26/06/2025, 16.37
VATICANO
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León XIV: 'Violencia diabólica en Oriente. Desolador regreso a la ley del más fuerte'

El pontífice recibió en el Vaticano a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Reunión de las Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales, e hizo una dura advertencia a los responsables de las naciones respecto de las guerras sin resolver en la región, desde Ucrania hasta Oriente Medio. Invitó a los cristianos de todo el mundo a aprender del testimonio de aquellos que son semilla de perdón y salvación incluso en medio de las bombas. Y también a tomar conciencia en Occidente de que "los cristianos orientales ya no son parientes lejanos que celebran ritos desconocidos".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “La gente no puede morir por noticias falsas. Es realmente triste presenciar hoy en tantos contextos la imposición de la ley del más fuerte, en base a la cual se legitiman los propios intereses. Es desolador ver que la fuerza del derecho internacional y del derecho humanitario ya no parece obligar y es reemplazada por el presunto derecho a coaccionar a otros con la fuerza”.

Es un grito de paz pero también una severa advertencia del Papa León XIV a los responsables de las naciones a raíz de las dramáticas noticias de las últimas semanas. El Papa habló en ocasión de la audiencia que concedió a la ROACO —la Reunión de las Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales— que está celebrando en el Vaticano su Asamblea plenaria anual en momentos en que, desde Oriente Medio hasta Ucrania, los cristianos se encuentran en primera línea en tantos conflictos. “La violencia bélica parece abatirse sobre los territorios del Oriente cristiano con una vehemencia diabólica nunca antes vista — observó el pontífice —. El corazón sangra al pensar en Ucrania, en la situación trágica e inhumana en Gaza, y en Oriente Medio, devastado por la propagación de la guerra. Todos nosotros, toda la humanidad, estamos llamados a evaluar las causas de estos conflictos, a verificar las que son verdaderas e intentar superarlas, y a rechazar las espurias, fruto de simulaciones emocionales y de retórica, desenmascarándolas con decisión”.

Precisamente en momentos en que acaba de terminar la Guerra de los 12 Días entre Israel e Irán, con la intervención directa de Estados Unidos, cuando todas las partes cantan victoria y se ha desatado una carrera armamentística que ya involucra a todos los rincones del mundo, el Papa Prevost pregunta: “¿Cómo se puede creer, después de siglos de historia, que las acciones bélicas traen la paz y no se vuelven contra quienes las han llevado a cabo? ¿Cómo se puede pensar en sentar las bases del mañana sin cohesión, sin una visión de conjunto animada por el bien común? ¿Cómo se puede seguir traicionando los deseos de paz de los pueblos con la falsa propaganda del rearme, en la vana ilusión de que la supremacía resuelve los problemas en vez de alimentar el odio y la venganza? La gente —añadió León XIV—es cada vez menos consciente de la cantidad de dinero que va a parar a los bolsillos de los mercaderes de la muerte y con el cual se podrían construir hospitales y escuelas, y en cambio se destruyen los que están construidos”.

Pero hay también otra pregunta en el corazón del Papa: “Me pregunto: como cristianos, además de indignarnos, alzar la voz y arremangarnos para ser constructores de paz y favorecer el diálogo, ¿qué podemos hacer? Creo — respondió — que, ante todo, hay que rezar de verdad. Nos corresponde a nosotros convertir cada noticia e imagen trágica que nos impacta en un grito de intercesión a Dios. Y luego — añadió dirigiéndose a la ROACO — ayudar, como ustedes lo hacen, y como muchos lo hacen y pueden hacerlo a través de ustedes”. Pero precisamente la historia del Oriente cristiano dice que hay también algo más: la fuerza del testimonio. “Es el llamado a permanecer fieles a Jesús, sin dejarnos atrapar por los tentáculos del poder —explicó León XIV—. Es imitar a Cristo, que venció el mal amando desde la cruz, mostrando una forma de reinar diferente a la de Herodes y Pilato. Uno, por miedo a ser destronado, había matado a los niños, que hoy siguen siendo destrozados por las bombas; el otro se lavó las manos, como corremos el riesgo de hacer todos los días hasta el umbral de lo irreparable”.

Por eso invitó a mirar a Jesús y su cruz “de donde nace la fuerza del perdón, la esperanza de un nuevo comienzo, el deber de mantenernos honestos y transparentes en el mar de la corrupción. Sigamos a Cristo, que liberó los corazones del odio — advirtió el pontífice — y demos el ejemplo para salir de las lógicas de la división y la represalia”. Y a los cristianos orientales “que responden al mal con el bien” el Papa les dice: “gracias, hermanos y hermanas, por el testimonio que dan sobre todo cuando permanecen en sus tierras como discípulos y como testigos de Cristo”.

Más allá de las heridas causadas por la guerra y el terrorismo — que en estos días ha golpeado la iglesia de San Elías en Damasco — en Oriente hay un “pueblo de Dios que persevera volviendo la mirada al Cielo, rezando a Dios y amando al prójimo”. Hay liturgias que “permiten que Dios habite el tiempo y el espacio”, con “cantos seculares impregnados de alabanza, gloria y misterio, que elevan un incesante pedido de perdón para la humanidad”. Hay “personas que, a menudo en el anonimato, se suman a las grandes huestes de mártires y santos del Oriente cristiano”.

En la noche de los conflictos hay una “luz de sabiduría y salvación” que León XIV quiere que “sea más conocida en la Iglesia católica, en la cual todavía persiste mucha ignorancia al respecto y donde, en algunos lugares, la fe corre el riesgo de terminar asfixiada”, precisamente porque “no se ha realizado el feliz auspicio que expresó muchas veces san Juan Pablo II” de una Iglesia que vuelva a ser capaz de respirar “con sus dos pulmones, el oriental y el occidental”.

Pero “el Oriente cristiano solo se puede proteger si se ama; y solo se ama si se conoce”, observó Prevost, y en este sentido confió una tarea concreta a los seminarios y centros universitarios católicos. “Los católicos orientales hoy ya no son primos lejanos que celebran ritos desconocidos, sino hermanos y hermanas que, debido a las migraciones forzadas, viven junto a nosotros —concluyó—. Su sentido de lo sagrado, su fe cristalina, que se ha hecho granítica por las pruebas, y su espiritualidad que tiene el perfume del misterio divino, pueden enriquecer la sed de Dios latente pero presente en Occidente”.

 

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