03/05/2022, 14.04
PUERTA DE ORIENTE
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Moscú juega la carta nuclear para reactivar alianzas en Oriente Medio

de Dario Salvi

La energía atómica atrae a los países de la región para satisfacer sus necesidades energéticas y reducir el nivel de hidrocarburos contaminantes. Turquía, Egipto, Arabia Saudita y los Emiratos ya han puesto en marcha algunos proyectos y están planificando otros nuevos. En el centro del juego está el gigante ruso Rosatom. Sigue habiendo dudas sobre la seguridad real de las plantas y el miedo a los accidentes.

 

Milán (AsiaNews) - Aislada de Occidente debido a la guerra en Ucrania, Moscú mira hacia el Este - desde China hasta los países del Golfo, pasando por Turquía - para reactivar los negocios y el comercio. Con un valor agregado, la "carta nuclear", a la que cada vez más países de la región, incluidos los principales productores mundiales de petróleo, miran con creciente atención para satisfacer, por un lado, las necesidades energéticas y, por otro, para cumplir sus objetivos de reducción de contaminantes. Teniendo en cuenta además que Oriente Medio y el Norte de África se encuentran entre las regiones más afectadas por el cambio climático, con un preocupante aumento de las temperaturas que podría desencadenar problemas a largo plazo como sequías, hambrunas y agotamiento de las reservas de agua.

Más allá del petróleo, ¿una región nuclear?

El desarrollo de la energía nuclear recién está dando los primeros pasos, pero al menos seis países reivindican ambiciones cada vez mayores: Turquía, Egipto, Jordania, Irán, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Arabia Saudita. Los tres últimos también se encuentran entre los que encabezan la lista de países contaminantes con gases de efecto invernadero, y esa es la razón del creciente interés por la energía nuclear, que además garantizaría beneficios en el ámbito laboral y de la mano de obra calificada. Sin embargo en este momento solo hay dos - al menos oficialmente - plantas activas: las centrales de Bushehr en Irán y de Barakah en los Emiratos. Mientras las aspiraciones nucleares de la República Islámica probablemente también están subordinadas - al menos según las acusaciones de Occidente - al desarrollo de armamento, Abu Dabi sería la primera en la región del Golfo en adoptar un programa pacífico de producción de energía nuclear.

En Arabia Saudita funciona desde 2010 el centro de investigación King Abdullah City for Atomic and Renewable Energy que tiene a su cargo la supervisión del programa orientado a la construcción de dos grandes centrales eléctricas. Esto forma parte de una estrategia más amplia del Reino en materia de energías renovables, que a su vez integra la Visión 2030 propugnada por el príncipe heredero Mohammad bin Salman (Mbs).

El gigante nuclear ruso Rosatom observa con atención e interés a todos estos países. Su objetivo es establecer acuerdos destinados a la construcción de nuevas plantas en un mercado en rápida expansión. Durante la Expo2020 de Dubái que acaba de terminar, el responsable de la agencia para Oriente Medio y el Norte de África, Alexander Voronkov, declaró a S&P Global Platts que Riyadh es una de las realidades con las que Rosatom “está dispuesta a cooperar cuando se convoquen licitaciones, desde el suministro de combustible hasta la construcción de plantas”.

En los Emiratos ha sido seleccionada para el suministro de uranio enriquecido y ya ha iniciado proyectos con Turquía y Egipto. El proyecto con El Cairo contempla la construcción de cuatro unidades de 1.200 MW en Dabaa, que se espera que entren en funcionamiento en 2028. Los trabajos de preparación deberían concluir en la segunda mitad de 2022; a mediados de abril una delegación rusa de alto nivel estuvo en el país de los faraones para verificar el avance de las obras y fijar los próximos objetivos. No se espera que las sanciones occidentales a Moscú tengan repercusiones negativas en el sector y, como afirmó la propia Bloomberg en marzo, la Casa Blanca también se ha mostrado reacia a golpear directamente a Rosatom con medidas punitivas.

El zar y el sultán

Uno de los que han puesto más empeño en colaborar para que se alcance un acuerdo de paz, o por lo menos para enfriar los ánimos en el conflicto ruso-ucraniano, es el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, con un pie en la OTAN y un ojo en Moscú. Un esfuerzo diplomático con beneficios en el frente interno, destinado a revitalizar un liderazgo ensombrecido por las tensiones y los graves problemas económicos. Es una manera de afirmarse como un actor de primer plano en el escenario internacional. Lo cierto es que Ankara no se ha sumado al tren de las sanciones europeas y estadounidenses, tratando de preservar tanto como sea posible las relaciones comerciales con Moscú (y Kiev).

En este marco de frágil equilibrio se encuadra la construcción de la primera central nuclear de Rosatom en Turquía, con un proyecto de casi 20.000 millones de euros, prerrogativa de un país que suministra el 45% del gas y el 17% del petróleo que consume anualmente el antiguo imperio otomano, también ávido de energía, mientras el “sultán” Erdogan trata de mantener un canal privilegiado de diálogo con el “zar” Vladimir Putin. Se espera que la primera central nuclear entre en funcionamiento en 2023 en Akkuiu, en la provincia meridional de Mersin, y contará con tres reactores de agua a presión Vver-1200 - en construcción - y un cuarto en fase de diseño preliminar. Las obras deberían concluir en 2026, proporcionando al país cerca de 27,5 teravatios hora por año, es decir alrededor del 9% de las necesidades energéticas. Después de Akkuiu, construida en 2010 gracias a un acuerdo directo entre Moscú y Ankara, Turquía parece querer pisar el acelerador y avanzar con nuevos proyectos para construir otras plantas. Este proyecto nuclear, que comparte con los saudíes, los emiratos y los iraníes, por nombrar algunos - sin olvidar a Israel, que actualmente es la única potencia nuclear de la región - podría dar lugar a nuevos equilibrios y escenarios que en este momento es muy difícil anticipar.

Energía nuclear y clima

Por último, el tema del uso de la energía nuclear también incluye la cuestión del cambio climático. Los datos difundidos por los expertos de la Agencia Internacional de Energía (AIE) muestran que los países del Golfo utilizan el 90% de hidrocarburos, uno de los principales responsables de la emisión de dióxido de carbono y metano a la atmósfera. El impacto de la energía nuclear en este sentido es casi nulo y por eso cada vez más gobiernos estudian su uso para alcanzar los objetivos marcados por Net-Zero sobre la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en las próximas décadas.

Sin duda la energía nuclear no está exenta de dudas y perplejidades, así como del miedo a posibles accidentes con graves repercusiones en la salud de las personas y el medio ambiente, en una realidad donde no faltan los conflictos y las tensiones. Uno de los ejemplos de compromiso es el relacionado con la desalinización (proceso que permite separar la sal del agua de mar). La mitad de la de todo el mundo se hace en esta región. Los países del Golfo como Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Kuwait  han sido los primeros en explotar el proceso, obteniendo de esa manera más del 90% del agua potable que se requiere para cubrir sus necesidades. Un evento adverso tendría devastadoras repercusiones en las posibilidades de acceso al agua, lo que se suma al aumento de 1,5 grados de las temperaturas, el doble de la media mundial.

Los expertos consideran que es necesario evaluar cuidadosamente los riesgos y peligros de un clima extremo que puede dañar las centrales nucleares y provocar radiaciones cuyos efectos nocivos se mantendrían durante cientos de años. Y las olas de calor europeas que cerraron o ralentizaron los reactores nucleares en Francia y Alemania en 2003 y 2019 son algo más que una llamada de atención.

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