16/03/2021, 12.42
MYANMAR
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Cardenal Bo: basta de violencia; los militares deben respetar la democracia y al pueblo

En un mensaje de vídeo por la Jornada de Oración por Myanmar, el arzobispo de Rangún pide a los militares que den "un paso atrás". "Recen por los líderes de nuestro movimiento democrático -por Aung San Suu Kyi y sus colegas- y por los líderes de las nacionalidades étnicas y todos los líderes religiosos. Y oren por el general Min Aung Hlaing y los militares, para que, así como Dios transformó el corazón de Saulo en el camino a Damasco, también cambie sus corazones".

Rangún (AsiaNews) - Que vuelva la paz, el respeto por la democracia y la voluntad del pueblo, que se acabe la represión, que los militares den un paso atrás y bajen las armas. El Card. Charles Bo, arzobispo de Rangún y presidente de la FABC (Federación de Conferencias Episcopales de Asia), invitó a orar de esta manera el 15 de marzo de 2021, durante la jornada de oración en apoyo de Myanmar organizada por Christian Solidarity Worldwide. El cardenal pronunció un discurso grabado en vídeo 8, que AsiaNews ya había difundido con antelación el día 11 de marzo.

Este es el texto del discurso del cardenal:

Queridos hermanos y hermanas:

En primer lugar, quiero agradecerles de todo corazón sus oraciones por Myanmar en estos momentos. Ayer fue oficialmente la Jornada Anual de Oración por Myanmar, y hoy mis amigos de CSW organizaron este evento para reunir a la gente, reflexionar y rezar por el pueblo de Myanmar. No puedo estar con vosotros "en vivo y en directo" debido a la diferencia horaria, pero les agradezco mucho que me hayan dado la oportunidad de enviar este mensaje.

Myanmar se encuentra hoy en otro capítulo de oscuridad, derramamiento de sangre y represión. Después de una década de reformas y apertura, en la que -a pesar de muchos desafíos y nubarrones en el camino- creíamos vislumbrar que el sol comenzaba a salir sobre nuestra hermosa tierra, y una perspectiva -aunque frágil o vacilante- de que surgiera  un nuevo amanecer de democracia, libertad, paz y justicia. Pero hoy retrocedemos más de una década, nos llevan nuevamente a la pesadilla de la represión militar, la brutalidad, la violencia y la dictadura

Desde el golpe de Estado del 1° de febrero, hemos sido testigos del increíble valor, compromiso y creatividad de nuestro pueblo, que se ha manifestado por miles en todo el país durante muchos días. La gente ha demostrado su determinación de no permitir que les roben la democracia y la libertad que tanto les costó conseguir  y sus esperanzas de paz. Fue un hermoso espectáculo digno de contemplar y una gran inspiración. Fue notable el sentimiento de unidad y solidaridad en la diversidad -con personas de diferentes etnias y religiones unidas por la misma causa.

Sin embargo, todo esto fue recibido con balas, golpes, derramamiento de sangre y dolor. Son muchos los muertos y heridos en nuestras calles, y miles los detenidos y desaparecidos.

Y en nuestros estados étnicos, incluso en lugares donde se habían firmado acuerdos de alto el fuego hace años, los militares vuelven a atacar a los civiles, desplazando a miles de personas y agravando una crisis humanitaria que ya existía pero que ahora se ha vuelto más grave.

Sin embargo, en estos tiempos oscuros, oímos la voz del Señor que llama a la Iglesia a dar testimonio una vez más, a ser un instrumento de justicia, paz y reconciliación, a ser sus manos y sus pies, a contrastar el odio con el amor.

Escuchamos esa voz en Isaías 65, 17-21, la primera lectura de hoy en la liturgia de la misa, en la Iglesia católica en todo el mundo. "He aquí que crearé nuevos cielos y una nueva tierra; el pasado ya no será recordado, ni vendrá más a la memoria. Pues siempre se disfrutará y se gozará de lo que voy a crear, y haré de Jerusalén una alegría, de su pueblo un regocijo. Me regocijaré en Jerusalén, me alegraré con mi pueblo. Ya no se oirán en ella voces de llanto, ni gritos de angustia.Ya no habrá niño que viva pocos días, ni anciano que no llegue a la plenitud de sus días; porque el más joven morirá a los cien años, y los que no lleguen a los cien serán malditos. Construirán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán su fruto"

O las primeras palabras del Salmo 29 que leemos hoy: "Te alabaré, Señor, me has librado y no has dejado que mis enemigos se mofen de mí".

O el Evangelio de hoy -de San Juan-, que cuenta la historia del funcionario de la corte que Jesús encontró en Caná de Galilea, cuyo hijo estaba enfermo y le pidió a Jesús que lo curara. "Vete a casa", dijo Jesús, "tu hijo vivirá".

En estos tres pasajes escuchamos ese mensaje de esperanza que está en el corazón de nuestra fe, y nosotros, la Iglesia de Myanmar, apreciamos ese mensaje. Rezaremos y trabajaremos para que, de la tragedia actual, nazca un nuevo Myanmar, un Myanmar en el que realmente todos los seres humanos tengan la misma participación en el país y los mismos derechos a las libertades fundamentales, un Myanmar en el que se celebre la diversidad étnica y religiosa y disfrutemos de una paz verdadera, un Myanmar en el que los soldados dejen las armas, se aparten del poder y hagan lo que debe hacer un ejército: defender al pueblo, en lugar de atacarlo. Un Myanmar al que Dios le dice -como Jesús le dijo al padre del moribundo en el Evangelio- "Tu hijo vivirá". Tú vivirás". Un Myanmar que resurja de las cenizas.

¿Cómo vamos a llegar hasta allí? Por medio de la fe, la oración, el amor, el diálogo y la valentía. Hablando en favor de la verdad, la justicia, la libertad, la paz y la democracia.

Y por eso, hoy más que nunca, necesitamos de sus oraciones.

Por favor, recen por esta visión para Myanmar.

Recen por aquellos que en este momento están en peligro, escondidos, desplazados, encarcelados, heridos o afligidos.

Recen por los líderes de nuestro movimiento democrático -por Aung San Suu Kyi y sus colegas- y por los líderes de las nacionalidades étnicas y todos los líderes religiosos.

Y recen por el general Min Aung Hlaing y los militares, para que, así como Dios transformó el corazón de Saulo en el camino a Damasco, cambie sus corazones, les haga retroceder y les impida llevar a Myanmar más lejos en el camino del conflicto, la represión y la destrucción.

Recen -incluso ahora, después de todo lo que hemos vivido en las últimas seis semanas- para que los resultados de las elecciones, en las que se ha expresado tan claramente la voluntad del pueblo, sean respetados y para que Myanmar avance por la senda de una auténtica democracia, de la mano del diálogo, la reconciliación, la justicia y la paz.

Recen para que, mientras Myanmar es llevada una vez más, en este tiempo de Cuaresma, por el camino del Calvario y del Gólgota, un viaje que hemos recorrido en la mayor parte de los últimos setenta años, podamos, como nación, ver nuestra resurrección, nuestra Pascua, tan pronto como sea posible.

Que dios los bendiga.

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