24/04/2022, 14.38
VATICANO
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Pascua ortodoxa, el Papa: que Cristo done la paz, ‘ultrajada por la barbarie de la guerra’

Francisco reflexiona sobre las naciones devastadas por el conflicto, desde Ucrania hasta Camerún. Su nuevo llamamiento a la tregua, en un momento en que, cada vez más,  "las armas sustituyen a las palabras". En el Regina Caeli, el Pontífice dijo que tiene "miedo" de los cristianos perfectos, porque "la aventura de la fe" está hecha de "luces y sombras". En su homilía de la Misa de la Divina Misericordia, el Papa recordó que las palabras de Jesús no son "desafiantes" porque comprende las "dificultades" de Tomás y "no lo trata con dureza".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - A las Iglesias orientales católicas y ortodoxas, a las comunidades latinas que celebran la Pascua según el calendario juliano "les ofrezco mis más sentidos deseos" de que Cristo resucitado "colme el corazón de esperanza" y conceda la paz, que ha sido "ultrajada por la barbarie de la guerra". Es lo que dijo el Papa Francisco al final del Regina Caeli, desde el estudio del Palacio Apostólico frente a una Plaza San Pedro abarrotada de fieles. Hoy, recordó el Pontífice, "se cumplen dos meses" del inicio de la guerra que Rusia lanzó en Ucrania, y que "en lugar de detenerse se ha recrudecido". Es "triste" que precisamente hoy, en el día de Pascua, "se escuche más el estruendo de las armas" que el sonido "de las campanas que anuncian la resurrección". Como también es triste que "las armas ocupen cada vez más el lugar de las palabras".

El Papa se dirigió a los fieles, pidiéndoles que recen, y luego renovó su  "llamamiento a una tregua pascual" que pueda "aliviar el sufrimiento" de la población y para "poder ir al encuentro" de Jesús resucitado, que dice "La paz esté con ustedes". La paz "es posible" y los "líderes políticos" deben escuchar la voz del pueblo, que no quiere "una escalada del conflicto". En este renovado llamamiento a la paz, Francisco envió luego un saludo a los participantes en la marcha extraordinaria por la paz entre Perugia y Asís que se celebra hoy, así como "a quienes han organizado eventos similares", como los obispos de Camerún, que han convocado a una peregrinación mariana para pedir por un país "amado" y también "desgarrado" por cinco años de conflicto. 

Antes del rezo del Regina Caeli, el Papa recordó a los protagonistas del Evangelio de hoy, Jesús y Tomás, centrando su mirada  "primero en el discípulo y luego en el maestro". El apóstol, explicó, "representa a todos los que no estábamos presentes en el cenáculo cuando el Señor se apareció". Y admitió que a veces, también a nosotros "nos cuesta" creer en la resurrección y "somos como Tomás", pero “no debemos avergonzarnos" por esto. Con su relato, observa, "el Evangelio nos dice que el Señor no busca cristianos perfectos" porque la aventura de la fe "está hecha de luces y sombras". Conoce momentos de "consuelo, impulso y entusiasmo, pero también de cansancio, desconcierto, duda y oscuridad". 

Como Tomás, no debemos temer la "crisis" de la fe, porque ésta nos ayuda a "reconocernos necesitados" de tocar las llagas de Cristo y experimentar su amor. Es mejor tener una "fe imperfecta pero humilde", subrayó, que una "fe fuerte pero presuntuosa, que nos hace orgullosos y arrogantes". Ante las incertidumbres de Tomás, que son las de todos nosotros, Jesús "viene" porque "no se cansa de nosotros" y "cuando las puertas están cerradas, vuelve". "Él siempre vuelve, y no con signos poderosos, que nos harían sentir pequeños e inadecuados, sino con sus llagas, signos de su amor que se ha casado con nuestras fragilidades. Vuelve "porque es paciente y misericordioso", y abre "los cenáculos de nuestros miedos y de nuestra incredulidad". Por eso, en los momentos difíciles o de crisis, no debemos replegarnos, sino buscar a Jesús y esas heridas que "nos han sanado".

Más temprano, el pontífice presidió la misa del Domingo de la Divina Misericordia, en la Basílica de San Pedro -tras dos años de funciones privadas debido a la pandemia de Covid-19. Y volvió a proponer el valor supremo de la "paz". Como el Papa sigue con problemas en su rodilla, la misa fue celebrada por Mons. Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, en un clima de guerra, en particular por la invasión rusa de Ucrania, que sigue siendo fuente de profunda preocupación.

La fiesta de la Divina Misericordia fue establecida por Juan Pablo II en el año 2000, durante la canonización de Sor Faustina Kowalska, la mística polaca que tuvo visiones de Jesús en 1931. El aniversario coincide con el domingo In Albis, cuando el plan salvífico de Cristo llega a su fin y nos permite comprender el misterio de la redención. Y además, cae el mismo día en que los ortodoxos celebran la Pascua. En su homilía, el Papa destacó que en el saludo "¡La paz esté con ustedes!", abraza "toda la debilidad y el error humano". Otro don del Señor, la misericordia es "ante todo" fuente "de alegría; luego suscita el perdón; finalmente consuela en la fatiga". "En primer lugar, la misericordia de Dios da alegría -dijo el pontífice en su homilía-, una alegría especial, la alegría de sentirse gratuitamente perdonados. Los discípulos, en el pasado, "habían tomado decisiones valientes, habían seguido al Maestro con entusiasmo", pero al final "prevaleció el miedo" y dejaron a Jesús solo, "en el momento más trágico". Frente a Él, "su atención se desvía de sus propios fracasos y quedan atraídos por sus ojos, donde no hay severidad, sino misericordia". Francisco recuerda que a cada uno de nosotros nos ha tocado "parecernos a los discípulos en la tarde de Pascua", pero después de "una caída, un pecado, un error" el Señor "hace todo lo posible para darnos su paz, a través de una Confesión". 

A continuación, el Señor les dice "por segunda vez" la paz esté con ustedes, añadiendo "Como el Padre me ha enviado, así los envío a ustedes". Ahora los discípulos no sólo "reciben" la misericordia, sino que ellos mismos se convierten en "dispensadores de esa misma misericordia que han recibido" y no por "sus méritos", sino por "un puro don de la gracia, que se apoya, sin embargo, en su experiencia de hombres que han sido perdonados". Por último, Jesús repite por tercera vez "¡La paz esté con ustedes!" cuando se vuelve a aparecer a los discípulos, ocho días después, para "confirmar la fe de Tomás, a quien le cuesta creer": él quiere "ver y tocar", pero el Señor "no se escandaliza por su incredulidad, sino que va a su encuentro".

Para el Papa, las palabras "pon tu dedo aquí y mira mis manos" no son "palabras desafiantes, sino de misericordia" porque Jesús comprende "las dificultades" de Tomás y "no lo trata con dureza". "Porque en Tomás está la historia de todo creyente: hay momentos difíciles, cuando parece que la vida desmiente la fe, cuando estamos en crisis y necesitamos tocar y ver”. Pero, como le pasó a Tomás, es justo ahí cuando redescubrimos el corazón del Señor, su misericordia". Si nos ocupamos de "las heridas del prójimo y derramamos misericordia en ellas", concluyó el Papa, "renace en nosotros una esperanza nueva, que reconforta en la fatiga [...] Si hemos llevado la paz a un cuerpo herido o a un espíritu quebrado; si hemos dedicado un poco de tiempo a escuchar, acompañar, consolar. Cuando lo hacemos, nos encontramos con Jesús. Y Él,  desde los ojos de quien afronta las pruebas de la vida, nos mira con misericordia y nos repite: ¡La paz esté con ustedes!".

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