La oración del arzobispo de Yangón en su mensaje navideño a un país que lleva cinco años sumido en la guerra civil. «Dios viene como un niño indefenso que no tiene ni adornos ni poder, pero tiene la capacidad de entrar en nuestros corazones y transformarnos». Y relanza también en el contexto local el llamamiento al desarme de León XIV.

Yangon (AsiaNews) - «Bienaventurados los que trabajan por la paz. Oremos para que Dios bendiga todos los esfuerzos realizados por diversos medios en pro de la paz y la estabilidad de Myanmar, y para que 2026 sea un año de paz y prosperidad no solo para Myanmar, sino para el mundo entero». Así lo escribe el cardenal arzobispo de Yangón en su mensaje de Navidad, que llega en un momento especialmente delicado para este país, que está a punto de celebrar unas elecciones fuertemente deseadas por la junta militar, pero sin la participación de una verdadera oposición en el contexto de la guerra civil que sacude al país desde hace ya cinco años.

En el mensaje, dirigido también al «estimado y respetado general Min Aung Hlaing», el cardenal hace suyo el saludo de Jesús resucitado: «La paz sea con vosotros». Recordando la encarnación de Dios en Belén, que vino al mundo «como un niño indefenso» que «no tiene ni adornos ni poder», pero «tiene la capacidad de entrar en nuestros corazones y transformarnos», el arzobispo de Yangón escribe que «la paz de Cristo resucitado y de los cristianos es una paz sin armas». Jesucristo trató de transformar las condiciones políticas y sociales de su tiempo sin recurrir a las armas. También nosotros, los cristianos —añade—, estamos llamados a dar testimonio de este noble método y a evitar la violencia. La compasión y la ayuda a los más pequeños y débiles pueden consolar los sufrimientos y tienen la capacidad de curar las heridas».

En su reflexión navideña, el cardenal de Myanmar amplía su mirada al mundo entero: «No solo los individuos, sino naciones enteras se sienten inseguras. La paz se percibe como algo lejano. En nombre de la paz, se prepara la guerra. Los ciudadanos acusan a sus gobiernos de mala gestión y debilidad si no están suficientemente preparados para la guerra, si no reaccionan ante los ataques o si no responden a la violencia con violencia. Así, casi todos los países del mundo entran en una carrera armamentística». Recuerda la invitación de León XIV a un «desarme integral» que concierne sobre todo «los corazones y las mentes». Pide a las comunidades religiosas que «se comprometan a que, en lugar del odio, haya diálogo, práctica de la justicia y perdón, convirtiéndose así en hogares de paz».

«Escuchemos ante todo la voz de los débiles, los pobres y las víctimas de la guerra —concluye el cardenal Bo—. Testifiquemos la paz no solo con palabras, sino también con acciones. Oh Dios bueno y misericordioso, tu paz supera toda confusión del mundo. Haznos mensajeros de la paz, para que podamos llevar amor y esperanza a todas las partes de la tierra».

 

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