12/05/2021, 13.08
VATICANO
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Papa: la vida cristiana no es ‘un paseo’, en algunos momentos es una lucha

La audiencia general volvió a celebrarse en el patio de San Dámaso. Francisco dijo que “estaba contento” de volver a estar en contacto con la gente. “Les diré una cosa -añadió-:  no es bonito hablar delante de la nada, de una cámara. ¡no es agradable!". "Casi siempre, después de postergar la oración, nos damos cuenta de que esas cosas no eran en absoluto esenciales, y que quizás hemos desperdiciado el tiempo. El enemigo nos engaña de esta manera".

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – "La oración cristiana, como toda la vida cristiana, no es un 'paseo por el parque'", en algunos momentos "es una lucha", un combate contra "el enemigo", en el que no estamos solos, aunque a veces nos parezca que es así. "El combate de la oración" fue el tema que abordó el Papa Francisco durante la audiencia general de hoy, que volvió a celebrarse en el Patio de San Dámaso. 

Francisco dijo que estaba “contento” de volver a estar en contacto con las personas. “Les diré una cosa -añadió-:  no es bonito hablar delante de la nada, de una cámara. ¡no es agradable!". “Me alegro de verlos. De encontrarme con ustedes, con cada uno, con su historia. Viene gente de todas partes, de Italia, de los Estados Unidos, de Colombia, y ese pequeño equipo de fútbol de cuatro hermanitos suizos, falta la hermanita, esperamos que venga...". "Todos somos hermanos en el Señor, y mirarnos unos a otros nos ayuda a rezar por los demás. Lleven el mensaje del Papa a todos, y el mensaje del Papa es que yo rezo por todos y les pido a ustedes que recen por mí. ¡Unidos en la oración!".

A su llegada al patio, Francisco se entretuvo unos quince minutos entre los miles de asistentes: cogió unas rosas blancas, regalo de un grupo de monjas, y el extraño gorro rojo que le entregó un sacerdote indio. Intercambió algunas bromas con una anciana y con un grupo de jóvenes.

En su reflexión, Francisco señaló que "ninguno de los grandes orantes que encontramos en la Biblia y en la historia de la Iglesia tuvo una oración "cómoda". Sin duda, la oración da una gran paz, pero a través de un combate interior, que a veces puede ser duro e incluso puede acompañar largos períodos de la vida. Rezar no es fácil. Cada vez que queremos hacerlo, enseguida nos vienen a la cabeza muchas otras actividades que en ese momento nos parecen más importantes y urgentes. Esto también me pasa a mí", añadió.

Sin embargo, "casi siempre, después de haber postergado la oración, nos damos cuenta de que esas cosas (que habíamos priorizado) no eran en absoluto esenciales, y que quizás hemos desperdiciado el tiempo. Así es como el Enemigo nos engaña. Todos los hombres y mujeres de Dios informan no sólo de la alegría de la oración, sino también del fastidio y la fatiga que puede acarrear: a veces es una dura lucha por mantener los tiempos y los modos de la oración." "Los que quieren rezar deben recordar que la fe no es fácil, y a veces procede en una oscuridad casi total, sin puntos de referencia. En la vida cristiana, hay momentos que son oscuros".

"Frente a lo inaprensible de lo divino, hay quienes sospechan que la oración es una mera operación psicológica; algo que tal vez puede ser útil, pero no verdadero ni necesario: incluso se podría ser practicante sin ser creyente. Y así sucesivamente, sin dar muchas explicaciones. Los peores enemigos de la oración están dentro de nosotros. El Catecismo los llama así: «desaliento ante la sequedad, tristeza de no entregarnos totalmente al Señor, porque tenemos “muchos bienes” (cf Mc 10, 22), decepción por no ser escuchados según nuestra propia voluntad; herida de nuestro orgullo que se endurece en nuestra indignidad de pecadores, difícil aceptación de la gratuidad de la oración, etc.» (n. 2728). Claramente, se trata de una lista resumida, que podría ser ampliada”.

Para combatir la tentación, los "maestros del alma" han contribuido con sugerencias, como los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, que "son un librito de gran sabiduría, que enseña a poner en orden la propia vida". Hacen comprender que la vocación cristiana es la militancia, es la decisión de estar bajo la bandera de Jesucristo y no bajo la del diablo."

“En los tiempos de prueba – prosiguió el papa -está bien recordar que no estamos solos, que alguien vela a nuestro lado y nos protege. Y “la oración es combatir”, y hace milagros. A propósito de ello, Francisco contó un episodio de la época en que era Arzobispo de Buenos Aires. El padre de una niña enferma -los médicos habían anunciado que iba a morir- tenía una fe grande, aunque no iba a misa todos los domingos. Dejó a su esposa allí, con la niña, en el hospital, tomó el tren e hizo los setenta kilómetros de distancia hasta la Basílica de la Virgen de Luján, la patrona de Argentina. Y allí —la basílica estaba cerrada, eran casi las diez de la noche— él se aferró a las rejas de la Basílica y se pasó toda la noche rezando a la Virgen, combatiendo por la salud de la hija. Esta no es una fantasía, ¡yo lo vi! 

Finalmente, a las 6 de la mañana se abrió la iglesia. El hombre se despidió de la Virgen y se fue a casa. Cuando llegó, buscó a su esposa y no la encontraba. Luego la encontró sonriendo: 'No sé qué ha pasado, los médicos dicen que ha cambiado, así que ahora está curada'. Ese hombre, luchando con la oración, tuvo la gracia de la Virgen".

"Jesús -continuó- está siempre con nosotros: si en un momento de ceguera no somos capaces de ver su presencia, lo lograremos en el futuro. Nosotros también nos veremos repitiendo la misma frase que dijo un día el patriarca Jacob: "¡Así pues, está Yahveh en este lugar y yo no lo sabía!" (Gn 28,16). Al final de nuestra vida, mirando hacia atrás, también nosotros podremos decir: 'Pensé que estaba solo, pero no: Jesús estaba conmigo'".

Al despedirse, el papa saludó a los polacos y recordó que "mañana es la memoria litúrgica de la Santísima Virgen María de Fátima y el 40º aniversario del atentado contra San Juan Pablo II. Él mismo subrayó, convencido, que le debía la vida a Nuestra Señora de Fátima. Este acontecimiento nos hace conscientes de que nuestras vidas y la historia del mundo están en manos de Dios. Encomendamos a la Iglesia, a nosotros mismos y al mundo entero al Corazón Inmaculado de María,. Pidamos en la oración por la paz, por el fin de la pandemia, por un espíritu de penitencia y por nuestra conversión".

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