21/01/2018, 13.19
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Papa en Perú: combatir la violencia contra las mujeres

En la celebración mariana en Trujillo, Francisco habla de María. “Madre mestiza, porque en su corazón encuentran lugar todas las razas”. A los sacerdotes y consagrados, recomendó recordar el momento de su vocación para ser, como los apóstoles, portadores de alegría y constructores de comunidad.

Lima (AsiaNews)- Mirar a María- que “siempre será una Madre mestiza, porque en su corazón encuentran lugar todas las sangres, porque el amor busca todos los medios para amar y ser amado”- para tener reconocimiento por nuestras madres y abuelas y combatir la plaga del feminicidio (en Perú hubieron 368 casos de asesinatos o intentos de muerte de mujeres. Habían 35 imágenes de maría en la Plaza de Armas de Trujillo, ayer por la tarde, traídas de todos los lugares de la región para una celebración mariana que hizo decir al Papa Francisco que se encontraba en “un santuario a cielo abierto”.

Francisco dedicó una celebración mariana (en la foto) el tercer y último encuentro de su jornada en Trujillo, donde celebró la misa y que fue precedido por un encuentro con sacerdotes y consagrados a los cuales recomendó recordar el momento de su vocación para ser, como los apóstoles, portadores de alegría y constructores de comunidad.

"Nuestras vocaciones – dijo a ellos- tendrán siempre esa doble dimensión: raíces en la tierra y corazón en el cielo”. “Cuando falta una de estas dos, nuestra vida poco a poco marchita”. Memoria, por lo tanto, ante todo, “para encontrar la savia que irrigó en los siglos el corazón de los discípulos y en tal modo reconoce el paso de Dios en la vida de su pueblo”.  

En su discurso, Francisco hizo en primer lugar una referencia al Bautista, aquel que sabía que era sólo uno que “anuncia”. “Sabía que su misión era indicar el camino, iniciar procesos, abrir espacios, anunciar que Otro era aquel que traía el Espíritu de Dios. Nosotros consagrados y con consagrados entiendo decir todos, no estamos llamados a suplantar al Señor, ni con nuestras obras ni con nuestras misiones, ni con las innumerables actividades que tenemos que hacer. Simplemente se nos pide trabajar con el Señor, codo a codo”.

Y porque tal rol no nos haga sentir demasiado importantes, “aprender a reírse de sí mismos”, que “nos da la capacidad espiritual de estar delante del Señor con nuestros propios límites, errores y pecados, pero también con los sucesos y con la alegría de saber que Él está al lado nuestro. Dos pastillas: también una a la vez basta, mirarse al espejo”.

Y “no olvidar y tanto menos despreciar, la fe simple y fiel de vuestro pueblo. Sepan acompañar, acoger y estimular el encuentro con el Señor”. No se vuelvan profesionales de lo sagrado olvidándose de su pueblo, de donde los sacó el Señor. No pierdan la memoria y el respeto por quien les enseñó a rezar”.

Trayendo luego el ejemplo de Andrés, Francisco subrayó aquella alegría que “es una constante en el corazón de loa Apóstoles y la vemos en la fuerza con que Andrés confía a su hermano. ‘¡Lo hemos encontrado!’. Por lo tanto ‘la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de aquellos que se encuentran con Jesús’”. Encontramos aquí, entonces, “el desafío” de contrastar ‘en este momento fragmentado’. El aislamiento, la soledad. “El desafío para nosotros es se artífices y profetas de comunidad. Porque ninguno se salva solo. Y en esto quisiera ser claro. La fragmentación y el aislamiento no es algo que se verifica ‘afuera’ como si fuera solo un problema del ‘mundo’. Hermanos, las divisiones, las guerras, los aislamientos los vivimos también dentro de nuestras comunidades ¡Y cuánto mal nos hacen!”.

María, en concreto, “Madre que no abandona a sus hijos” y que “continúa defendiéndonos y a indicarnos la Puerta que nos abre el camino hacia la vida auténtica, la Vida que no se marchita”. A los fieles recogidos en la plaza el Papa definió a la Virgen como “aquella que sabe acompañar a cada uno de sus hijos para que vuelvan a casa. Nos acompaña y nos conduce hasta la Puerta que da Vida porque Jesús quiere que ninguno se quede afuera, a la intemperie”.

“Mirando a maría, no quisiera concluir sin invitarlos a pensar en todas las madres y abuelas de esta Nación; son la fuerza motriz de la vida y de las familias de Perú. ¿Qué sería Perú sin las madres y las abuelas? ¿Qué sería nuestra vida sin ellas? El amor por María nos debe ayudar a generar actitudes de reconocimiento en relación con la mujer, en relación con nuestras madres y abuelas que son un baluarte en la vida de nuestras ciudades. Casi siempre silenciosas llevan adelante la vida. Es el silencio y la fuerza de la esperanza. ¡Gracias por vuestro testimonio! Reconocer y agradecer; pero mirando a las madres y a las abuelas quiero invitarlos a luchar contra una plaga que afecta a nuestro continente: los numerosos casos de feminicidio. Y son muchas las situaciones de violencia que son tenidas bajo silenciadas detrás de tantas paredes. Os invito a luchar contra esta fuente de sufrimiento pidiendo que se promueva una legislación y una cultura de repudio hacia toda forma de violencia”.

“La Virgen de la Puerta, Madre de la Misericordia y de las Esperanzas, nos muestra el camino y nos indica la mejor defensa contra el mal de la indiferencia y de la insensibilidad. Ella nos conduce a su Hijo y así nos invita a promover e irradiar una cultura de la misericordia, basada en el descubrimiento del encuentro con los otros: una cultura en la cual ninguno mira al otro con indiferencia ni mira para otro lado cuando ve el sufrimiento de los hermanos”.

  

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