05/05/2022, 15.14
VATICANO
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Papa: llamados a edificar una sola familia humana

El mensaje de Francisco para la Jornada Mundial de las Vocaciones que la Iglesia celebra el domingo 8 de mayo. Es necesario "tener cuidado con la mentalidad que separa a los sacerdotes y a los laicos, considerando a los primeros como protagonistas y a los segundos como ejecutores". Un proverbio del Lejano Oriente para contar cómo Dios llama a todos: "ve nuestro potencial al servicio del bien común" que "no es una utopía".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Las vocaciones en la Iglesia no son una cuestión personal, sino un camino para realizar "el sueño de Dios: una gran familia humana unida en el amor". Así escribe el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de las Vocaciones que la Iglesia celebra el domingo 8 de mayo y que ha sido difundido hoy por la oficina de prensa del Vaticano.

En el texto -titulado "Llamados a edificar la familia humana"- el Papa Francisco contrapone los "vientos gélidos de la guerra y la opresión" y los "fenómenos de polarización" al proceso sinodal iniciado por la Iglesia: "Sentimos la urgencia -escribe- Sentimos la urgencia de caminar juntos cultivando las dimensiones de la escucha, de la participación y del compartir. Junto con todos los hombres y mujeres de buena voluntad queremos contribuir a edificar la familia humana, a curar sus heridas y a proyectarla hacia un futuro mejor.".

El Pontífice escribe: "Debemos cuidarnos de la mentalidad que separa a los sacerdotes y a los laicos, considerando a los primeros como protagonistas y a los segundos como ejecutores, y llevar a cabo la misión cristiana como el único pueblo de Dios, laicos y pastores juntos. Toda la Iglesia es una comunidad evangelizadora". También en este sentido la palabra "vocación" no debe limitarse a los que siguen al Señor en una forma de consagración especial. "Todos nosotros -escribe el Papa- estamos llamados a participar en la misión de Cristo de reunir a la humanidad dispersa y reconciliarla con Dios. Más en general, toda persona humana, incluso antes de vivir el encuentro con Cristo y de abrazar la fe cristiana, recibe con el don de la vida una llamada fundamental. Cada uno de nosotros es una criatura querida y amada por Dios, para la que Él ha tenido un pensamiento único y especial; y esa chispa divina, que habita en el corazón de todo hombre y de toda mujer, estamos llamados a desarrollarla en el curso de nuestra vida, contribuyendo al crecimiento de una humanidad animada por el amor y la acogida recíproca. Estamos llamados a ser custodios unos de otros, a construir lazos de concordia e intercambio, a curar las heridas de la creación para que su belleza no sea destruida. En definitiva, a ser una única familia en la maravillosa casa común de la creación, en la armónica variedad de sus elementos. En este sentido amplio, no sólo los individuos, sino también los pueblos, las comunidades y las agrupaciones de distintas clases tienen una “vocación”.”

Y en esta gran vocación común se inserta también la llamada más particular que Dios dirige a cada uno. Para describirlo, el Papa Francisco cita un proverbio del Extremo Oriente: "`Un hombre sabio mirando una semilla percibe un gran árbol; mirando a un pecador vislumbra a un santo¨. Así es como Dios nos mira -explica en el mensaje-, en cada uno de nosotros ve potencialidades, que incluso nosotros mismos desconocemos, y actúa incansablemente durante toda nuestra vida para que podamos ponerlas al servicio del bien común. Y es la acogida de esta mirada la que cambia la vida, haciéndola "un diálogo vocacional, entre nosotros y el Señor, pero también entre nosotros y los demás. Un diálogo que, vivido en profundidad, nos hace ser cada vez más lo que somos: en la vocación al sacerdocio ordenado, para ser instrumentos de la gracia y de la misericordia de Cristo; en la vocación a la vida consagrada, para ser alabanza de Dios y profecía de una nueva humanidad; en la vocación al matrimonio, para ser don recíproco y generadores y educadores de vida".

Pero cada vocación -añade el pontífice- es también una con-vocación. “Somos como las piezas de un mosaico, comenta, que son bellas una por una, pero sólo juntas forman una imagen”. Por tanto, "cuando hablamos de “vocación” no se trata sólo de elegir una u otra forma de vida, de dedicar la propia existencia a un ministerio determinado o de sentirnos atraídos por el carisma de una familia religiosa, de un movimiento o de una comunidad eclesial; se trata de realizar el sueño de Dios, el gran proyecto de la fraternidad que Jesús tenía en el corazón cuando suplicó al Padre: «Que todos sean uno» (Jn 17,21)."

En la Iglesia y en la sociedad, toda vocación "contribuye a un objetivo común: realizar entre los hombres y las mujeres esa armonía de muchos dones diferentes que sólo el Espíritu Santo puede realizar. Sacerdotes, consagrados y consagradas, fieles laicos, caminemos y trabajemos juntos, para testimoniar que una gran familia humana unida en el amor no es una utopía, sino el proyecto para el que Dios nos ha creado". "Recemos, hermanos y hermanas -concluye Francisco-, para que el pueblo de Dios, en medio de los dramáticos acontecimientos de la historia, responda cada vez más a esta llamada. Invoquemos la luz del Espíritu Santo, para que cada uno de nosotros encuentre su lugar y dé lo mejor de sí mismo en este gran proyecto".

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