamada Unitaf, especializada en el enfrentar los problemas del desarrollo de la primera infancia.

“Israel posee establecimientos excelentes para menores entre los 3 y los 18 años-explica el Padre David en una entrevista al Christian Media Center (CMC)- pero ninguna para quienes están por debajo de los tres años. Y aquellas que existen son muy caras, los hijos de los migrantes no tienen suficiente dinero para inscribirlos allí”. Además, los niños “no pueden quedarse en sus casas” con sus padres,  porque a menudo ellos deben trabajar o “no siempre tienen para darles de comer”.

Nuestro establecimiento, continúa el sacerdote, “no apunta a los grandes números, no recibe a más niños de los que puede acoger, no se interesa por el dinero y tampoco quiere obtener ganancias. Queremos ofrecer “un modelo de los que es posible”, prosigue,  dando vida a “un proyecto multiforme gracias a un equipo fantástico y a la colaboración de la comunidad local”. “Estamos realmente cerca- concluye- de ser una sola cosa, con una espiritualidad que nos hace sentir como una familia”.

Hoy, el centro de Tel viv acoge, cada día, a cincuenta y dos niños, hijos de migrantes que piden asilo con situaciones familiares difíciles. Aún en fase de construcción,  éste se ha orientado fundamentalmente a la realización de un ambiente agradable, seguro y adaptado a los más pequeños, mientras sus padres están en el trabajo. El jardín de infantes abre a las siete de la mañana y peranece abierto hasta las seis de la tarde; los que se ocupan de los pequeños huéspedes son un grupo de mujeres, cada una de las cuales tiene a cargo un máximo de seis niños.

La mayor parte de ellos es de origen eritreo, pero también hay lactantes que provienen de la comunidad eritrea, filipina, sudanesa, india y singalesa. En el establecimiento también hay niños con problemas de autismo y uno con síndrome de Down.

Para los próximos meses está prevista la construcción de otros ambientes, de modo que podamos hospedar a una decena de niños más. De este modo, las mujeres migrantes podrán encontrar un trabajo y ganar una suma de dinero, además de encontrar un establecimiento confortable y un refugio seguro para sus hijos.

Quien controla todo es sor Dinesha, originaria de Sri Lanka, con estudios especializados en pedagogía y cuidado de la infancia, quien cuenta que los niños necesitados “necesitan de una particular atención y cuidado”. Junto a ella, hay también una asistente social, Caterina, que viene de la pastoral para los migrantes y que se ocupa de la distribución de ayudas y de que todo funcione bien en el lugar.

Kiflon, eritreo, padre de dos hijos (varón y mujer), está entusiasmado con el centro, en el cual trabaja también su mujer, y a la cual se le confía el cuidado de los niños. “Para entender la diferencia- cuenta- es suficiente mirar las condiciones en las cuales viven normalmente nuestros niños. Grupos de cuarenta o cincuenta, en la misma habitación, mientras que aquí una persona se ocupa tan sólo de seis niños. Es muy distinto, porque aquí no se trabaja para ganar,  y los más pequeños reciben todo lo que necesitan”

 

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