12/06/2017, 15.00
VATICANO
Enviar a un amigo

Papa: el consuelo no es “autónomo”, sino un don de Dios y un servicio que ha de brindarse a los demás

“La experiencia del consuelo, que es una experiencia espiritual, siempre tiene necesidad de una alteridad para ser plena: nadie puede consolarse a sí mismo”. “Si yo dejo entrar el consuelo del Señor como don, es porque necesito ser consolado. Estoy necesitado: para ser consolado es necesario reconocer que uno está necesitado. Sólo así viene el Señor, nos consuela y nos da la misión de consolar a otros”. 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – La consolación no es “autónoma”, sino que es un don de Dios que ha de pedirse y que ha de donarse a los demás.  Nadie puede consolarse a sí mismo autónomamente, pues se arriesga a una auto-referencialidad narcisista. Lo dijo el Papa Francisco durante la misa celebrada esta mañana en la Casa Santa Marta, al comentar la Segunda Carta del apóstol San Pablo a los Corintios (Cor 1, 1-7) en la cual en 19 líneas se menciona ocho veces, precisamente, la consolación.    

La primera característica de la consolación, afirmó Francisco, es no ser “autónoma”.  “La experiencia del consuelo, que es una experiencia espiritual, siempre tiene necesidad de una alteridad para ser plena: nadie puede consolarse a sí mismo, nadie. Y quien trata de hacerlo, termina mirándose al espejo, se mira al espejo, trata de maquillarse, de lucirse. Se consuela con estas cosas cerradas que no lo dejan crecer y el aire que respira es ese aire narcisista de la auto-referencialidad. Éste es el consuelo falseado que no deja crecer. Y esto no es el consuelo, porque está cerrado, le falta una alteridad”.

En el Evangelio encontramos mucha gente así, evidenció el Papa. Por ejemplo, los doctores de la Ley, “llenos de auto-suficiencia”, el rico Epulón que vivía de fiesta en fiesta, pensado que así era consolado, pero sobre todo, la oración del fariseo delante del altar, que dice: “Te agradezco porque no soy como los demás”. “Este se miraba al espejo”, resaltó el Papa, “miraba su propia alma falseada por ideologías y daba gracias al Señor”. Jesús, por lo tanto, hace ver esta posibilidad de ser gente que con este modo de vivir “jamás llegará a la plenitud, sino como máximo a una ‘ampulosidad’, es decir, a una vanagloria.

El consuelo, para ser verdadero, necesita de una alteridad. Ante todo, se recibe, porque “es Dios quien consuela”, quien da este “don”. Luego, el verdadero consuelo también madura en otra alteridad, que es la de consolar a otros. “El consuelo es un estado de paso del don recibido al servicio donado”. “El verdadero consuelo tiene esta doble alteridad: es don y servicio. Y de esta manera, si yo dejo entrar el consuelo del Señor como don, es porque yo necesito ser consolado. Estoy necesitado: para ser consolado es necesario reconocer que uno está necesitado. Sólo así viene el Señor, nos consuela y nos da la misión de consolar a los demás. Y no es fácil tener el corazón abierto para recibir el don y brindar el servicio, las dos alteridades que hacen posible la consolación”.   

Por lo tanto, se requiere un corazón abierto, y para ser así, se debe tener “un corazón feliz”. Y precisamente el Evangelio de hoy, el de las Bienaventuranzas, dice que “quienes son felices, son bienaventurados”. “Los pobres, el corazón se abre con una actitud de pobreza, de pobreza de espíritu. Los que saben llorar, los mansos, la mansedumbre de corazón; los hambrientos de justicia, que luchan por la justicia; los que son misericordiosos, que tienen misericordia de los demás; los puros de corazón, los que trabajan por la paz y los que son perseguidos por la justicia, por amor a la justicia. Así, el corazón se abre y el Señor viene con el don del consuelo, y la misión de consolar a los demás”.  

En cambio, son “cerrados”  los que se sienten “ricos de espíritu”, es decir, “suficientes”, “los que no necesitan llorar, porque se sienten justos”, los violentos que no saben qué es la mansedumbre, los injustos que llevan a cabo injusticias, aquellos que no tienen misericordia, que jamás tiene necesidad de perdonar porque no sienten la necesidad de ser perdonados, los “sucios de corazón”, los “operadores de guerras” y no de paz, y aquellos que jamás son criticados ni perseguidos porque no les importan las injusticias que se cometen contra las otras personas. “Estos tienen un corazón cerrado”: no son felices, porque en ellos no puede entrar el don del consuelo para luego darlo a los demás. Como conclusión, Francisco invita a preguntarse cómo es nuestro corazón, si es abierto y capaz de pedir el don del consuelo para luego darlo a los demás como don del Señor. Es necesario volver sobre estos pensamientos a lo largo de la jornada, y dar gracias al Señor que “siempre trata de consolarnos”. “Sólo se nos pide que la puerta del corazón esté abierta, por lo menos “un poquitito”: así, Él luego se las arregla para entrar”. 

TAGs
Enviar a un amigo
Vista para imprimir
CLOSE X
Ver también
Papa: El hombre nos es dueño del tiempo, que pertenece a Dios
26/11/2013
Papa: Jesús dona el Paráclito, consolador y abogado
23/05/2021 13:49
Papa: oremos por quienes trabajan en la Cruz Roja y la Media Luna Roja
08/05/2020 11:55
Papa: el Buen Pastor consuela, pero también castiga a su pueblo, y lo hace con ternura
10/12/2019 12:41
Papa: dejar que Dios nos consuele y nos conceda la paz, sin oponer resistencia
11/12/2018 13:59


Newsletter

Suscríbase a la newsletter de Asia News o cambie sus preferencias

Regístrese
“L’Asia: ecco il nostro comune compito per il terzo millennio!” - Giovanni Paolo II, da “Alzatevi, andiamo”